Cuencas Mineras: ruta desde Alcaine a la cascada del Cubo

La comarca turolense de Cuencas Mineras es también tierra de hoces y desfiladeros. Proponemos una excursión desde la localidad de Alcaine que nos llevará hasta un paraje poco conocido del río Radón.

La localidad turolense de Alcaine, en la comarca de Cuencas Mineras.
La localidad turolense de Alcaine, en la comarca de Cuencas Mineras.
Heraldo

A lo largo de los siglos, algunos de los ríos de la comarca de Cuencas Mineras han ido excavando profundos barrancos y rompiendo la roca, creando saltos de agua de gran valor paisajístico. Desde la comarca se ofrecen diversas rutas (descargables en pdf) entre las que esta vez proponemos la que nos lleva hasta la cascada del Cubo, un insólito rincón del río Radón, un cauce alimentado por tormentas o precipitaciones intensas que da lugar a esas cortinas de agua de gran altura y atractivo. Se trata de un sendero, bien acondicionado en sus pasos más técnicos, que forma parte del Parque Cultural del Río Martín.

El itinerario que permite acercarse hasta la cascada del Cubo en el río Radón, aparece en la web comarcal y se inicia en la carretera TE-V-1145 que accede a Alcaine, 1,1 km antes de llegar al aparcamiento que hay situado a la entrada de la localidad. Una pista de tierra, indicada con una flecha (700 m), inicia una corta bajada hasta una escombrera y un corral en ruinas (680; 0,3 km; 5 min). Desde aquí una senda, más o menos configurada, desciende paulatinamente hacia el cauce del río Radón, atravesando un terreno de monte bajo, con romeros y sabinas, en el que destacan algunos bancales con olivos. Las vistas sobre la garganta Baja o estrecho del Hocino, en su tramo final antes de confluir con el río Martín, son realmente magníficas.

Una vez en el cauce (630 m), el acceso hasta la cascada del Cubo obliga a remontar el río hacia su garganta Alta. Rápidamente aparecen las primeras dificultades: una serie de peldaños metálicos permiten alcanzar una pequeña acequia excavada en la pared de la margen derecha. Tras progresar por la canalización con la ayuda de un cable pasamanos, se vuelve al cauce en las inmediaciones de su azud de derivación y se cruza a la otra margen. Dos estrechamientos sucesivos se superan a cierta altura sobre la margen izquierda del río, con la ayuda de grapas, peldaños y pasamanos.

La garganta se va cerrando sobre nuestras cabezas. Espectaculares cantiles de caliza nos conducen sin pérdida hacia el colofón de la excursión. Pero todavía resta un último obstáculo. Cuando llega al estrechamiento final, este aparece defendido por un corto muro vertical –4 m– equipado con grapas. Una vez alcanzada la cornisa superior se penetra con peldaños y cable en la gran sala o hemiciclo donde, literalmente, se esconde la cascada del Cubo (675 m; 1,4 km; 30 min).

Es un salto de agua de 19 metros de altura que tiene una marmita en su base, el denominado “cubo” que, salvo con agua corriente, alberga una poza de agua corrompida. El paraje es muy frecuentado por palomas, delatadas por la ingente cantidad de excrementos, y otras especies de fauna: grajillas, chovas piquirrojas, vencejos y aviones roqueros. El camino de vuelta se debe realizar por la misma ruta de la ida hasta la carretera (700 m; 2,8 km; 1 h).

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