Bacterias superresistentes, derrotarlas tiene premio

El mal uso de los antibióticos y la aparición de bacterias resistentes preocupan cada vez más a las autoridades sanitarias. Un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud alerta de que las consecuencias ya se empiezan a notar, y pueden ser muy graves. Dos premios millonarios recompensarán a los investigadores que consigan aportar soluciones.

La bacteria de la placa de la izquierda es vulnerable a los discos de antibiótico y no crece a su alrededor; la bacteria de la derecha resiste.
La bacteria de la placa de la izquierda es vulnerable a los discos de antibiótico y no crece a su alrededor; la bacteria de la derecha resiste.
James Gathany/Centers for Disease Control and prevention

A finales del siglo XVII, media Europa buscaba una solución para uno de los problemas científicos de mayor interés entonces: el de la longitud. En aquellos tiempos de largas travesías marítimas, la determinación precisa de la posición de un barco en alta mar cobraba vital importancia. La latitud podía medirse con facilidad observando el sol o las estrellas, pero para calcular la longitud era necesario utilizar un reloj muy preciso, y los aparatos de péndulo de la época no eran efectivos por culpa del movimiento de las naves.


Los reinos español y holandés ofrecieron recompensas a quien lograra resolverlo, pero nadie fue capaz. En 1714, la Corona británica creó el premio Longitud, dotado con 20.000 libras, pero hubo que esperar unos 50 años para entregarlo al relojero británico John Harrison, que fabricó un reloj portátil de gran precisión.


El pasado año, con motivo del 300 aniversario de la creación del premio, la fundación británica Nesta rescató aquella idea y decidió premiar con 10 millones de libras (13.945.000 euros) a quien solucione el problema científico más importante de nuestra época.


Lo primero fue escoger el reto entre seis: volar sin dañar el medio ambiente, acabar con la resistencia a antibióticos, mejorar la vida de personas con demencia, asegurar el acceso de todos al agua potable y garantizar a todos una alimentación nutritiva y sostenible. En el verano de 2014 los ciudadanos británicos eligieron, por votación, la lucha contra la resistencia a antibióticos. En este momento, los candidatos están pasando una primera fase de evaluación, proceso que se repetirá cada cuatro meses hasta dar con el ganador. El plazo para resolver un problema de tal calibre es largo: finales de 2019.


También la Comisión Europea ofrece, dentro de su programa Horizonte 2020, premios a la innovación. Uno de ellos, dotado con un millón de euros, tiene como objetivo acabar con la resistencia provocada por el mal uso de los antibióticos. El plazo está abierto hasta el 17 de agosto de 2016.


Bacterias resistentes


Los antibióticos se utilizan para acabar con infecciones producidas por bacterias, pero su abuso puede provocar un proceso de selección natural, haciendo que sobrevivan las que, gracias a alguna mutación genética, sean inmunes al fármaco.

Esas bacterias resistentes se multiplicarán, transmitirán esa ventaja evolutiva a sus descendientes y darán lugar a grupos de microorganismos contra los que el antibiótico se vuelve inútil.


La comunidad científica coincide en señalar este fenómeno como uno de los grandes problemas actuales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2014 el primer informe alertando de la gravedad de la situación. "En ausencia de medidas urgentes y coordinadas por parte de muchos interesados directos, el mundo está abocado a una era en la que infecciones comunes y lesiones menores que han sido tratables durante decenios volverán a ser potencialmente mortales", dijo Keiji Fukuda, subdirector general de la OMS para la Seguridad Sanitaria.


Esta amenaza es ya, según el documento, una realidad que puede afectar a cualquier persona de cualquier edad en cualquier país. En la misma línea, Bruno González Zorn, investigador del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y experto en este tema, señala que la resistencia a antibióticos "mata" y destaca que, "aunque no es fácil de cuantificar, genera unas 30.000 muertes al año en Europa, más que el sida".


La resistencia es tal que incluso se ha recuperado para las unidades de cuidados intensivos la colistina, un antibiótico que había sido descartado por sus efectos secundarios. "Ahora estamos dispuestos a asumir la toxicidad de moléculas rechazadas en los años sesenta para poder curar a la gente", explica.


Pero las bacterias resistentes no solo aumentan de la mortalidad, sino que pueden alargar las estancias hospitalarias, lo que multiplica el riesgo de nuevas infecciones y el gasto, que en Europa se estima en unos 1.500 millones de euros anuales por esta razón.


Abuso de antibióticos


Aunque la aparición de bacterias resistentes es inevitable, y se produce aun cuando el uso de los medicamentos es adecuado, las malas prácticas, tanto de los pacientes como del personal sanitario, aceleran el proceso. Prescribir antibióticos cuando no son necesarios –por ejemplo en infecciones que son causadas por virus, como la gripe o el resfriado–, tratar de adquirirlos sin receta en farmacias, usar en exceso antibióticos de amplio espectro o no cumplir con las dosis y duraciones de los tratamientos prescritos son las malas costumbres más habituales.


La administración preventiva, excesiva o incorrecta de antibióticos a animales contribuye a la aparición de cepas de bacterias resistentes. Esas bacterias pueden acabar transmitiendo los genes que les otorgan la resistencia, mediante transferencia horizontal, a otros microorganismos potencialmente infecciosos para el ser humano.


"El mal uso genera resistencia en plazos muy cortos por la gran capacidad de replicación de las bacterias", señala Rafael Cantón, jefe del Servicio de Microbiología del Instituto Ramón y Cajal de Investigación Sanitaria. "La antibioterapia moderna arranca en la II Guerra Mundial y, 70 años después, hemos sido capaces de crear muchos antibióticos de solo unas pocas familias. Hoy en día, ninguno escapa a los mecanismos de resistencia, incluso algunos han dejado de utilizarse", añade.


Aunar esfuerzos


La Unión Europea tiene en marcha una Iniciativa de Programación Conjunta, en la que España participa, que coordina a los países europeos para financiar y afrontar la resistencia a antibióticos, al ser un reto que no puede ser resuelto por un solo Estado.


Recientemente, se creó en España la Red Nacional para el Descubrimiento de Nuevos Antibióticos, formada por científicos y médicos.


Tanto investigadores como instituciones son conscientes de que el mundo se enfrenta a un conflicto que debe ser resuelto con urgencia. Aunque este, a diferencia del problema que resolvió Harrison en el siglo XVIII, requerirá la participación de muchos actores de distintas áreas.


Alternativas a los antibióticos


También existen alternativas a la creación de antimicrobianos nuevos. Para Bruno González Zorn, investigador de la Complutense de Madrid, "hoy en día hay algunas aproximaciones originales enfocadas a actuar contra la evolución de las bacterias –él mismo participa en proyectos de este tipo–: tratar de impedir la transferencia de ADN de una bacteria a otra, desarrollar moléculas anticaptación de genes de resistencia o moléculas antimutación, que ralentizan la capacidad mutacional o evolutiva de las bacterias".


Otras opciones son el uso de bacteriófagos –virus que infectan a las bacterias– o la fabricación de vacunas. "Las vacunas son la solución ideal, porque si evitas que aparezca la infección, evitas el uso de antibióticos. Una de las estrategias más eficientes en los últimos 20 años ha sido la vacuna contra Streptococcus pneumoniae, el Prevenar", asegura, aunque añade que no se puede apostar solo por las vacunas, puesto que no todos los microorganismos permiten su desarrollo con la misma facilidad.


El problema también tiene un componente medioambiental, ya que los antibióticos pueden acabar contaminando el agua, el suelo y el aire, y provocar que las poblaciones bacterianas de estos entornos desarrollen resistencia. Por eso es importante crear moléculas que faciliten la absorción total del antibiótico en el intestino grueso, o que se degraden fácilmente en el entorno.


Al tratarse de un asunto científico multidisciplinar, González Zorn cree que la aproximación más apropiada para buscar soluciones debe ser de tipo One Health (de salud única), es decir, que involucre a profesionales de la medicina, la veterinaria y las ciencias medioambientales de manera conjunta.