Cuando el fin de la minería hace mella en toda una comarca

Andorra fue un foco de atracción entre los 60 y los 80 por su necesidad de mano de obra y se convirtió en la segunda ciudad más joven de España. Las tornas han cambiado y Andorra-Sierra de Arcos es la comarca que más población ha perdido en el último año.

Un grupo de jubilados, ayer, tomando el sol junto a la estación de autobuses de Andorra.
Un grupo de jubilados, ayer, tomando el sol junto a la estación de autobuses de Andorra.
Laura Castel

La estación de autobuses de la Villa Minera era ayer un buen reflejo de lo que ocurre en su comarca. Andorra-Sierra de Arcos es, proporcionalmente, la zona que más población ha perdido en el último año de todo Aragón. En uno de sus bancos tomaban ayer por la mañana el sol un grupo de jubilados. A su alrededor, un edificio de viviendas construido hace ya cinco años que su promotor no consigue vender y varios solares propiedad de constructoras que no se atreven a edificar porque saben que sus pisos no tendrán salida. Gran parte del grupo son jubilados de la minería cuyos hijos se han marchado de Andorra a buscar trabajo.


Un camino inverso al suyo. Algunos de ellos llegaron siendo jóvenes de toda España en busca de un futuro mejor que ahora sus descendientes no encuentran. Entre mediados de los 60 y principios de los 80 hubo un gran flujo de emigración por la necesidad de trabajadores en las minas que disparó la población en Andorra y llegó a convertirla en la segunda ciudad más joven de España y una de las primeras a nivel europeo.


Es el caso de José Luis Álvarez, que llegó con su familia desde Asturias hace 59 años porque su padre se incorporó de encargado de una mina. Ahora dice que la situación es "muy complicada" en una comarca que ha pasado de vivir prácticamente de la minería y de su industria indirecta a ver como en diciembre cerró en Ariño la última mina de interior de Aragón sin alternativas y con la necesidad de que se invierta 230 millones de euros en la Central Térmica que garantice su continuidad.


Solo en 2016 se perdieron 200 empleos directos en los pozos de carbón de la cuenca de Ariño. "La minería está cada vez peor y desde la crisis, cuando cerraron muchas fábricas, solo nos queda la Térmica para no convertirnos en una ciudad-dormitorio", comenta José García, prejubilado de la minería de 62 años.


El número de vecinos de la comarca se ha reducido en un 2,65%, que en números absolutos supone 285 habitantes menos. Los nueve municipios que forman esta comarca han perdido vecinos en la última década. Crivillén ha sido en porcentaje el que más lo ha sufrido, con un descenso de 33,64%, hasta quedarse con los 71 actuales.


La localidad es un claro ejemplo de que la llegada e integración de nuevos pobladores no siempre es fácil. El Ayuntamiento construyó hace unos años un bar municipal gracias a ayudas públicas para que se instalara en el pueblo una familia con niños. Sin embargo, su alcaldesa, María Josefa Lecina, reconoce que desde entonces han vivido "un calvario que prefiere olvidar". "Venían, hacían lo que querían y después se marchaban sin pagar. Les tratábamos bien, les ofrecíamos trabajo…más no podíamos hacer", comenta la edil, que finalmente optó por arrendar el bar a gente de la localidad.


Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, la población a 1 de enero de 2016 en Andorra era de 7.875 empadronados. Una importante bajada respecto del año anterior, cuando las cifras oficiales contaban 8.065 vecinos. Si se echa la vista atrás, en la última década, la cabecera de la comarca ha perdido 281 vecinos, es decir un 3,45%. Sorprende el caso de Andorra porque rompe la regla de comportamiento frente al resto de cabeceras de comarca, donde prácticamente todas han ganado o, al menos, mantenido población. En 2009, la Villa Minera llegó a tener 8.403 habitantes y, desde entonces, salvo un año, ha ido perdiendo constantemente.


El presidente comarcal, Antonio Donoso, también extrabajador de la minería, asegura que en la realidad los números aún son más sangrantes porque muchas personas que se han marchado fuera no se han dado de baja del padrón. Calcula que el censo es hasta un 20% inferior.


Donoso reconoce que las distintas administraciones deben hacer autocrítica porque no han sabido ofrecer alternativas a un sector, la minería, del que se conocía hace años que tenía los días contados. "Políticamente se debería haber hecho mucho más", lamenta. A la zona ha llegado mucho dinero en forma de ayudas de planes como el Miner, pero no siempre han funcionado los proyectos escogidos. "Ahora nos encontramos en el límite para evitar que la situación sea aún más mala, la última luz que nos queda encendida es la de la Central, no podemos dejar que se apague por no invertir", concluye el presidente de la comarca.

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