La burbuja museística: 451 centros en Aragón

Un estudio analiza la eclosión de espacios expositivos en la Comunidad al calor de la bonanza económica y muestra que la tercera parte de estos equipamientos abrieron sus puertas en la primera década del siglo.

La burbuja inmobiliaria corre en paralelo a la burbuja museística. La bonanza económica se tradujo también en un espectacular crecimiento de centros expositivos de todo tipo. El censo aragonés arroja la cifra de 451 espacios (incluidos los que ya han cerrado sus puertas), de los que 150 (es decir, una tercera parte) se inauguraron entre 2001 y 2010. De ellos, el mayor número, 26, se crearon en 2007 y otros 25, en 2003.


Elena Marcén (Zaragoza, 1983), licenciada en Historia del Arte y Filología Francesa, ha dedicado seis años a su tesis ‘Arquitectura de museos en Aragón (1978-2013)’, en la que ofrece una radiografía de este tipo de infraestructuras culturales, de las que 296 ha estudiado con detalle. El censo abarca desde el Museo de Zaragoza (el más antiguo, que se formó en 1836 pero no abrió sus puertas hasta 1848) hasta los más modernos de 2012 (la investigación no llega a 2013 y 2014), como el Museo del Fuego y de los Bomberos de Zaragoza y el Museo Parroquial de Caspe y el Museo de la Liturgia de Fuentes de Jiloca. Los centros de interpretación son la estrella, representan un 47% del total, mientras los museos y exposiciones permanentes, constituyen un 25% y un 28%, respectivamente.


Esta eclosión tiene dos caras opuestas para Marcén. La positiva es que la oferta se ha incrementado con "un número considerable de nuevas propuestas de signo muy variado, que componen un paisaje dinámico". También ha conllevado la restauración de patrimonio en desuso que estaba condenado a la desaparición. Y algunos nuevos edificios son hitos arquitectónicos.


Los datos muestran que las construcciones de nueva planta son casi anecdóticas, un 15% del total analizado. Un 83% funcionan en edificios rehabilitados y el 2% lo constituyen los museos al aire libre. Las iglesias y ermitas adaptadas encabezan el ranquin (31%), seguidas de viviendas (25%) y edificios institucionales como son antiguas escuelas (17%). Respecto a la propiedad, el 69% son de titularidad pública, mientras que el resto se distribuye entre la eclesiástica (9%), mixta (8%), de fundaciones y asociaciones (8%) y privada (6%).

Proliferación indiscriminada


Esta proliferación, sobre todo en el medio rural, ha dado lugar, en opinión de Elena Marcén, a una oferta "irregular e inconexa, con graves carencias de gestión y en la que no se hace visible una planificación coordinada". Las instituciones públicas crearon multitud de espacios "un poco a la ligera" y los contenidos y enfoques se repiten en algunos casos hasta la saciedad.


Ocurre con la temática sobre tenología en los valles pirenaicos. El contenido más frecuente es el etnológico (el 21% de los espacios expositivos), seguido de cerca por el arte (18%) y después por la historia (14%), las ciencias naturales (12%) y la arqueología (10%). La razón hay que buscarla en que Huesca ofrece el mayor número de pueblos deshabitados y abandonados, lo que motivó iniciativas de recuperación de la vida tradicional.


La ineficaz gestión diaria en el medio rural es otra triste realidad. Están "atenazados por la falta de presupuesto" y sobreviven muchas veces gracias a la labor de voluntarios. Un ejemplo elocuente es el horario de apertura. De los 296 centros analizados, ni siquiera una cuarta parte tienen un horario regulado todo el año (23%) y la mayoría (39%) funcionan teniendo que pedir la llave a un vecino del lugar.


Hay cierres. La lista ha engrosado en los últimos años con el centro de interpretación de la Villa La Malena de Azuara, los museos del Aceite, el Viento y la Vida de La Muela, el Centro Temático del Canal de Aragón y Cataluña de Monzón y Pirenarium de Sabiñánigo. Otros que se quedaron por el camino fueron el Museo de Numismática de Caspe, el de la Madera de Laspuña y el Centro de Interpretación de la Fauna Piscícola del Monasterio de Piedra.