El oro blanco y muy salado que revitaliza Naval

La reconversión de sus milenarias salinas en una zona de baños lúdicos y terapéuticos al aire libre, con 25.000 vistas cada verano, ha convertido de nuevo a la sal en el motor de villa.

Antonio Zocar en las salinas de Naval
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Haciendo un simple juego de palabras, el salinar de Rolda constituye ‘la sal de la vida’ de Naval. La localidad del Somontano, fronteriza con el Sobrarbe a través de su Sierra de Arbe, está viviendo una segunda edad dorada. Al igual que ocurrió en la Edad Media, la sal es el motor de desarrollo de esta pintoresca localidad que ha conseguido parar la despoblación gracias, en parte, a la actividad turística.

La sal de Naval, extraída durante centurias de las milenarias salinas de roca, fue muy apreciada en Aragón, España y Francia. Conocida desde la antigüedad como ‘oro blanco’ por su importancia en la conservación de alimentos, contribuyó al florecimiento de la localidad, plasmado en la construcción de su imponente colegiata o los monumentales almacenes, llamados alfolíes. Los arrieros transportaban la sal al otro lado de los Pirineos junto a la cerámica, otro símbolo de la villa.

La modernidad hizo poco rentable la explotación salinera, que corrió el riesgo de desaparecer. La alternativa era reinventarse o dejar morir un milenario patrimonio que dio fama a la villa y se convirtió en una seña de orgullo local.

La idea pasaba por reconvertir el salinar de Rolda –uno de los varios con los que contaba Naval– en un espacio de ocio y a la vez terapéutico, aprovechando las cualidades relajantes y sanadoras que tienen los baños en sal y, sobre todo, la alta concentración salina de sus aguas, superior a la del Mar Muerto. Si a la sensación placentera de bienestar y relajación que trae la sal se une a la belleza del entorno junto al río Llastre, amén de la buena cocina del restaurante construido en el salinar, se obtiene una experiencia turística de calidad. Algo de certero debe tener esto, a juzgar por el número cada vez más elevado de bañistas que frecuentan las pozas y piscinas del salinar. El verano pasado, 27.000 personas llegadas de varios puntos de España y el extranjero pasaron por este enclave, abierto de junio a septiembre.

Actualmente hay cinco balsas, algunas de habilitadas para niños o personas mayores. La sociedad limitada que maneja el espacio, integrada por 60 accionistas vecinos de Naval, quiere poner a corto plazo tres balsas más para atender toda la demanda.

En lo que llevamos de siglo, gracias a la iniciativa privada y a las ayudas públicas procedentes de Europa, se ha acondicionado el salinar y se le ha dotado de buenos servicios: baños y duchas, zona de picnic, señalización de senderos, creación de miradores… este verano se ampliarán las cocinas del restaurante (se llegan a dar 400 comidas diarias) y gracias a la Diputación Provincia de Huesca, se mejorará notablemente el acceso desde la carretera.

"Se nota mucho el contraste de la vida en invierno y en verano. De los 160 habitantes reales en invierno, los fines de semana y, sobre todo, los veranos hemos llegado a estar mil personas aquí, sin contar con los turistas que pueden venir por el salinar. Hemos pasado de depender del sector primario a hacerlo del turismo o el sector servicios por el efecto del salinar", explica el alcalde, Javier Rodríguez.

Gracias a este atractivo turístico, durante la temporada de verano trabajan unas 25 personas entre el restaurante y el salinar. El resto del año son tres personas las empleadas: la secretaria de la sociedad y dos operarios que se encargan del mantenimiento, además de seguir con la explotación de la sal que se vende para los animales o la conservación de carreteras por heladas. También se surte a la alta gastronomía y las tiendas ‘gourmet’ con las escamas de sal Flor de Naval.

Para aumentar población ha sido clave consolidar los servicios básicos con los que cuenta esta localidad. Con la escuela como primer bastión, hay que citar el consultorio médico, la farmacia, el bar, el centro de día, la peluquería, la panadería, dos carnicerías, piscina, gimnasio y otros equipamientos deportivos.

La actividad hostelera se completa con un café-bar de temporada, cuyos propietarios también elaboran turrón, un hostal y un albergue acondicionado tras subvención de la DPH. Además de esos alicientes, se van a acondicionar las piscinas de agua dulce, para dotarlas de cocina y zona para comer. Otro proyecto reciente es vincular la red de caminos de la sierra de Arbe a la iniciativa BTT Zona Zero del Sobrarbe.

Pista a Suelves

El impacto turístico podría ser mayor si las instituciones apostaran por unir la sierra de Guara con la de Arbe, la puerta al Sobrarbe desde Barbastro, a través de una pista de tierra que comunica Colungo y Bárcabo con Naval por Suelves, pueblo recuperado por algunas familias belgas. Son 11 kilómetros que constituyen una reclamación histórica para el Ayuntamiento de Naval. En los últimos años se ha ido mejorando la pista de tierra y ahora la DPH ha anunciado una inversión de 156.000 euros para seguir aplanando el terreno desde Colungo.

Casa Jobita: pan artesano de horno de leña para toda la redolada desde la plaza Mayor

Naval cuenta con buenos productos agroalimentarios. Sus corderos tiene fama en la zona: se sirven en las dos carnicerías locales, así como en toda la comarca. También son muy apreciados el pan y la repostería artesana de Casa Jobita, tienda que ofrece desde los porches de la plaza Mayor productos de primera necesidad (fruta, verduras, … ) a sus vecinos, conservando la esencia de los antiguos colmados de antaño. El joven panadero Víctor Charlez ha heredado el negocio de sus padres; su mujer y él optaron hace siete años por quedarse a vivir en Naval, donde siguen junto a su pequeña de siete meses. "Hacemos tortas, magdalenas, dobladillos y repartimos pan a diario por la zona: El Grado, La Puebla, Graus, Estadilla, Barbastro... también a restaurantes. Es una ruta circular que permite vivir de esto", explica Víctor. Su pan es de horno de leña y también lo elaboran con masa madre ecológica. La tienda hace las veces de local social del pueblo. "Una tienda como ésta en un pueblo es imprescindible. Aquí viene la gente a pegar la charradeta. Ir a buscar la barra de pan es un motivo de socialización".

Desde combatir heladas en carreteras y aceras hasta aromatizar el baño casero

Además de ser un patrimonio etnológico, las salinas siguen siendo un importante activo económico para Naval. El agua procedente de los minerales, depositada en balsas y expuesta al sol, genera entre 50.000 y 60.000 kilos por año. Tras una gran nevada acaecida este pasado invierno, los operarios del salinar tuvieron que moler sal para acometer el encargo del Ayuntamiento de Estadilla, que la destinó a esparcirla por su núcleo. No obstante, el uso más frecuente está destinado al ganado y al consumo humano, tanto gastronómico –por su gran calidad– como para el baño en sales aromáticas. Sus cualidades fueron muy apreciadas en Francia, donde recibir sal de Naval era uno de los mejores regalos que se podía hacer: así lo cuenta en un libro Juan Manuel Rodríguez, obra editada por el Instituto de Estudios Altoaragoneses sobre la actividad salinera a lo largo de la historia. El salinar sigue activo gracias al trabajo que se lleva a cabo a diario. "La sal lo oxida todo, y es costoso mantener el salinar en condiciones. Hay que estar todo el año restaurándolo, y vigilando que el manantial mane para que siga siendo productivo", explica Antonio Zocar, uno de los empleados.

LOS IMPRESCINCIBLES

La colegiata

La colegiata de Santa María La Mayor, de origen románico, fue reformada en el siglo XVI en estilo gótico, con bóveda estrellada. Se ubica en la peña de la Espada, así llamada por su forma: cerca se ven los restos del antiguo castillo.

Alfarería y sal

La decoración en cerámica de la fuente de la calle Mayor, construida en 1908, es la estampa que mejor define a Naval, con dos actividades que fueron su principal motor económico: la alfarería, con infinidad de hornos, y sus salinas.

La feria artesana

Naval celebra el tercer domingo de noviembre su tradicional Feria Artesana, cuyos orígenes se remontan a la Edad Contemporánea tras un privilegio real. Se recuperó en 2000, y hoy forma parte del calendario de ferias de Aragón.

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