Por
  • Víctor Juan

Esperanza

En distintos barrios surgieron redes de apoyo vecinales para hacer la compra a los enfermos.
En distintos barrios surgieron redes de apoyo vecinales para hacer la compra a los enfermos.
José Miguel Marco

Los días después de decretarse el estado de alarma, pegaron una carta en el espejo del ascensor de su casa: 'Vecinos y vecinas: somos Lucía y Alodia, las jóvenes del principal izquierda. Os mandamos mucho ánimo. Sabemos que en este bloque viven personas mayores. Queremos ayudarlas. Podemos hacerles la compra. Pasad por casa cuando queráis'. Otros pusieron lo que tenían a disposición del común: contad con mi tractor para desinfectar las calles y con mi taxi para llevar enfermos al hospital. En aquellos momentos altamente humanos nos salió la humanidad que llevamos dentro: si has llenado el depósito de combustible de tu camión, coge pan, jamón y queso, zumos, leche y café. Coge lo que necesites. Solo hay una condición. No puedes dejar ni un euro. Yo soy médico. Me jubilé el año pasado y me he presentado voluntario para trabajar en la unidad de cuidados intensivos del hospital de campaña. Yo soy vuestra maestra y os llevaré libros de casa en casa, como hacían aquellos misioneros de las Misiones Pedagógicas, y también os llevaré cuadernos y lapiceros de colores para que pintéis el mundo con los colores de la esperanza. Yo tengo cinco años y quiero que todos seáis valientes. He pintado este arcoíris y lo he puesto en mi ventana para que mis vecinos se pongan contentos cuando lo vean y para que sepan que esto va a terminar bien. «¿Y tú por qué lo sabes?», le pregunté, y ella me respondió con absoluta seguridad: «Porque me lo ha dicho mi mamá».

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