FIESTAS DE SAN LICER

Zuera, a sol y a sombra con los recortadores

Las peñas disfrutaron de la merienda y las charangas en las gradas de la plaza de toros.

Ni a sol ni a sombra los zufiarenses abandonan la fiesta durante San Licer. Unos, a un lado del ruedo, por haberse despertado temprano de la siesta, cogen los sitios más frescos. Y los más tardanos, a plena luz, lo que cogen es color tostado, pero insolaciones, de momento, ninguna. Lo confirma Víctor Murillo, de la Cruz Roja: «Hasta ahora, han sido unas fiestas muy tranquilas y ni en las vacas ni en la calle ha habido incidentes». Pero hay que estar atentos, porque en el albero del ruedo instalado en el Parque del Gállego, unos hombres se juegan la vida. Bueno, un poco solo, que los chicos de Bravura Maña son profesionales del recorte.


«Es buena plaza y repetimos esta noche», dicen mientras calientan con sus impolutos trajes blancos los recortadores. El espectáculo también es bueno: saltos mortales, motos voladoras y acrobacias perfectamente coordinadas que levantan los aplausos de la plaza, aunque parezca que están más atentos a otra cosa. A la música, por ejemplo: por si una charanga fuera poco, en Zuera tiene dos, la de Gallur y una llegada de Valencia, Els Dessiguidats, que tratan de ubicarse al modo de hacer de las fiestas aragonesas y no morir de calor.


Soluciones para la canícula hay unas cuantas. Comerse un helado de los que van ofreciendo por las gradas, o venirse pertrechado con la bebida de casa. Los parroquianos del bar Carlos, y su dueño, el susodicho Carlos, se han traído la nevera en carrito. Solo le falta la matrícula. Los de la peña Los Pifolos Diya y Nuei se han traído, además del bocata, la Coca-cola para los chicos y la cerveza para los grandes, sus boinas y abanicos con el distintivo color rojo -todos, menos una, que aún llevaba el blanco del día del santo-.


Porque cada cual tiene en esta fiesta su uniforme: las peñas de colores; las damas, con sombrero cordobés; los recortadores, de blanco con fajín negro y el de la despedida de soltero... Bueno, ese cambia más de traje que una modelo de Cibeles. A las seis y media de la tarde, Fernando Tortajada (que se casa el día 10, enhorabuena a la afortunada novia) ya no sabe si es Fernando o Fernanda, por obra y gracia de su maquillador particular, Sergio Sánchez, y su cuadrilla de amigos.


En la plaza de toros no falta nadie: ni el alcalde. Camisa blanca y sombrero de paja para disfrutar, junto a los vecinos, de las vacas. «No soy un entendido como mi padre, que fue presidente de la peña taurina», explica José Manuel Larqué, «pero me gusta». Las fiestas, señala, han vivido ya sus momentos más importantes: la procesión, el día de San Licer. Pero aún quedan por delante tres días con cabezudos, pasacalles, gincanas, muestras musicales, bailes y, como no, mucha fiesta, que San Licer solo es una vez al año.