entrevista 

Camilo Villarino: "Repatriar los restos del Yak es cerrar un capítulo muy duro"

El diplomático zaragozano (1964) estuvo en la UE, Bosnia, EE. UU. y Marruecos, antes de ser jefe de gabinete de los ministros Dastis y Borrell. 

Camilo Villarino (Zaragoza, 1964), ayer en el monumento de las víctimas del Yak en el paseo de la Constitución.
Camilo Villarino (Zaragoza, 1964), ayer en el monumento de las víctimas del Yak en el paseo de la Constitución.
Guillermo Mestre

El diplomático aragonés Camilo Villarino ha tenido un papel clave en el retorno a España de restos de víctimas del Yak-42 que habían permanecido en Turquía durante más de dieciséis años

¿Cuándo empezó la recuperación de los restos del Yak?

Supe que podía haber restos de militares españoles fallecidos del Yak-42 en Turquía a raíz de una llamada de Francisco José Cardona (padre de una de las víctimas), a principios del verano de 2018. Él afirmaba con amargura y escepticismo que estaban en el Instituto Anatómico Forense en Estambul, y dudaba de que fuéramos a ayudarle. Había sufrido mucho. Me conmovió el recuerdo de ese accidente porque soy zaragozano y aquí impactó mucho.

¿Y qué le dijo a Cardona?

Le prometí que le ayudaría en todo lo que estuviera en mi mano, pero sin asegurarle el resultado.

¿Había algún problema político con Turquía que lo dificultaba?

Para nada. Hablé con la dirección general de Asuntos Consulares para saber lo que hicieron en su día. Defensa nos pidió a Asuntos Exteriores que reclamásemos información a Turquía, que contestó de forma negativa, al decir que a los seis meses se produjo la destrucción de los restos, como manda la normativa turca.

¿Cómo le dio la vuelta al caso?

Al recibir datos clave del forense turco que vino a España a declarar en el juicio del Yak y conocía la trascendencia política que tuvo el caso. El problema era llegar otra vez a las autoridades turcas. Pero, como en el dicho, las cosas de palacio van despacio.

¿El pasado verano se abrió la posibilidad de traer los restos?

Sí. Informé de las gestiones a la ministra de Defensa, Margarita Robles, y al de Asuntos Exteriores, José Borrell. Ambos abordaron el asunto desde el punto de vista humano y no desde el prisma político. Al ver que estaba atascado, opté por llamar al embajador español en Ankara, Juan González Barba, para que hiciera gestiones con los turcos.

Además, la repatriación de los restos estaba judicializada...

Se había conocido en mayo de 2108 que se enterró un fémur en un cementerio de Maçka y no había certeza de que fuera de un español. El embajador comunicó que España conocía que había restos del Yak en el Instituto Anatómico Forense. En verano el asunto volvió a dilatarse hasta que hablé el 30 de octubre con el embajador turco en España.

¿Al final también participó el viceministro de Justicia turco?

Hubo una visita del viceministro turco de Justicia a España. Ya había estado en el Instituto Anatómico Forense de Estambul para interesarse. El martes 2 de diciembre me llamó el embajador turco para decirme que se había confirmado que estaban los restos allí y las autoridades turcas estaban en disposición para la repatriación. La exhumación en Maçka se haría el 18 de diciembre y todo estaría a nuestra disposición para repatriarlos. Recomendamos que se hiciera la entrega de los restos a las autoridades consulares españolas en Turquía, y que se trasladasen en una ‘valija conducida’. Elegimos a un agregado militar. Las ‘valijas conducidas’ son inviolables y las acompaña un funcionario.

¿Cree que con esta entrega se cierra una tragedia?

La juez María Tardón procederá a la verificación de estos restos para hacer entrega a los familiares. Repatriar los restos del Yak es cerrar un capítulo muy duro para muchas familias. Todos hubiéramos deseado que no hubieran tenido que sufrir. No es un final feliz porque fue una tragedia. No hubieran tenido que pasar los 16 años que ha durado todo, pero hace falta cerrar esta etapa. Es una herida que sigue doliendo.

¿Ha pasado malos ratos?

Hablando con Cardona a veces se me hacía un nudo en la garganta; hay que ser de piedra para no emocionarse. Pero ha sido una de las mayores satisfacciones en treinta años de servicio.

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