"Llevé secretos de la Resistencia"

Pilar Murillo emigró con su familia a Francia en la guerra civil y con 12 años fue espía en la II Guerra Mundial. Su padre escapó de un campo nazi que protegía el desembarco de los aliados

Pilar Murillo, que fue espía con 12 años para la Resistencia, muestra una foto de su padre Domingo, que huyó de los campos nazis.
Pilar Murillo, que fue espía con 12 años para la Resistencia, muestra una foto de su padre Domingo, que huyó de los campos nazis.
Guillermo Mestre

Pilar Murillo tiene 89 años y todavía da clases de francés a un niño de 5 en su casa de Zaragoza. Cuando ella era un poco más mayor que ese chico al que hoy ayuda, apenas con 9, tuvo que emigrar a Francia con su familia en 1938 porque a su padre, Domingo Murillo Calasanz, que era concejal socialista de Barbastro, lo llamaron a filas en la República porque había hecho la mili en Transmisiones.

Al celebrarse este jueves el aniversario del desembarco de Normandia, el principio de la derrota del nazismo en la II Guerra Mundial, Pilar ha aceptado revivir el pasado con HERALDO en su domicilio de Zaragoza. "Llevé secretos de la Resistencia en la Segunda Guerra Mundial escondidos en las enaguas y en bicicleta cuando tenía 12 años", susurra Pilar Murillo. Esto es parte de una vida muy complicada en la que le tocó sobrevivir a dos guerras. Escapó de la de España y se refugió con su familia en el pueblo de Aubusson, en el centro de Francia, y allí sufrió la ocupación de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Aún habla con miedo por lo que contempló y no puede olvidar.

Su padre, Domingo Murillo Calasanz, cuya familia tenía negocios de carnicería y eran vecinos de la familia de José María Escrivá de Balaguer (asistieron a la ordenación del fundador del Opus en 1925 "como si fuera una boda", contaban), acompañó en 1938 a su mujer Pilar y a un hijo para pasar a pie el puerto de Benasque hacia Luchon mientras se producía el bombardeo de Bielsa. La niña Pilar estaba esos días con unas tías en Vilas del Turbón huyendo de los efectos de la Guerra Civil, hasta que cruzó con ellas los Pirineos. La familia se refugió en Aubusson, en el departamento de Creuse, y la madre tenía que trabajar de cocinera en un hotel que ocuparon los alemanes en noviembre de 1942.

Mientras crecía, Pilar estudiaba con los franceses y sacaba el número uno de la clase. Su padre, que era capitán, se exilió de España al acabar la Guerra Civil para reunirse con su familia en Francia. Pero tuvo que pasar por el campo de refugiados de Vernet d’Ariege, en el sur de Francia, donde fue visitado por un diputado francés que era familiar suyo y se encontró con Josip Broz ‘Tito’, que estuvo en las Brigadas Internacionales en España y acabó de presidente en Yugoslavia. Y desde allí lo trasladaron varios meses a la prisión militar de Collioure, el pueblo que hizo famoso el poeta Antonio Machado al fallecer allí en 1939.

Cuando Francia creó los grupos de trabajadores extranjeros sacó al capitán aragonés de la celda de Collioure donde lo habían investigado y lo enviaron a un campo de trabajos forzados en Lille para fortalecer las playas al norte del país y defenderse ante un eventual desembarco. El cambio fue tremendo porque pasó de estar con los franceses del Gobierno de Vichy a padecer las órdenes de los alemanes. Aún así, tuvo la suerte de que no lo trasladaran, como a otros españoles que estaban en la línea Maginot, a los campo de concentración. "A mi padre no lo mandaron a Mauthausen porque no estaba marcado", sugiere su hija.

Aunque Domingo era poco hablador sobre esos años, Pilar Murillo cuenta que la Resistencia le facilitó un salvoconducto y así pudo escapar del campo de Lille después de estar medio año bajo el yugo de los nazis. Era uno de los campos con los que blindaban el norte de Francia ante cualquier desembarco aliado. El capitán Murillo acudió a un contacto de la Resistencia en París para que le informaran de dónde estaba su familia, pero le costó bastante obtener ese dato hasta ir a las afueras de la capital francesa ocupada por Hitler. Al final, pudo llegar hasta Aubusson y se quedó de piedra cuando vio que su mujer tenía que trabajar de cocinera en el hotel y en la Comandancia para las tropas alemanas.

"Un alemán guardaba la puerta del hotel de Aubusson y se tuvo que ir a casa con mis tías, que eran enfermera y maestra. Luego alquilamos otro piso independiente para estar la familia. Mi padre solo venía a dormir y se iba todas las mañanas a las seis para trabajar en el bosque cortando leña con otros españoles. Y además les daban allí de comer", relata Pilar Murillo. Este era el método menos peligroso para evitar que los nazis pudieran detener a Domingo en cualquier momento.

Tirar papeles al váter

Entre suspiro y suspiro, Pilar llega al momento en que fue espía para los aliados. "Llevé papeles secretos de la Resistencia y un día tuve que tirar muchos al váter para que no los cogieran", rememora Pilar con temor ante lo que hubiera podido sufrir si la hubieran descubierto los alemanes. Era una adolescente a la que encargaban entregar mensajes de las redes de espionaje. Aunque han pasado tantos años, ella guarda el secreto de quién se lo encargó. "A mi madre no le pedí permiso", reconoce. "Era muy comprometido. A mi padre le conté después lo que hice, pero no entonces".

Al final de la contienda, se trasladaron a Toulouse porque estaba lleno de españoles y podían ganarse mejor la vida tras sufrir la ocupación. En un festival de jota en la Casa de España conoció a un aragonés venido de Maella, José Albiac, se hicieron novios y en 1951 regresó a España, se casó, fue profesora de francés en la Escuela de Turismo y tuvo cuatro hijos. "Mi padre no volvió nunca a España porque tenía dos condenas de muerte. Llegó hasta la parte francesa de Canfranc para esperarme", concluye.

Matanzas tras los ataques a la división Das Reich con el desembarco de Normandia

Este jueves se cumple el aniversario del desembarco de Normandia. Poco antes de que se produjera el cambio definitivo de la II Guerra Mundial, a principios de junio de 1944, la división de tanques alemana Das Reich sufrió varios ataques de la Resistencia cuando subía desde Montauban hacia Caen para apoyar sus tropas en la batalla de Normandia. Los soldados alemanes de Aubusson, un pueblo de 14.000 habitantes, "fueron a sacar a todos los hombres de sus casas para llevarlos a la plaza de España y la llenaron de ametralladoras", relata Pilar Murillo. "Menos mal que mi padre estaba en el bosque. Cuando iban a matarlos, un comandante alemán que estaba herido dijo que no los ametrallaran porque le habían ayudado a curarse y se libraron", agregó.

Pero la suerte de la familia Murillo no fue la misma de los que vivían en las cercanas Tulle y Oradour sur Glane, que recuerda Pilar Murillo con pavor por las matanzas que ocurrieron y porque luego fue a visitar esos lugares. El 10 de junio de 1944, las tropas alemanas asesinaron a 642 personas (25 de ellos españoles), entre los fusilados, mujeres y niños ametrallados y los que fueron quemados en la iglesia. Esta localidad nunca se reconstruyó, como Belchite, y quedó como el símbolo de lo que hicieron los nazis y se construyó un museo. "Un niño se salvó porque se cayó en una cuneta y no lo vieron", rememora la profesora.

"En Tulle colgaron a los hombres en los balcones", apunta. De los 120 habitantes que los nazis ahorcaron en esa localidad, 99 fueron antes torturados. En los días siguientes, 149 hombres fueron deportados a Dachau, donde perdieron la vida 101. "Estuve viviendo doce años en Francia y he vuelto muchas veces a ver a mis amigas", recuerda Pilar. "Pero nunca puede ocurrir otra guerra igual", se despide.

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