Por
  • José Luis de Arce

Bomberos en el Pirineo

Mucho se está hablando estos días de la carencia de un cuerpo de bomberos suficientemente localizado y capacitado para atender las emergencias que pueden ocurrir en la amplia zona del Pirineo aragonés, en la que también, como ha ocurrido recientemente en algunas ocasiones, los incendios han producido desgracias y se ha echado en falta la rapidez de la presencia de los bomberos.

En el verano de 2016, yo mismo fui testigo de esta peligrosa tardanza en un incendio que aconteció en un chalé de la urbanización de Badaguás, que dista unos 10 kilómetros de Jaca. De no haber sido por la intervención, a veces arriesgada, de los propios vecinos y habida cuenta de la abundante presencia de madera en las estructuras de las construcciones, podría haberse ocasionado una gran tragedia, pues los bomberos tardaron en acudir más de 45 minutos. Al parecer, el retén de Jaca estaba actuando en Villanúa y no se pudo encontrar otra alternativa, desconozco si por cuestiones competenciales entre áreas comarcales o por la burocracia que esté detrás de todas estas cosas.

No dudo, en absoluto, del valor y la dedicación de quienes acuden a apagar los fuegos, pero sí dudo, y mucho, sobre los responsables de que a estas alturas no exista aún una red perfectamente organizada, equipada y dispuesta a una rápida intervención en el entorno altoaragonés. Y más si tenemos en cuenta que estamos en una zona de alto interés turístico, de gran dispersión de la población y de un tipo de construcciones que propician la combustión.

Esta cuestión no pueden quitársela las autoridades de encima alegando conflictos entre leyes de diferente rango, ni tratando de endilgar las responsabilidades a unos u otros niveles de las diferentes y múltiples administraciones que podrían meter la mano en cuestiones como esta, resultando que al final nadie la mete; ni culpando a Montoro de que no deja crear nuevos puestos de trabajo a la Diputación de Huesca. Debieran concluir, entre la DGA, la DPH, algunos ayuntamientos significados y las dichosas comarcas, que hay un problema de seguridad ciudadana y que lo que debe hacerse entre todos es abordarlo y, sobre todo, resolverlo. ¡No quiera Dios que ocurra alguna verdadera desgracia y sea entonces cuando la clase política se afane a poner paños calientes!

Creo que al final deberá primar la cordura entre administraciones y creo también que, sin duda, se encontrará una solución a un tema que empieza a ser acuciante y que dice muy poco de la capacidad de previsión con que organizamos los servicios a los ciudadanos. En casos como este, no vale excusarse ni en la complejidad de las leyes ni en dilucidar a quién corresponde la encomienda: a todos corresponde velar por los ciudadanos. Pónganse, pues, a trabajar en lugar de a discutir y sean capaces de demostrar que la política, al margen de las peloteras internas que se llevan entre ustedes, se ocupa de verdad, siquiera a veces, de los problemas que afectan a la ciudadanía. Que para eso les paga.