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Niños confinados: "Mamá, ojalá los plátanos curaran el coronavirus"

La imaginación y espontaneidad de los más pequeños está siendo una vacuna que lucha contra el aburrimiento de los hogares, y también fuera de ellos.

Los 'viruses' del zaragozano Álvaro Quílez, de 8 años.
Los 'viruses' del zaragozano Álvaro Quílez, de 8 años.
Heraldo.es

La lucha contra el coronavirus ha llegado a niveles inimaginables. Se le planta cara con la ciencia y también con varitas de juguete cargadas de magia, como las hadas. Otras desatan sus poderes de superheroína, ya sea con el disfraz de Lady Bug o de Cat Noir. Y alguno tiene preparado el teléfono de la Patrulla Canina para llamarles y que salven la situación. Sería fantástico que Chase, Marshall o Skye salieran a las calles en sus increíbles vehículos. Ulises cree que este grupo de perros serían una apuesta segura.

Esa inocencia, creatividad, transparencia y naturalidad son las mejores vacunas para quiénes comparten en las mañanas de reclusión y las tardes de encierro con ellos. Hace más de una semana que se modificaron sus costumbres de la noche a la mañana, como las del resto del país. Dejaron de ir al cole para confinarse en casa y han sustituido las tardes en el parque por videoconferencias con sus amigos. ¿Cómo se imaginan al coronavirus, ese bicho que les ha cambiado su rutina?

"El coronavirus es un virus muy chiquitito y sin patas que si sales a la calle se te queda pegado como un chicle y te contagia"

Martín, de 5 años.

Saben que es malo, eso lo tienen claro. Einar busca el antídoto que ponga fin a la pandemia. De momento, solo ha probado con alimentos. Como ese día que con un plátano en la mano y muy serio le dijo a su madre: "Mamá, ojalá los plátanos curaran el coronavirus". Aunque cualquier excusa es buena para que este zaragozano de 3 años hinque el diente.

- ¿Esta tarde hacemos magdalenas o galletas?
- Galletas de chocolate.
- ¿También te curan?
- Todo con lo que meneo el bigote me cura.

Einar, 3 años

Ellos, los más pequeños de la casa, están dando una lección a muchos mayores y afrontan el confinamiento con su mejor versión, a pesar de que más de una vez se desencadenen rabietas o enfados. Porque son niños y también se hastian. "Bendito internet", pensarán muchos padres, ya que el acceso a la red ha facilitado el entretenimiento en algunos hogares.

"¡Coronavirus! Malo, feo, rápido y contagioso. Vete de la calle. ¡Fuchi! Que nos estamos aburriendo"

Pilar, 5 años

Pero aún así, resisten y no ponen un pie en la calle. La única licencia que se toman es asomarse a las ventanas. Desde las alturas observan la ausente actividad de las calles, los semáforos que cambian de color sin que nadie cruce la calzada. Aun así, más de uno asegura haber visto al covid-19 paseando con su mamá de la mano, como Einar. Andrei todavía no lo ha encontrado y con empeño se arrima al vano para intentar descubrir al coronavirus. Este pequeño de 5 años tiene fácil encontrarlo porque, al menos, sabe de qué color es.

“No veo ese bicho verde que no nos deja salir de casa”

Andrei, de 5 años

Cada tarde, cuando el reloj marca las 20.00, salen a aplaudir con sus familiares la labor de los sanitarios y del resto de profesionales que prestan su servicio a la sociedad durante el estado de alarma por coronavirus. Bueno, parece ser que alguno no tiene muy claro qué aplaude. Jesús, de 5 años, conoce que es algo relacionado con los facultativos, pero no sabe qué es exactamente. Enfadado le recrimina a su padre que no ve nada.

“Jolines, papá. Siempre llegamos cuando el desfile de los médicos ya ha pasado”

Jesús, de 5 años

El confinamiento, el distanciamiento y las medidas de prevención que se han establecido para evitar la propagación las conocen y la mayoría las cumplen a rajatabla. Sin embargo, sienten esa ausencia de contacto. Como Mateo, que tras su pregunta se puede adivinar su deseo de que la pandemia llegue, por fin, a su meta. Será entonces cuando mayores y pequeños celebren la rutina.

“¿Cuándo se podrá dar abrazos otra vez, papá?”

Mateo

Las gracias y guiños de los niños llegan también hasta esos hogares donde hace tiempo que no rueda una pelota ni se peinan muñecas. Gracias a las redes sociales y a los grupos de Whatsapp se disfruta de la genialidad de primos, sobrinos, hijos de amigos o retoños de compañeros de trabajo.

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