HISTORIA de la II Guerra Mundial

El secreto de Enigma descansa en Jaca

Antonio Camazón fue un espía español experto en criptografía que intervino en la II Guerra Mundial para descifrar mensajes de los nazis. Lo contó a su familia aragonesa en los últimos 15 años de vida en Jaca. 

Reportaje sobre la máquina Enigma y Antonio Camazón publicado en Heraldo en 2008
Reportaje sobre la máquina Enigma y Antonio Camazón publicado en Heraldo en 2008
Heraldo.es

Tu tío fue alguien en la Segunda Guerra Mundial porque era uno de los mayores expertos del grupo que trabajó en la operación Enigma , debía ser el número 20", comentó monsieur Rochais, un compañero francés, a Nicolás Luis Ballarín en Jaca. "Pude ser el 20, el 30 o el 40. No fue una carrera ciclista sino que el trabajo era en equipo", replicó Faustino Antonio Camazón a su sobrino en las charlas semanales (entre 1968 y 1982) cuando lo llevaba de excursión en su seiscientos a las iglesias del Serrablo o San Juan de la Peña. "Los franceses se han portado muy bien conmigo, mejor que con artistas (españoles), porque les hice un trabajo muy bueno. Pasábamos noches enteras para descifrar Enigma ", relataba Camazón con humildad porque no presumía ni de la condecoración que le otorgó el Gobierno francés ("mi tía María contaba la fiesta que le dieron, pero él no").

El jefe del Deuxieme Bureau, George Bertrand, reconoce en su libro "Enigma , el mayor enigma de la guerra 1939-1945" (Editorial Plon, 1973) que "cada equipo tenía una fracción para aumentar el rendimiento" (entre los tres grupos de expertos en criptografía integrados por franceses, polacos y españoles). El "Equipo D" estaba integrado por siete españoles exiliados procedentes del servicio secreto de la República ("5 oficiales y dos comisarios políticos", los define) y dirigido por Camazón . Bertrand relata que regularizó su situación (eran republicanos exiliados que estaban presos en campos de concentración del sur de Francia en febrero de 1939) para que entraran en el "templo secreto" Bruno (el puesto de criptoanalistas situado en el castillo de Vignolles, al noroeste de París).

Treinta años después de la Segunda Guerra Mundial, con la publicación de este libro de Bertrand y otros sucesivos (The Ultra Secret", de un miembro de la Inteligencia británica, o "Enigma ", del polaco Kozaczuk), empezó a desvelarse el secreto que los aliados descubrieron: el sistema de comunicaciones criptadas de los nazis con sus máquinas Enigma . Menos se conocía que españoles intervinieron en esa gran operación de espionaje, junto a los polacos e integrados en el servicio secreto francés. Cuando Nicolás Luis Ballarín leyó un artículo sobre "La máquina que ganó la guerra" en un diario nacional, donde se citaba al "misterioso Camazón ", que dirigía el equipo español, ató los hilos de las historias que le relató su tío durante quince años.

"Cuando vino en 1968 a Jaca aquí no se sabía lo que era la criptografía. No le di importancia, pero me contó muchas cosas. Tenía mucha documentación. Hablaba del sistema polialfabético a través del que unas letras sustituían a otras. Decía que les costó mucho descifrarlo", recuerda Ballarín.

El desconocido curriculum de Camazón , casado con la altoaragonesa María Cadena, es digna de una novela policiaca. Faustino Antonio Camazón (Valladolid, 1901-Jaca, 1982) demostró su rebeldía al colarse como polizón en un barco a sus 12 años hasta llegar a Colombia. Fue repatriado y sus padres lo enviaron a Madrid, donde destacó por su destreza en matemáticas, los idiomas y la criptografía. "Iba a dar clases a las embajadas y aprendía francés, inglés y alemán", cuenta el sobrino. "Fue tertuliano de Santiago Ramón y Cajal en el Café de Chinitas, y lo nombra en su biografía como un aficionado a la criptografía".

Camazón entró en la Policía Criminal en Madrid, donde resolvió algún secuestro y crimen gracias a su pericia en las huellas. La especialidad en criptografía lo condujo al Servicio secreto español que se estrenó en el norte de África en busca de Abd el Krim. No solo aprendió árabe ("sabía cuatro idiomas y conocía hasta doce, un día lo vi en Jaca hablar en japonés con unos turistas") sino que estrechó sus lazos con sus colegas del Deuxieme Bureau francés, que le sirvió para salvar una vida. Se convirtió en un alto cargo policial en la II República. "En la Guerra Civil estuvo en el frente del Ebro y en Tardienta, donde descubrió que uno se escondía en un campanario después de matar a varios soldados", agrega su sobrino Ballarín.

En 1938 conoció en Barcelona a María Cadena, una enfermera natural de Matidero (Huesca) que trabajaba en un hospital. Sabía que la República iba a perder la guerra. Los alemanes enviaron máquinas Enigma a España para empezar a trabajar en el envío de mensajes criptados, sobre todo la Legión Condor. La guerra civil fue el campo de entrenamiento de la II Guerra Mundial, también en cuanto al espionaje. "Mi tío intercambiaba información de la guerra civil con los franceses", señala su sobrino.

Hasta tuvo que alertar a su novia porque se enteró de que la habían denunciado y se escondió fuera de su casa. Se reunieron en París, tras proporcionarle un guía para cruzar el Pirineo y una identidad falsa. Camazón cruzó a Francia en febrero de 1939 con su secretario, "el señor Barba", e ingresó con los exiliados españoles en un campo de concentración al sureste de Francia.

Mandó una carta a sus compañeros franceses, pero no permitieron que llegara. Consiguió que el equipo de basura que salía del campo enviara la misiva y al día siguiente dos militares fueron a sacarlo de allí. Exigió que lo liberaran con su secretario. Hubo republicanos presos que los acusaron de traidores cuando los pusieron en libertad. Camazón ayudó a reconstruir el Deuxieme Bureau con su "colega francés", Gustave Bertrand, bajo la condición de que liberara a los siete integrantes del servicio de criptografía. Su nueva identidad falsa era André Magnol.

"Un día le pregunté si había pasado peligro y me dijo que solo en una ocasión", relata Ballarín. Cuando el mariscal Petain firmó el armisticio con Hitler (junio de 1940) tuvieron que desmantelar el puesto Bruno y marcharse a Argel con los criptólogos polacos y franceses. Los alemanes prohibieron que volaran aeronaves. No solo tuvieron que cruzar España en un avión sino que además sufrieron un aterrizaje de emergencia en Madrid porque estaba averiado. "Rezábamos y todo. Fue un viaje muy malo. En Madrid nos dijeron que los españoles no podíamos salir del avión, con lo que me hubiera gustado dar un paseo por allí para ver cómo quedó después de la guerra", explicó Camazón a su sobrino.

Primero dejaron un castillo próximo a París por el puesto Cádix en Nimes y en octubre optaron por salir a Argel en un almacén de pescados. A veces fue desmantelado ante la visita de los alemanes. En 1942 Argelia fue liberado por los aliados y fue su punta de lanza de la liberación de Europa por el Mediterráneo. "De Argel fueron detrás de las tropas aliadas. Vio campos de concentración nazis y contaba que le parecía una barbaridad para una gente tan inteligente. Mi tío explicó que les costó tres años y muchas noches de trabajo descifrar la máquina Enigma ", recuerda Ballarín.

Antonio Camazón era una perla del espionaje que se disputaron los servicios secretos de Estados Unidos al acabar la II Guerra Mundial. Dos norteamericanos se presentaron en su casa de París, en el bosque de Bologne, y le hicieron una oferta de trabajo muy tentadora por ser "uno de los expertos criptógrafos en la II Guerra Mundial y no era francés", pero él se negó. "Tampoco soy norteamericano. En Francia se han portado bien conmigo", replicó.

Su destino en la posguerra fue un mando en el Deuxième Bureau en el Ministerio de Asuntos Exteriores como experto en Latioamérica y España. "Me contó que los servicios secretos británicos y norteamericanos impidieron varios atentados contra Franco", cuenta su sobrino. La familia altoaragonesa vendió su gran biblioteca y se deshizo de su documentación en la basura. El secreto de Enigma descansa en Jaca.

La máquina de la guerra

Antonio Camazón se jubiló en 1968 y dejó sus tres apartamentos en París para volver a su tierra. En principio, se instaló en Pau, pero poco después llegó a Jaca con su familia aragonesa. Pero antes de emprender el regreso Camazón se entrevistó con el embajador español en Francia para saber si en su país tenía alguna deuda pendiente. Como estaba limpio podía volver. En Jaca recibía visitas de varios generales deseosos de conocer su experiencia tan importante en la Segunda Guerra Mundial. Su cultura era tan basta que su familia ha guardado hasta un estudio psicoanalítico que dedicó a Miguel de Cervantes y se convirtió en una conferencia en la Universidad de Sorbona en 1952.

El catedrático de Física de la Universidad de Granada Arturo Quirantes ocupa su tiempo libre en estudiar la criptografía. Hasta dedica en Internet un museo virtual al desconocido Antonio Camazón , el espía español más oculto y de los más importantes en la decisión de la Segunda Guerra Mundial. Su dirección www.cripto.es incluye una completa descripción de la máquina que decidió la guerra. Quirantes explica que "la máquina Enigma funciona mediante el sistema de sustitución polialfabética". "Cada vez que se pulsa una tecla para cifrar, al menos uno de los rotores cambia de posición, de forma similar a un cuentakilómetros de un coche. Un tablero de conexión tiene enchufes para conectar unas letras con otras", detalla.

Los alemanes se interesaron en la criptografía en la Primera Guerra Mundial, pero fue en 1926 cuando la máquina Enigma quedó bajo el control del Estado y desapareció del mercado comercial. La dependencia del Tercer Reich de Enigma fue total, desde sus ejércitos y servicios secretos (Luftwaffe, Tierra, Estado Mayor, submarinos, Marina Mercante, SS, SA y Gestapo) hasta toda su red diplomática o países amigos (Franco recibió varios en la guerra civil). Al descifrar los planes nazis, cambió la guerra y su rumbo.

(Este reportaje fue publicado en HERALDO DE ARAGON el domingo 28 de septiembre de 2008)  

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