Flores sin clorofila

En la naturaleza también los colores originarios de las plantas pueden ser cambiados. Sabemos que la mayor parte de los vegetales obtienen sus nutrientes -gracias a la energía lumínica recibida- mediante la fotosíntesis, proceso en el que interviene ese conocido pigmento llamado 'clorofila'. Sin embargo, en un paseo por el campo y con un poco de suerte es posible encontrar lirios que no son morados, rododendros o digitales con flores blancas en vez de moradas, orquídeas de blanca inflorescencia… además de cegolladas, romeros, vicias, jaras, borrajas, tomillos, cardos, cantuesos… que no muestran sus vivos colores habituales. Se trata de plantas albinas, sin clorofila, ya sea en todos sus órganos, en los frutos, las hojas o simplemente con albinismo floral, una mutación o fenómeno de hipocromía semejante al de los animales cuando les disminuye la hemoglobina en los glóbulos rojos.

Es entonces cuando los biólogos se hacen esta pregunta: ¿si estas plantas albinas carecen de clorofila y no pueden hacer la fotosíntesis, como se las ingenian para sobrevivir? Pues para saberlo tal vez haya que fijarse en las plantas parásitas, que tampoco tienen clorofila y que han desarrollado unas raíces chupadoras que les permiten alimentarse a expensas de otra especie hospedante.

Pero para muchos investigadores quizás el mensaje más importante que podemos extraer de estas especies albinas es saber el enorme potencial genético que sustenta la naturaleza. Un potencial que ha de convertirse en la mejor herramienta para diseñar estrategias de conservación de la flora, especialmente dirigidas al mantenimiento de toda esta gran diversidad biológica que nos rodea.