Heraldo del Campo

Entrevista

"Un mayor poder de negociación del agricultor reduciría el desperdicio de alimentos"

Álvaro Areta, técnico de la organización agraria COAG, impartió en Zaragoza una conferencia sobre retos para evitar que la comida termine en la basura

Álvaro Areta, técnico de la organización agraria COAG.
Álvaro Areta, técnico de la organización agraria COAG.
Oliver Duch

Cada año en el mundo se desperdician los alimentos producidos en 1.400 millones de hectáreas de tierras de cultivos (un 28%), es decir, en una superficie mayor que China. Aunque se incide en este fenómeno en los hogares, desde COAG creen que es necesario analizarlo en todos los sectores de la cadena productiva. Así lo planteaba Álvaro Areta, técnico de esta organización agraria, en una conferencia en Zaragoza en el marco del ciclo ‘Aprovechamiento alimentario’, organizado por Ecodes y la Academia Aragonesa de Gastronomía.

¿Cuáles son las líneas básicas de su conferencia en Zaragoza?

Mi objetivo ha sido trasladar la relevancia del desperdicio alimentario, desde el enfoque de un mayor aprovechamiento, aportando la perspectiva del sector primario. Este problema afecta a toda la cadena de valor, desde la producción a los consumidores pasando por la industria. Por ello, es necesario abordarlo en todos los eslabones de la cadena.

¿En qué situación estamos con respecto a este asunto?

Hace unos días conocíamos un estudio del Ministerio de Agricultura que refleja que 2018 fue el primer año en el que se rompió la tendencia descendente del desperdicio alimentario en los hogares. Fue el primer año de incremento desde que se estudia este factor. Es preocupante porque el 42% del desperdicio alimentario se produce en los hogares. En lo que respecta al sector agrario, durante la producción de alimentos se produce una pérdida de alimentos más que un desperdicio.

¿Cuál es la diferencia?

Es una cuestión de voluntad. El agricultor trabaja en campo abierto y hay factores que son inevitables, como los climatológicos. Se puede reducir su impacto, y de hecho los agricultores lo hacen, porque es su medio de vida, pero también porque el agricultor es innovador por naturaleza. Se emplean mallas antigranizo o sistemas antiheladas, como quemadores o riego por aspersión, se están empleando técnicas y herramientas de cosecha mucho más precisas, que permiten reducir el porcentaje de pérdidas. Además, hay otra serie de causas que son propias del sistema alimentario en el que nos movemos. La capacidad de negociación del agricultor es muy poca. Tiene que ser mayor. En muchas ocasiones los precios que se pagan por la fruta ni siquiera cubren los costes de recolección, por lo que se queda en el árbol. Eso no es voluntad del agricultor. También el poder de decisión de los compradores genera pérdidas ya que tienden a rechazar las piezas que no tienen cierto aspecto. Cuando las cosechas son normales se da este rechazo, pero cuando las cosechas son cortas, se acepta cualquier tipo de pieza sea cual sea su aspecto. Hay determinadas cuestiones comerciales que se imponen al sector productor y que no se rigen por criterios de calidad.

¿Qué cantidad de pérdida alimentaria se genera?

Ahora mismo, la cifra de pérdida alimentaria que manejan las autoridades es del 39% sumando el campo y la industria. Se trabaja en una nueva norma europea para determinar la cifra de cada sector.

¿Cuál es la solución para esas causas externas a la producción?

Para nosotros es básico cambiar el modelo alimentario. Actualmente es un modelo especulativo. Es necesario equilibrar el poder de negociación. También es necesario mejorar la relación directa entre los agricultores y los consumidores finales. Hay que impulsar iniciativas, como el mercado agroecológico de Zaragoza, que permitan que el agricultor se adapte y el consumidor compre directamente al agricultor. Este tipo de dinámicas generan mucha mayor confianza y evitan el desperdicio alimentario. Si el productor tiene información directa, puede conocer mucho mejor lo que quiere el consumidor, cómo lo quiere y producirlo.

¿Para esa colaboración es necesario educar al consumidor final?

El hecho de que exista un consumidor crítico, que sabe lo que compra, que se preocupa… contribuye a cambiar el modelo alimentario. Un ejemplo son los calendarios de temporada. Proponemos al consumidor que consuma productos de temporada. Así se genera riqueza en el medio rural más cercano al comprar producto de proximidad y se asegura una mayor calidad y frescura, al mismo tiempo que evitamos que haya sustituciones de estos productos por otros importados, que además generan más impacto medioambiental por los kilómetros que recorren. Si, por ejemplo, consumimos kiwis de Nueva Zelanda, los melocotones de aquí se quedan en el árbol. Según estudios, mientras el consumo de fruta ha crecido en un 4% en todo el mundo, el de melocotón y nectarina ha caído un 22%. Se sustituye un producto de casa por otro tipo de frutas que no son de temporada.

Álvaro Areta, técnico de la organización agraria COAG.

Perfil

Álvaro Areta (Madrid, 1979) es ingeniero agrónomo y doctor en Economía Agraria por la Universidad Politécnica de Madrid. Es experto en el sector de la Agricultura y Alimentación en el que ha ejercido como asesor técnico en distintas áreas de innovación, política y economía agroalimentaria. Areta trabaja desde hace más de trece años en COAG, donde se ocupa de las áreas de Cadenas de Valor Agroalimentaria y Economía e Innovación y del sector hortofrutícola. Ha participado en el Foro de Alto Nivel de la Cadena Alimentaria de la UE.

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