Paseo por lo bello y el símbolo

Mientras en Madrid se despide Arco, Aragón ofrece multitud de propuestas artísticas.

Paseo por lo bello y el símbolo
Paseo por lo bello y el símbolo

Mientras algunos acudieron a despedir la Feria de Arco, que tenía como país invitado a Colombia, otros buscaban solaz en el arte en casa. Estos días Zaragoza ofrece muchas cosas. Y no solo Zaragoza: Francisco Fuertes es objeto de una retrospectiva en el Museo de Teruel; Guinovart ha sido recuperado para el CDAN en Huesca por Ricardo García Prats, crítico de estas páginas. Si nos quedamos aquí, tan cerca de este Ebro que se desagua sin medida y sin respeto alguno a cualquier previsión y población, hay mucho que ver.


En el Museo Pablo Gargallo, se puede contemplar la colección de Iris Lázaro e Iris Laborda, ‘El rostro del tiempo’, la síntesis de su pasión por la pintura ajena y la búsqueda de cuadros de pintores del XIX y XX en anticuarios, rastros, chamarilerías, casas, etc. El resultado son tres salas y más de 40 cuadros, muchos sorprendentes, magníficos: la vidriera de Santos Cuadrado, toda una revelación y casi una novela del arte, la obra de Chas, el ‘Retrato’ de Luis Berdejo de 1944 de esa mujer con collar que se acaricia el pecho, el ‘Retrato’ de Félix Gazo, el ‘Retrato del farmacéutico Gabriel Faci’ de Ángel Díaz Domínguez, las dos piezas de María Sabaté que pintó su marido Salvador Escolá, nimbadas de romanticismo, o esa pieza de Arturo Montero, que hace pensar en Schubert. Y el ‘Autorretrato’ de 1927 de Marín Bagüés, que tanto aman los artistas.


En el IAACC Pablo Serrano hay (o había) mucho que ver: la exposición del Quijote de Baldellou, los últimos días de la antológica de Gervasio Sánchez, el trabajo de Jaime Sanjuán, tan cristalino, imaginativo y moderno, o la nueva mirada a la colección Citoler con un Broto de finales de los 80, un Paco Simón de sus días de jazz y pop arte, y por supuesto artistas internacionales que conviven con otros españoles, que ya están expuestos como Luis Gordillo o Chema Cobo. El fondo Citoler, más bien irregular y quizá desconcertante, está aquí y hemos de aprender a verlo, a quererlo y a hacerlo convivir con lo que tenemos ya, y hay cosas propias incluso mejores o que, al menos, no desmerecen nada.


Del IAACC podemos ir al Paraninfo. Ahí espera ‘Ideal de Aragón’, que es toda una sorpresa. Y una confirmación. Es una exposición que explica cómo se concibe el paisaje urbano, la modernidad, la tecnología, cuáles son los débitos con la tradición y cómo se reinterpreta esta. Hay piezas magníficas: la ‘Vista de Zaragoza’ de 1908 y los retratos de Paraíso y Asunción Benedí de Juan José Gárate emocionan profundamente. Como emocionan las tres obras de tipos aragoneses de Joaquín Sorolla y las piezas de Marín Bagüés: ‘Los placeres del Ebro’, así como algunos de sus cuadros tan conocidos: ‘El pan bendito’, ‘Las tres edades’ o ‘La jota’. La obra de Julio García Condoy, la de los paisanos que esperan al vencedor (de ¿una carrera de pollos tal vez?) es soberbio y parece próximo a Miguel Viladrich, autor de ‘La boda de Fraga’ (foto).

Hay novedades: una de ellas es un retrato, entre futurista y cubista, de Mariano Ara Burges. Hay más cosas que ver, sin duda: el Goya religioso de Ibercaja, donde destaca la pieza de ‘Aníbal vencedor’; si pueden, deténgase arriba en el segundo piso ante el ‘Félix de Azara’ soberbio siempre, una de las grandes obras de Goya de los ilustrados aragoneses. Y bien cerca, en Caixaforum, está ‘Los objetos hablan’, que tiene algo de Museo del Prado abreviado, excepcional y ambulante.