De la guerra NBQ a los hospitales

Dos oficiales de la Agrupación de Sanidad 3 de Zaragoza se han convertido en asesores de las enfermeras de Aragón para enseñarles a ponerse y quitarse los trajes de protección individual ante la crisis del ébola

En esta estación de descontaminación se simuló el tratamiento a un afectado por antrax.
De la guerra NBQ a los hospitales
Francisco Jiménez

Es la primera vez que se alegran de que viene el Séptimo de Caballería. Eran las enfermeras del hospital Royo Villanova, a las que hemos explicado (dos veces), con el subteniente Pedro Sorolla, cómo ponerse y quitarse el EPI (Equipo de Protección Individual) con el que nosotros trabajamos casi todos los días", explica el capitán José Blas Díez, miembro de la Agrupación de Sanidad (Agrusan) 3 de Zaragoza. La crisis sanitaria del contagio de ébola de la enfermera Teresa Romero en Madrid, después de atender al misionero Manuel García Viejo, trasladado desde Liberia, provocó la aplicación de un protocolo que han revisado los militares con su experiencia. 


Los dos oficiales acudieron la semana pasada a informar a las enfermeras del hospital Miguel Servet. El Departamento de Salud tiene previsto que los integrantes de la Agrusan visiten el resto de centros hospitalarios de Aragón para asesorarles sobre el uso del traje de protección y cómo reaccionar ante la alerta. Hoy está previsto que se celebre la reunión del plan específico de la DGA por el protocolo de ébola, a la que asistirá el consejero Ricardo Oliván, y responsables de los hospitales. Proteger manos, pies y cara

Para los militares hay cuatro puntos fundamentales básicos a la hora de protegerse de la guerra NBQ: la alerta, la supervisión, la protección de las manos, los pies y los puntos de entrada en la cara. "Siempre que te pones el traje hay que mantener un nivel de alerta alto", sostiene el capitán Díez, que sabe bien que es "agotador" trabajar en esas condiciones. "Nosotros trabajamos en binomio, siempre con otro compañero, para mantener la supervisión constante". Y sobre todo, "instrucción, mucha instrucción", porque cuando se colocan el traje hay que mostrar "tranquilidad, para llevarlo, porque genera fatiga", aconsejaron los militares a las enfermeras. 


Los oficiales llevan siempre dos guantes (uno de algodón y otro encima de goma), que después de utilizarlos con una baja en la estación de descontaminación (ayer hicieron una prueba real) tienen que tirarlos. 


En esta zona hay desplegados 39 militares trabajando para descontaminar a un militar que procede en este supuesto de un lugar con ántrax. Entra por una parte "sucia", desnudan al afectado, lo descontaminan y luego lo trasladan a la zona "limpia" para evacuarlo a un hospital. 


"Nos limpiamos las manos con aquamatic (una mezcla de agua y lejía) antes de quitárnoslos. También pasamos las calzas por una lechada (otro líquido para evitar contagios). Lo último que nos quitamos siempre es la máscara. Hay que proteger la boca, el oído y la nariz, por donde podemos contagiarnos", detalla el capitán Díez. 


Los militares de la Agrusan calculan que tardan en ponerse los trajes de protección una media de un cuarto de hora y en quitárselo entre veinte minutos y media hora. Pero también estiman que en los hospitales tienen que medir las condiciones de cada enfermera para saber cuánto tiempo seguido pueden aguantar con el traje EPI. "Nosotros hemos llevado el traje hasta ocho horas seguidas, pero creo que el tiempo medio es de una a dos horas, siempre en función de su forma física y las condiciones personales, el calor o el nivel de trabajo que tengan", señala el oficial.Descontaminar dioxinas

Los miembros de Agrusan están acostumbrados a reaccionar ante las bajas que proceden de un conflicto NBQ (nuclear, biológico o químico) en misiones en el extranjero. Recientemente, descubrieron que un lugar elegido para el Ejército español en la República Centroafricana estaba contaminada con dioxinas y tuvieron que descontaminarlo.


"Ponemos una mesa de operaciones al lado del conflicto para evacuar a las bajas", resume el coronel Fernando Portolés, jefe de la unidad en Zaragoza. No saben si los desplegarán en África como a los americanos y británicos.