El proyecto de vida de los jóvenes, en jaque por la situación económica

Realizado por:
  • Berta Lorente, vicepresidenta de la Cámara de Comercio de Zaragoza

La recuperación de la economía española avanza más lentamente de lo previsto. El consenso de previsiones publicado recientemente subraya, además, que la economía aragonesa va a crecer por debajo de la media nacional, tanto en 2021 como en 2022. El rebote económico es un hecho, pero su menor vigor supone un reto adicional para una generación de jóvenes que está viendo cómo empeoran sus perspectivas vitales. Además, para los ‘mayores’ de esa generación llueve sobre mojado. Es la segunda gran crisis que experimentan en menos de una década.

En ambos casos, el mayor reto al que se enfrentan los jóvenes, por segunda vez, es su inserción laboral. No es casualidad que el paro sea en la actualidad el principal escollo al que se enfrentan para desarrollar su proyecto de vida. España, tristemente, es un referente en la materia. De hecho, nuestro país es el que tiene una mayor tasa de paro juvenil de la Unión Europea, doblando la media.

En todo caso, si el paro juvenil fuera un problema temporal –transitorio– que se diluye poco a poco a medida que se cumplen años, el reto no sería tan mayúsculo. Sin embargo, de las investigaciones más recientes sobre los efectos del desempleo en España se infiere una relación directa entre quedar expuesto a largos periodos de paro en la etapa juvenil y las posibilidades económicas futuras de quienes lo sufren.

La exposición de largos periodos de inactividad en la etapa juvenil, además de descapitalizar a quien lo sufre, condiciona seriamente su bienestar material en la vida adulta y, en consecuencia, impone serias limitaciones a la calidad de su jubilación. Dicho con otras palabras, la pobreza juvenil es casi sinónimo de pobreza en la edad adulta.

Por otra parte, para los que trabajan España sigue siendo, además, una de las economías europeas donde la tasa de temporalidad (y por ende la rotación) es más alta, especialmente en la etapa juvenil. Todo lo cual desincentiva tanto la formación de los jóvenes en las empresas como la propia motivación de estos, al saberse prontamente reemplazables.

Los efectos perniciosos y directos en la productividad a medio plazo de la economía no deberían soslayarse, dada la relación entre temporalidad, rotación y menor productividad.

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A pesar de lo dicho anteriormente, buena parte de la esperanza radica en que a mayor nivel de formación mayor tasa de empleo juvenil y mayor salario. En otras palabras, la Educación es clave. Lamentablemente, la tasa de abandono escolar en España es muy superior a la media europea, según las últimas cifras disponibles.

Apostar por el capital humano

Ante las circunstancias anteriormente descritas, se trataría de apostar decididamente por un incremento del capital humano futuro de la economía, con la esperanza de paliar la difícil relación que los jóvenes mantienen con el mercado laboral.

Sabemos que la política educativa no rinde frutos cortoplacistas, y por ello no resulta sensato que ante los cambios en el gobierno de España se concatenen leyes educativas que nada tienen que ver unas con otras y que además no permiten una evaluación razonable de los resultados al tiempo que el currículo educativo contiene una dosis inaceptable de provisionalidad.

Por otro lado, la disfuncionalidad en los perfiles de los egresados está llegando a un punto de irracionalidad. Mientras escasean los alumnos de Formación Profesional en muchas ramas de actividad, que ofrecen empleo estable y bien remunerado, como es el caso del sector industrial en Aragón. La multiplicación de alumnos universitarios en estudios con poca demanda por las empresas y las Administraciones genera frustración.

Además, nos encontramos con que no todos los docentes de estas titulaciones con escasa demanda profesional ponen sobre la mesa, sin tapujos, la realidad a la que se enfrentan sus alumnos cuando terminen su formación, o lo que es lo mismo, decirles que apenas una minoría de los que cursan esa disciplina podrán llevar a cabo una actividad directamente vinculada a los estudios cursados.

Fruto de lo anterior, en la base de la pirámide en términos de formación nos encontramos con un alto porcentaje de jóvenes que abandonan tempranamente sus estudios, lo que no solo les aboca a una inserción laboral complicada en una economía digital, sino a una precariedad laboral persistente, no transitoria, que indefectiblemente deviene también salarial. La nueva economía digital, además, demanda perfiles con unos niveles mínimos de formación muy superiores a los que tradicionalmente se requerían para el desempeño de puestos de trabajo ‘no cualificados’.

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El reto no es pequeño ni fácil de abordar, y además se agranda cada año. Se abre una enorme brecha entre una minoría de jóvenes formados y cualificados con un empleo acorde y una mayoría de jóvenes ‘infracualificados’ o con una cualificación superflua para una inserción laboral exitosa en el mercado laboral español. Todo ello indica que en el futuro las posibilidades económicas de muchos de nuestros jóvenes no inviten al optimismo.

Por otra parte, la necesaria apuesta por la inversión en capital humano se está convirtiendo en un reto cada vez más difícil de acometer, dados los niveles de déficit y deuda precipitados por la pandemia. Si a consecuencia de la gran recesión de 2008 la inversión pública en muchos estados acentuó una tendencia decreciente, el impacto recibido a resultas de la covid-19 (teniendo en cuenta la consolidación presupuestaria que ya se aventura en el medio plazo) va a dificultar, aún más si cabe, el margen discrecional de las Administraciones para estimular la inversión en educación. Una inversión, por otra parte, que debe ser evaluada, programa por programa, a fin de ser lo más eficiente posible en el uso de los recursos públicos. Con mayor razón, en un entorno de estrecheces presupuestarias la eficiencia ni siquiera debe ser una opción prioritaria, sino una necesidad perentoria.

Fondos europeos, como estímulo

Los fondos europeos, cuya contribución potencial al desarrollo de la economía española está fuera de toda duda, deben servir como estímulo especialmente para reforzar la formación de nuestros jóvenes, pues una de las claves de la competitividad futura de nuestra economía es justamente la necesidad de reforzar el nivel formativo de la población activa.

Sin formación la inserción laboral se complica, y mucho. A resultas de lo cual, el desarrollo de un proyecto de vida se pospone… demasiado.

Todo ello incide en el asunto de la emancipación, ya que solamente en una situación laboral de mayor seguridad se toman decisiones vitales como independizarse. Por ello, es claro que la vivienda es otro de los principales problemas al que se enfrentan nuestros jóvenes y también los no tan jóvenes.

Las únicas políticas sectoriales exitosas en la materia pasan indisolublemente por aumentar el parque de viviendas de protección oficial (es el conocido como modelo Viena), aunque requieren de unas dotaciones presupuestarias a una escala que nuevamente es complicado encontrar en un contexto de déficit y deuda como el presente, en el que el alza en los costes está ralentizando el desempeño del sector de construcción residencial.

La natalidad, otro factor

Si la premisa laboral deviene insoslayable para contemplar las posibilidades económicas de los jóvenes, una de sus consecuencias es la incapacidad para hacer frente a un proceso de emancipación, a poder desarrollar un proyecto vital autónomo; pero también otra, no menos halagüeña, ya que de la dificultad para conjugar el binomio trabajo-vivienda emerge una derivada capital, que no es casual, para el futuro de cualquier país: la tasa de natalidad.

La tasa de natalidad, tanto a medio como a largo plazo, va a complicar de forma inquietante en España la sustitución de los trabajadores en activo cuando estos se jubilen, especialmente en Aragón.

Dicho de otra manera, esta situación nos puede llevar en nuestro país a una paradoja, como ya está ocurriendo en países anglosajones con tasa de natalidad superiores a la española (caso de EE. UU. y de manera singular en el Reino Unido del ‘brexit’) en la que el número de vacantes sin cubrir se incremente de manera regular, poniendo incluso en riesgo la viabilidad de muchas empresas, en tanto que las cifras de paro juvenil en España registran los mayores niveles de la Unión Europea.

Como consecuencia de lo anterior, la respuesta de las empresas tenderá, por tanto, a aumentar el grado de automatización de sus procesos, lo que, como ya viene ocurriendo, redundará en un incremento en el nivel de cualificación requerido. Dicho de otro modo, si no se revierte la tendencia actual, la dualidad del mercado laboral seguirá una senda ascendiente, lo que, de forma directa, implicará un aumento aún mayor de la desigualdad económica. Y a nadie se le escapa que una de las premisas de la estabilidad política en una sociedad es que esta sea capaz de minorar la desigualdad económica.

De otro lado, las políticas de fomento de la natalidad exitosas requieren, como cualquier proyecto de inversión, de unas dotaciones de fondos que son difíciles de encontrar en un contexto presupuestario tensionado por el nivel de deuda existente. Una de las más importantes, la universalidad y gratuidad de la enseñanza entre los 0 y los 3 años, requeriría de un rediseño de los Presupuestos públicos que, sin embargo, ya de por sí presentan un escaso margen de maniobra respecto del montante de gasto discrecional.

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La alternativa estriba en lograr altas tasas de crecimiento durante muchos años consecutivos. Para ello la productividad, lo sabemos bien en Aragón, es crucial para poder competir a nivel internacional. La emergencia de cuellos de botella en las cadenas de producción globales a los que asistimos en la actualidad se solventará como también, estoy segura, se superarán las tensiones inflacionistas derivadas, también en parte, de aquéllos.

Pero una vez que la economía mundial logre reajustar las cadenas de producción, de lo que tampoco existen dudas es de la necesidad de incrementar el capital humano para acomodarlo a las necesidades de la economía del futuro (que ya es presente). En realidad, no hablamos sino de las posibilidades económicas de nuestros jóvenes, y también de los jóvenes que vendrán.

La tasa de paro juvenil en España es insoportable, pero más lo es aún el desajuste entre la oferta laboral y la demanda, la causa fundamental que está detrás. En muchos casos este desajuste proviene de una falta de cualificación, pero en otros se debe a la obtención de una cualificación inadecuada respecto de las necesidades reales de las empresas, lo cual es todavía más preocupante.

La consecuencia es la mayor tasa de paro juvenil de la Unión Europea. Y no es una cuestión transitoria, sino que complica, y mucho, el futuro de toda una generación, golpeada además por la mayor crisis sanitario-económica global de los últimos tiempos.

La precariedad laboral produce un retraso en el desarrollo del proyecto de vida autónomo con una mayor dificultad para acceder a la vivienda y una bajísima tasa de natalidad que se hace mayor en Aragón.

El embate de la crisis por la covid-19 debe servir para poner remedio, para colocar los cimientos sobre los que construir el futuro económico de España y de Aragón.

Los jóvenes serán los protagonistas de este futuro. Que lo puedan ver con optimismo será nuestro mayor éxito colectivo.