Por
  • Alejandro E. Orús

Teruel y los lapones

Manifestación de Teruel Existe en las calles de Zaragoza.
Manifestación de Teruel Existe en las calles de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Nuestras circunstancias orteguianas nos deparan combates muy distintos, desde los que definen nuestras ambiciones profesionales hasta, por ejemplo, los de las enfermedades que nos aquejan. Por todas esas batallas vitales vamos pasando con victorias, derrotas y muchas veces ni con una cosa ni con otra. Es posible elegir alguno de esos combates, meterse en charcos que podían haberse eludido, pero otros resultan, por decencia, obligados. Coinciden ahora, curiosamente, contiendas colectivas de naturaleza tan dispar como la que libran los turolenses para ser iguales que el resto y la de algunos catalanes empeñados en ser más que nadie.

Toda la lírica que acompaña los restos de lo que fue el alma aragonesa pasa ahora necesariamente por Teruel. Sus tierras deshabitadas se han convertido en la quintaesencia de Aragón, como si albergaran alguna suerte de verdad oculta frente a los designios de nuestro tiempo. Teruel es una frontera de lo contemporáneo, un Matrix desolado donde se abisman los sueños y las realidades –con ese mantra que reclama su existencia–, algo que siempre casa mal con las cuentas que requieren las inversiones. Y de ese desajuste sostenido surge la llamada Laponia española.

Al menos quedan las palabras que nos rescatan del olvido, los nombres de cada uno de los pueblos de la provincia que pudieron verse en la manifestación del pasado domingo en Zaragoza. Su sola mención aún es capaz de reavivar en algunos de nosotros vínculos perdidos, tan antiguos que las historias reales, duras, que obligaron al abandono de aquellos pueblos se transforman en ideales bucólicos, en sueños que probablemente nunca fueron realidad.

También los lapones de verdad se quejan de que se les ignora. En 2015, un grupo radical de ellos optó por raparse el pelo en una protesta ante el hotel donde se alojaba el ministro de Cultura sueco. En su manifiesto incluyeron una frase que sirve plenamente para los turolenses: "A las personas que no existen no se les concede ningún derecho". El combate es el mismo.