Se busca a las niñas que van a cambiar el mundo

¿Por qué ellas no quieren ser ingenieras o tecnólogas? Una plataforma de científicas apuesta por descubrir a las chicas que la ciencia está llena de oportunidades.

Zoe Santolaria, Carmen Mayoral, Ana Murillo y María Jesús Lázaro.
Se busca a las niñas que van a cambiar el mundo
Toni Galán

Ana Murillo (36 años) estudió Ingeniería Informática, un grado que, hoy por hoy, solo tiene un 10% de alumnado femenino. Ana es investigadora en el grupo de Robótica, Percepción y Tiempo Real de la Universidad de Zaragoza (UZ) y no entiende por qué cada vez menos mujeres eligen esta especialidad que ella encuentra apasionante y llena de oportunidades. Zoe Santolaria (34 años) es química e investiga en Nanoimmunotech, una ‘spin off’ de la UZ centrada en la nanociencia y sus aplicaciones. La carrera de Química es una de las más apreciadas por las chicas dentro de las ciencias, pero muchos lo asocian a lo que pasa en las disciplinas biosanitarias: los estudios más enfocados al cuidado de las personas o al trabajo en equipo son más atractivos para las jóvenes que los que se asocian -a menudo erróneamente- a la imagen del científico solitario.

Carmen Mayoral y María Jesús Lázaro (ambas 49 años) trabajan en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Aragón. Con una dilatada carrera a sus espaldas (Lázaro es la delegada del CSIC en la comunidad), les preocupan más los motivos que hacen que las niñas no estén interesadas en las disciplinas técnicas y científicas que los techos de cristal que, a su juicio, ya van cayendo. Todas participan estos días en la "Iniciativa 11 de febrero", un movimiento que quiere inspirar a las niñas y a las universitarias. El objetivo es darles referencias de mujeres que han triunfado en tecnología y que viven de ello, y explicarles, a partir de ejemplos reales que en este sector hay trabajos fantásticos que cambian y reinventan el mundo.

"No queremos cuotas ni ayudas específicas, solo queremos que las niñas conozcan estas salidas y que ninguna deje de elegirlas si es lo que le gusta", aclara Carmen Mayoral. La ingeniera de este grupo, Ana Murillo, no echa en saco roto que sus padres fueran matemáticos. Pero tampoco pasa por alto los clichés que la sociedad impone desde los primeros años de vida. "Todavía en muchas familias a las niñas se les regalan bebés para cuidar o cocinitas, y a los niños coches, cajas de herramientas y piezas de construcción. Es fácil saber en qué trabaja un médico o un profesor, pero no es tan sencillo descubrir las posibilidades de un ingeniero si no te las muestran", explica Ana. Y el asunto se traslada al instituto: "Los estudiantes desconocen el sector productivo industrial, cómo se hace una galleta, qué tecnología hay detrás de un medicamento o de unos esquís, cómo funciona un cajero...".

Carmen Mayoral toca otro tema de fondo: el del perfeccionismo que marca a las chicas que destacan académicamente. "Los chicos temen menos al fracaso y al error, pero las chicas no quieren equivocarse", recalca. No es solo una sensación: un exigente estudio de la revista ‘Science’ mostró que las niñas, con 6 años, ya se sienten menos brillantes que los chicos. Otras investigaciones concluyen que se sienten menos capacitadas si creen que se les examina en algo destinado a "personas muy inteligentes". "Y, a veces, por sacar una buena nota en Medicina, por ejemplo, se retiran de las asignaturas en las que no pueden asegurar la nota que querrían, aunque sean igual o más capaces que sus compañeros", argumenta Mayoral.

La crisis y sus consecuencias

Este patrón acompaña e influye en su carrera posterior. La crisis ha sido demoledora para el mundo científico. Las convocatorias de plazas, por ejemplo, se han diezmado, y cuando se han celebrado, muchas mujeres han preferido no competir. "Desde mi punto de vista, en el CSIC por ejemplo no hay discriminación de género y se va apostando por mujeres al dar cargos de confianza. Pero una cosa es que se ofrezca el puesto y otro que la mujer lo acepte", explica María Jesús Lázaro.

Sí que se ha visto que menos mujeres sacaban plaza durante los años de recesión, aunque no por una discriminación hacia su sexo. Zoe Santolaria ve otro tipo de patrones en esta tendencia. "Ahora mismo, para sacar una plaza de titular tienes que haber realizado muchos años de una carrera científica muy exigente y competir a unos niveles muy altos. Por eso es difícil conseguirla antes de los 40 o 45 años", explica. "Cuanta más crisis hay, más competitivas son las convocatorias. Y las mujeres, cuando hay tanta competitividad, se presentan menos. La mujer quiere hacer las cosas muy bien y si presentarte supone dejar de lado muchas más opciones, o no tener familia, o no tener tiempo para desarrollarte en otras cosas, a las mujeres les compensa menos. El hombre se lanza con más facilidad", opina esta joven científica.

Sobre esto, coinciden en que suele ocurrir que más mujeres prefieren el equilibrio y que les compensa menos "vivir siempre en la Fórmula 1". Pero eso lo ubican dentro de las decisiones personales. Mientras, no cejan en su empeño de lograr que ninguna niña deje de ser científica por falta de información o presión social.

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