Una centenaria que sólo ha cumplido 26

Rufina Jiménez celebró este domingo sus 107 años aunque en realidad tendría que esperar a 2016 cuando vuelva a ser bisiesto. Ella nació un 29 de febrero de 1908.

Rufina Jiménez hace tres años en la celebración de sus 104 junto a sus biznietas Lucía y Andrea.
Una centenaria que sólo ha cumplido 26
Cedida

Que va a ser su cumpleaños. ¿Cuántos cumple?", le pregunta su hijo Eusebio. "Noventa y tres o por ahí", contesta Rufina que ya ha perdido la cuenta. "Alguno más. ¿Habrá que comprar bombones, quién los va a pagar?", insiste Eusebio. Ella hace amago de llevarse la mano al pecho y lo deja claro, "yo, yo".


No son 93, son 107 los que este domingo ha celebrado Rufina Jiménez Nieto, que nació un 29 de febrero de 1908 en Cabanillas, lo que la convierten en una de las más longevas de la provincia en estos momentos. Toda su vida le han gastado esa broma: "Claro, como sólo tienes cumpleaños cada bisiesto...".


Rufina es una centenaria que sólo ha cumplido 26, pero lo ha celebrado siempre, arropada por su familia, de donde le ha llegado todo el cariño del mundo. Eso, su carácter afable y alegre, su curiosidad y ganas de aprender y quien sabe si la copa de champán que nunca perdona en las celebraciones pueden ser el secreto de su larga vida en la que nunca ha estado enferma.


En esta ocasión la celebración del cumpleaños no ha sido tan alegre porque desde hace unos días una neumonía la tiene postrada en la cama de un hospital, con altos y bajos, pero todavía lúcida y con la cabeza en su sitio.


Así ha vivido los últimos años, con plena consciencia aunque desde su silla de ruedas. "Hace unos tres años la llevamos a la plaza porque eran fiestas, para que viera los disfraces. Como empezó a hacer frío nos teníamos que ir y se enfadó mucho porque no quería, se lo estaba pasando bien y nos dijo que no hacía frío y que ella no quería marcharse", recuerda divertida Felicitas, su nuera.


"Siempre ha sido una persona alegre, muy trabajadora, le gustaba enterarse de todo, saberlo todo. Leía el ‘papel’ como decía ella, ‘El Campo soriano’", añade su nieta Olga. Y eso que entonces la vida en el campo era puro sacrificio y había que pasar muchas horas de tajo en el campo, donde Rufina siempre estuvo como uno más ayudando a su padre y luego a su marido, Juan Gallego, con el que tuvo nada menos que nueve hijos, aunque a tres de ellos los vio morir siendo niños.


"A las ovejas iba de zagalilla, porque eran seis hermanos, cinco hijas y un hijo y todos tenían que ayudar", rememora Eusebio de lo que en su momento le contaron sus padres. "De comer no les faltó, y comían natural, más que ahora, pero también le tocó trabajar mucho", añade su hijo, tratando de explicar una existencia de 107 años y con ese espíritu de supervivencia. En opinión de su nieta, "es algo genético", y lo explica: "Dos de sus hermanas murieron con 98 y 99 años y han tenido siempre buena salud"."La abuela mayor"

"La abuela mayor", como la llama Lucía, una de sus biznietas, puede presumir de tener seis hijos, ocho nietos y nueve biznietos. Una familia que la ha cuidado durante 20 años, pasando temporadas en cada casa, hasta que hace un par de años ingresó en una residencia de ancianos porque para sus hijos, el mayor ya tiene 85, ya no es fácil cubrir todas sus necesidades de movilidad.


"Tiene una manera de ser muy campechana, con buen carácter siempre, alegre y sociable", apunta su nieta, una virtud fundamental que ha permitido a Rufina llegar a los 107 años con salud y la cabeza en orden. "Se acordaba de todo". Sólo la sordera y el lógico deterioro de su vista y de su cuerpo han condicionado estos últimos años. "Dejó el ganchillo porque ya no veía", añade Olga.


Rufina vivió en Taroda desde que se casó, cuando rondaba los 20 años, y siempre vistió de luto porque cuando no era una pena era otra. Sólo de muy mayor accedió a usar blusas en tonos grises, un color que nada tiene que ver con el color de su espíritu.


Su largo pelo trenzado peinado en moño bajo y una tez sin apenas arrugas han acompañado a esta mujer de pueblo que evidencia que en Soria los centenarios llegan, en su mayoría, con buena calidad de vida.


Eusebio, el segundo de sus hijos, la recuerda como una mujer "muy muy trabajadora. Un ama de casa que crió a sus hijos y que trabajó en el campo porque vivían de la agricultura, pasando mucho frío. Iba al lavadero y rompía el hielo para poder lavar". A pesar de eso, gozó de buena salud. Únicamente superados los 80 la operaron de una hernia y ya en los 90 de cataratas. Su única medicación ahora, algo para la tensión, "por vergüenza, supongo" bromea su nieta. "Decía que era joven porque sólo cumplía cada cuatro años", menciona Eusebio haciendo referencia a su nacimiento un 29 de febrero.


Lo que le falla a Rufina es el oído, pero ella sigue hablando, muy bajo y calmado, siempre alerta de lo que sucede a su alrededor. "Hasta jugaba a las cartas, al guiñote, y con 106 años hasta las contaba", recuerda Felicitas de un verano, "y lo contenta que se ponía cuando ganaba", matiza su nuera. Ahora ya tiene fuerza para poco, y lo que le saca una sonrisa son sus biznietos, la última llegó hace apenas una semana.


El 20 de febrero le enseñaron la foto con el teléfono móvil y ni le sorprendió el formato ni el ‘aparato’, se alegró de conocer a su novena biznieta y con una sonrisa pronunció un leve "qué maja" que evidencia que Rufina todavía conserva la curiosidad y las ganas de enterarse de lo que ocurre en su entorno. Quizá en ese entusiasmo esté el secreto de su longevidad.