la crisis de coronavirus 

"Estamos ante una catástrofe. Recogemos el doble de cadáveres"

La actividad de la Hermandad de la Sangre de Cristo se multiplica por el coronavirus entre las máximas exigencias de seguridad para evitar nuevos contagios. 

Dos trabajadores de la Sangre de Cristo con el traje EPI y protecciones que lleva (gafas, calzas, guantes y una pantalla) que exige el protocolo de seguridad para recoger los fallecidos de coronavirus.
Dos trabajadores de la Sangre de Cristo con el traje EPI y protecciones que lleva (gafas, calzas, guantes y una pantalla) que exige el protocolo de seguridad para recoger los fallecidos de coronavirus.
Toni Galán

La Hermandad de la Sangre de Cristo posiblemente regrese a sus orígenes. Hablamos de las pandemias y tenemos que reunirnos urgentemente», anunció el forense Salvador Baena a mediados de febrero en presencia de Nacho Navarro, uno de los hermanos más jóvenes. Estaban viendo lo que estaba pasando en China y previeron lo que un mes después llegaría a España. Decidieron entonces firmar un protocolo con el Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) para concretar la respuesta ante una pandemia que también pone en riesgo a los trabajadores y miembros de la Hermandad. Y recuperaron el espíritu de su fundación en el siglo XIII con la llegada de la peste a Zaragoza.

El presidente de la Hermandad de la Sangre de Cristo, Ignacio Giménez Baratech, dice que en lo que en marzo han «duplicado» los cadáveres recogidos del año pasado y cree que están casi ante «una catástrofe», tras vivir el incendio del Corona, el accidente de La Muela o el incendio de la tapicería Bonafonte. «Y por eso nos hemos preparado. Además en Zaragoza nos conocemos y ya tendremos algún conocido de los fallecidos o contagiados», añade.

Traslado al IMLA

Navarro detalla que la semana pasada llegaron a recoger hasta 14 fallecidos de sus domicilios porque los médicos no podían acudir a firmar los certificados de defunción. Como eran sospechosos de positivos de coronavirus por neumonía, el hermano de la Sangre de Cristo tomó nota de los nombres de los fallecidos, casi como un notario, para trasladarlos después al Instituto de Medicina Legal, donde los forenses firmaron los certificados de muerte, como médicos del Registro, aunque no fueran violentas.

El protocolo de seguridad tiene cinco folios y especifica que el servicio que presta la Hermandad necesita «el contacto físico y la manipulación de cadáveres que pudieran estar contaminados», por lo que hace falta establecer unas normas de actuación que «eviten o minimicen el riesgo de contagio». Describe que puede ser a través de vía respiratoria (toses, estornudos o exhalaciones); salpicaduras de fluidos corporales;o el contacto con superficies y objetos que toque una persona contaminada.

«Hemos perdido la filosofía de la Hermandad de la cercanía con las familias de las víctimas al darles el pésame, porque cuando llegamos a los domicilios tenemos que ir protegidos con el buzo, la mascarilla, las gafas y las calzas. Parece que viniéramos de la NASA con estos trajes», reconoce Nacho Navarro.

De hecho, una de las exigencias del protocolo es no mantener contacto con los familiares. Los hermanos deben ponerse el equipo de protección individual (EPI) antes de acceder al domicilio, al hospital o a la residencia donde esté el cadáver, y no se lo pueden quitar hasta estar fuera de la zona de exposición.

El traslado de este material para los trabajadores y el hermano de guardia nunca se deja en la zona de los cadáveres, sino en la cabina del furgón de la Hermandad de la Sangre de Cristo, y se deposita cada día en el IMLA para gestionar los residuos.

Agradecimiento a los forenses

Giménez Baratech agradece a los forenses que les avisaran de la alarma en aquella reunión de febrero. Conocían los efectos de la epidemia SARS del pollo y por eso decidieron reunir a la Junta de Gobierno de la Hermandad. Entonces, la institución puso en marcha la adquisición del material de protección personal para los trabajadores, además de una máquina de ozono con la que desinfectan al final del día los dos furgones (uno lo ha proporcionado el Ayuntamiento) durante más de veinte minutos.

Cuando llegan a la recogida del muerto, a sabiendas de que es «un positivo confirmado», tienen que llevar el material completo adquirido por la Hermandad. Y si el fallecido no lleva una mascarilla deben colocarle una para prevenir cualquier incidencia.

Los trabajadores se lavan las manos con agua y jabón o con una solución a base de alcohol después de cada manipulación de un cadáver y todo el equipo que vestían meterlo en una bolsa para no volver a utilizarlos. Se procede a su desinfección química posterior para evitar contagios.

El Gobierno ha reducido esta semana de seis a tres personas los asistentes en un entierro para reducir los posibles contagios y les recomienda que lleven mascarillas. Las víctimas de coronavirus son incineradas en el tanatorio a las 7 y las cenizas se entregan a las familias, sin sepelio.

«Todas las medidas del protocolo es por la máxima seguridad de los trabajadores», destaca el presidente de la Hermandad. «Aún así, es muy triste trasladar a los muertos de coronavirus al tanatorio y que no haya funeral, ni luto. Tenemos un máximo respeto por las familias», concluye Ignacio Giménez Baratech.

La Hermandad pide donaciones para sufragar los gastos 

Nacho Navarro, uno de los hermanos más jóvenes de la Sangre de Cristo, fue elegido para adquirir el material de protección para los trabajadores. Tuvo que buscarlo en distintas empresas, algunas estaban hasta cerradas, pero tuvo la suerte de que no había una demanda tan grande como ahora. «Teníamos que evitar los riesgos. Además, nosotros los hermanos somos voluntarios, pero mucha gente no lo sabe», precisa. La Hermandad tiene algo menos de 50 miembros y con las cuotas no ha podido sufragar los más de 5.000 euros que ha tenido que gastar en todo el material. Navarro escribió un tuit donde lo contó y la institución lleva una semana recibiendo donaciones en la cuenta que publica en la web www.sangredecristo.es. «Somos la única Hermandad de toda España que realiza este trabajo con la responsabilidad de tener que hacerse cargo del muerto desde donde lo recogemos (domicilio, hospital o residencia) hasta el Instituto de Medicina Legal o el tanatorio», recuerda Navarro, para quien esta pandemia supone una experiencia única, pero con muchos peligros

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