entrevista

Javier Lambán: "Nunca le di importancia al infierno"

Ejea de los Caballeros (Zaragoza), 1957. Político. Presidente de la Diputación General de Aragón desde 2015. Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza. Es secretario general del PSOE de Aragón desde 2012. Fue presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza entre 1999 y 2011 y alcalde de Ejea entre 2007 y 2014.

Javier Lambán, adolescente, en el campo del instituto de Ejea de los Caballeros
Javier Lambán, adolescente, en el campo del instituto de Ejea de los Caballeros
Heraldo.es

¿Qué le hizo reír por primera vez?

Mi madre me contaba que me hacían reír los animales del corral de casa.

¿Qué le hizo llorar?

Ella misma me decía que el primer día que me llevó a la escuela me llevé un berrinche colosal.

¿Qué era en el patio del colegio?

De todo fui en algún momento, excepto el gracioso.

¿Se sentía alguien raro, especial, diferente?

No, salvo ser del antiguo barrio ejeano de la Corona frente a los ‘pijos’ del Ensanche.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?

Una bofetada de un maestro a los 7 años percibida ya entonces –y con razón– como totalmente arbitraria e injusta.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?

Jugar al fútbol.

¿Tenía algún complejo que le amargara?

Creo que no.

¿Cuál fue la calle de su infancia en Ejea?

En realidad, dos espacios: el viejo tren y el río Arba.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Ejea?

Como Juan Ramón, !recuerdo que, cuando niño, me parecía mi pueblo una blanca maravilla, un mundo mágico inmenso".

¿Cuál es el episodio de su infancia o adolescencia que con más frecuencia vuelve a su memoria?

Como le dijo el marinero al conde Arnaldos, «yo no digo mi cantar sino a quien conmigo va».

¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?

Tuve una infancia feliz. Si acaso, que hasta los quince años no vi el mar.

¿Tenía mucha conciencia política?

Desde sexto de bachiller, bastante.

¿Qué imagen tenía de Franco?

Hasta los trece o catorce años, algo consustancial con el país, algo inevitable. Después, un tipo perverso y detestable.

¿Era alguien muy religioso?

Hasta los diez u once años, bastante. Después, nada.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado, la sensación de mala conciencia?

Me creía el cielo pero nunca le di importancia al infierno.

¿Qué obsesión, fobia o filia forjó claramente en esos años?

Filias: un equipo de fútbol, leer, cantar, muchos de mis amigos. Las obsesiones y las fobias las he olvidado.

¿Vivió algún episodio que retrate el clima moral de la época?

Supe de muchos, aunque de casi ninguno fui víctima propiciatoria.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?

Mucho.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte? ¿Pensaba a menudo en ella? ¿Le angustiaba o le provocaba algún tipo de tormento?

Hasta ahora, nunca me atormentó. Ahora, como Epicuro, intento no angustiarme con ella porque –como decía él– "mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros ya no somos".

¿Cómo ganó su primer dinero?

Cogiendo fruta en una finca de la Ribera Alta.

¿Hizo alguna locura o disparate que le guste recordar?

Todos los propios de la gente de mi generación. Todos. Soy normal hasta en las extravagancias y los vicios.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?

Sofía Loren, sin duda.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?

Boleros de Machín (‘Esperanza’) y coplas de Imperio Argentina o Concha Piquer (‘Rocío’, ‘Ojos Verdes’), que bordaba el magnífico cantador que era mi padre y que aún entono yo alguna vez.

El cine, el fútbol, los toros y la radio reinaban en esa España. ¿Qué relación tuvo con ellos?

Buena, sobre todo con el fútbol, muy intensa.

¿Qué libros o películas le deslumbraron?

Los primeros libros, ‘Dos años de vacaciones’ (Verne), ‘Quo Vadis’ y ‘A través del desierto’ (Sienkiewicz) y los de Enyd Blyton. Las primeras películas, las del Tarzán de Johnny Weissmüller y, en un momento determinado, la imponente ‘Lo que el viento se llevó’, que hace poco volví a ver con un doble placer.

¿Había alguna persona que conociera –que no fuera de su familia– a la que admirara de un modo especial?

Un vecino mío que era un prodigio cazando gorriones y pescando barbos.

¿Qué personalidad nacional o internacional fue para usted una referencia poderosa?

Indalecio Prieto, del pasado republicano, y Fidel Castro, del presente, de los que hablaba mi padre con sus contertulios en una carpintería del barrio.

¿Quiénes fueron sus grandes amigos o amigas? ¿Cuál es el recuerdo más poderoso que le ha quedado de ellos?

Junto con mi familia, son mi vida. Algunos han muerto. Conservo la amistad con todos los demás excepto con uno, a mi pesar.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es lo que caló en usted con más fuerza?

El amor al esfuerzo y a la verdad y un sentido austero y sobrio de la vida.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?

Al principio, quise ser labrador, como mi padre. Después, ya con más convicción, futbolista. Tras una lesión grave –y desde mi llegada a la universidad–, tuve clara mi vocación política.

¿Por qué estudió Historia?

Mi inclinación a las humanidades fue siempre muy poderosa. Estudié Historia pero, ante todo, me parecía muy provechoso el latín y el griego. Echo en falta no haber profundizado en ellos y, desde que me deslumbra Irene Vallejo, aún más.

¿Hay algún defecto o debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?

La timidez.

¿Cuál fue su gran alegría? ¿Y la gran tristeza?

No recuerdo momentos tan particularmente señalados. Fueron alegres el día que nació mi hermana o el primer día del instituto.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años, durante un día, ¿a qué día volvería?

Ahora, cuando respondo a esta pregunta, al día que jugué mi primer partido de competición en categoría infantil. En otro momento, quizá elegiría otro.

¿Ha habido algo en la situación provocada por la pandemia que le ha recordado algún episodio de su infancia o adolescencia?

Un brote de cólera que hubo en la Ribera del Jalón y que nos aterrorizó dada la resonancia apocalíptica que evocaba esta enfermedad.

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