Ruta por la simbología del Pirineo: mensajes en piedra

Grabados sobre la piedra, los símbolos han acompañado al hombre desde el principio de los tiempos, dejando su huella en el Pirineo. En el valle de Tena, un recorrido por Puente de Sabiñánigo, Biescas y Sallent de Gállego nos ayudará a desvelar su significado.

Dintel tallado de casa Oliván de Otal.
Dintel tallado de casa Oliván de Otal.
José Miguel Navarro

Los símbolos han acompañado al hombre desde el principio de los tiempos. Desvelar su significado, comprenderlos y entender la importancia que han tenido para el devenir de las comunidades humanas es apasionante. La simbología está presente en cualquier recorrido que hagamos en el Pirineo ya que, en todos ellos, hay una evidente huella antrópica. En esta ocasión nos centraremos en el valle de Tena.

Detenernos a observar y reflexionar sobre lo que alguien quiso transmitir dejando una marca indeleble sobre piedra, madera u otro material -incluso el paisaje-, es otro modo de disfrutar de los recorridos por los pueblos pirenaicos. Nos hará pensar en todos aquellos que nos han precedido y han pisado esta misma tierra.

Fortuna y protección

Temores atávicos, la búsqueda de protección, la íntima relación entre el ser humano y la naturaleza o el deseo de una vida próspera, subyacen en esta forma de comunicación, en este lenguaje tan universal que ha trascendido en el tiempo para llegar hasta nuestros días.

Nuestro recorrido parte de un lugar imprescindible para conocer la cultura pirenaica, el Museo Ángel Orensanz y de Artes de Serrablo, ubicado en Puente de Sabiñánigo, a tres kilómetros de la capital de la comarca del Alto Gállego, municipio al que pertenece.

En este espacio, recogidas tras el desmantelamiento de la sociedad tradicional, encontraremos cientos de piezas, herramientas y artilugios que sirvieron a nuestros antepasados hace no muchas décadas. En muchas de ellas, en un deseo íntimo de protección y mera supervivencia, encontraremos una importantísima carga simbólica. Desde el extraordinario dintel de Casa Oliván de Otal, salvado in extremis de su desaparición, pasando por cañablas y collares de ganado con recargadas tallas protectoras o modestas ruecas con simbología fecundante y propiciatoria…, no en vano eran uno de los regalos imprescindibles que un novio debía hacer a su prometida.

Fue inaugurado en 1979 gracias a la labor desarrollada por la Asociación "Amigos de Serrablo", recopiladores desde 1975 de enseres de la vida cotidiana procedentes de los pueblos deshabitados de la comarca, y a la contribución del escultor Ángel Orensanz, nacido en Larués y cuya obra forma parte también de los contenidos del museo.

Enfilando la carretera N-260 hacia el norte, buscaremos el telón de altas montañas que cierran el horizonte y donde, los hombres que vivieron en ellas, buscaron protección ante un marco geográfico tan bello como poco propicio para la vida y sus cultivos.

Paseo por Biescas

La primera población de entidad que encontraremos será Biescas. Esta villa sufrió, como pocas poblaciones, en su arquitectura y en su estructura los avatares históricos, entre ellos, la guerra civil. Aún así, en su casco viejo merece la pena pasear despacio para descubrir pequeños detalles del universo simbólico que han sido conservados con mimo por sus habitantes.

En el barrio de San Pedro, piedras armeras en la abadía o en casa Laúna nos hablarán de antiguos infanzones. En esa misma manzana de casas, una representación de santa Bárbara tallada toscamente en un sillar protege a los vecinos de tormentas y rayos junto con algún motilón que nos retrotrae a creencias muy antiguas venidas de Centroeuropa.

En el barrio de San Salvador, en la sorprendente casa de Pepe Estaún, una sirena, símbolo de la lujuria y de la perdición que acarrea, nos mira desde la ventana de la planta noble desde el siglo XVI. Reforzando el simbolismo lúbrico, hojas de higuera talladas nos recuerdan que fue un árbol asociado a la sexualidad pecaminosa. Muy cerca, en casa Calantrón se protegen de incendios con un sagrado corazón tallado en la clave y en casa Marco Caña una extraordinaria religada impide la entrada de brujas y enfermedades.

Sallent de Gállego

Valle arriba, aunque todas las poblaciones que lo componen poseen elementos dignos de mención y de atenta lectura, merece la pena llegar a Sallent de Gállego para disfrutar de piezas realmente interesantes.

Sagrados corazones, representaciones florales que atraían fecundidad a hombres y bestias, trisqueles vinculados al sol y al número tres, flores de la vida acompañando a representaciones lobunas asociados a los López…

Pero si hay algo que no debemos perdernos es la iglesia de la Asunción. Románica en origen, un crismón trinitario, resumen del credo cristiano, nos dará la bienvenida a la vez que nos advertirá de que nos disponemos a entrar en un lugar sagrado. Y una vez dentro, el colofón perfecto será la visita a la capilla del Rosario, en el lado de la epístola. Un despliegue seres mitológicos -centauros, sirenas, sátiros, ángeles- nos recordarán las virtudes o los vicios del ser humano que, a la postre, los creó.

La simbología no es una ciencia exacta. Hay mucho de subjetivo, de intuición o tradición. Muchos de ellos han perdido su significación primigenia y se representan por estética o por costumbre pero, lo que sí que es cierto es que, al tratar de descifrarlos, entenderemos una parte de la mentalidad de los que nos precedieron.

José Miguel Navarro es autor del 'Diccionario. Signos, símbolos y personajes míticos del Pirineo aragonés’.

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