Búsquelo, seguro que está allí

Las librerías de viejo y antiguo son un comercio encantador y útil que solo los necios -y no faltan- despreciarán. Aproveche el lector su presencia en nuestras calles.

Spencer ex libris.
Spencer ex libris.
Lola García

Esta es la historia resumida de un libro. De un libro aragonés de papel, que nace en el siglo XVII. El sabio Juan Francisco Andrés de Uztárroz, nombrado cronista oficial por los diputados aragoneses, escribió unos ‘Anales del Reino de Aragón’, con los que continuaba la obra de predecesores renombrados, como Zurita, Blancas o Argensola. Trató de los años 1521 a 1528, pero murió en 1653, sin haber dado la obra a la imprenta. No sabemos bien por qué.

Edición destruida

Una obra así requería el permiso de los diputados, censores de las historias oficiales, redactadas por su mandato y sujetas a sus exigencias. Al morir Andrés, el Reino nombró cronista a Francisco Diego de Sayas, al parecer menos laborioso. Los diputados crearon, pues, una especie de cronista de refuerzo –’extraordinario’, o sea, fuera de cupo– en la persona de Martín Zapater, fraile cisterciense del monasterio de Rueda, que había enseñado Teología en Salamanca. Casi lo primero que hizo fue imprimir en 1663 la obra pendiente del difunto Andrés, con todas las bendiciones... excepto la de Sayas.

Indignadísimo, recurrió este al justicia, alegando contrafuero por haberse procedido contra sus prerrogativas: el cronista era él, y punto. Ni el muerto ejercía, ni Zapater podía obrar por sí, El justicia le dio la razón y los diputados –el reino, como quien dice–, "mandaron en 25 de marzo de 1664 que fuesen inutilizados todos los ejemplares del libro; pocos fueron los que escaparon del desastre". Esta frase aparece añadida, a mano, en uno de los pocos volúmenes que sobrevivieron, como enseguida se dirá.

La caza y destrucción de los ‘Anales’ del Dr. Andrés debió de ser fructífera, pues apenas habían tenido tiempo para difundirse. Hoy se consideran raros los ejemplares de esa edición. Y hubo más: el proceso instado por el picajoso Sayas arrastró la anulación del nombramiento del fraile Zapater, destituido el 5 de mayo siguiente. Sayas acabó publicando, en 1666, sus propios anales sobre los años 1520 a 1525.

Un ejemplar salvado

La segunda parte de esta historia es cómo ha vuelto a Zaragoza, hace solo un par de años, uno de los raros libros supervivientes de aquella destrucción, que fue ordenada por razones muy aragonesas, esto es, jurídicas y legales, y no ideológicas ni políticas.

Por la vía que fuera –cuyo detalle desconozco–, un ejemplar superviviente de esa aniquilación justiciera llegó a la bien nutrida y selecta biblioteca de los Spencer, en Inglaterra. Aunque sea sin saberlo, mucha gente conoce a los Spencer, entre cuyos miembros notorios figura el duque de Marlborough (el Mambrú que se fue a la guerra de las canciones populares española y francesa). También es la familia de Churchill y de Lady Di, que tenían abuelos comunes desde el siglo XVIII, cuando el conde de Sunderland, que era un Spencer, casó con Anne Churchill. Como que Churchill se llamaba Winston Leonard Spencer Churchill; y Lady Di fue Diana Frances Spencer (Frances era el nombre de pila de su madre). La familia tuvo altibajos de fortuna y en tiempos del VII duque hubo de vender abundantes bienes para hacer frente a sus ruinosas deudas.

El más acreditado librero anticuario de Inglaterra fue Bernard Quaritch, muerto en 1899. Tuvo un famoso establecimiento en Picadilly, 15. Sus sucesores han cambiado de sitio (al chic Mayfair), no de negocio. Empezó como empleado de otro gran comerciante de libros, Henry Bohn. Cuando decidió emanciparse, su principal le inquirió el porqué: "Porque usted es el mejor librero anticuario de Inglaterra, pero yo quiero ser el mejor de Europa". Probablemente lo consiguió.

Entre otras compras relevantes, adquirió en 1881 la gran biblioteca de los Spencer en su imponente palacio de Blendheim, en Sunderland. En el lote vendido a Quaritch por el duque de Marlborough estaba el singular Uztárroz de 1663. Al cabo de tres siglos y medio, en 2016, ha vuelto a casa. Está en los anaqueles de Luces de Bohemia, la libreria zaragozana de libro antiguo fundada por Francisco José Asín, una fuerte vocación en la estela que surcaron antes Inocencio Ruiz y los Marquina de Hesperia, que siguen en la laboriosa brecha.

Este libro es más llamativo, pero no forzosamente más interesante, que otros muchos que pueden verse estos días en la zaragozana plaza de Aragón, donde se ha inaugurado su XIV Feria anual (por supuesto, sin presencia de la autoridad municipal). Hay de todo y para todos. Nos los traen libreros de media España y se venden incluso por un euro. Antiguos y modernos, usados, rastreados, clasificados, tasados y ofrecidos al público por una docena de libreros ‘de viejo y antiguo’ que se dedican a este singular comercio, del que nadie recibe daño.

Busque su libro de viejo: seguro que está allí y a buen precio.