Espido Freire, escritora: “Viajando descubro facetas, pensamientos y emociones diferentes de una persona que creía tener ya muy estudiada, que soy yo”

El proyecto ‘¿Te inspira viajar?’ de Renfe da voz a diversas figuras de la cultura para abordar sus procesos de creación e inspiración. La autora Espido Freire comenzó a escribir cuando era niña y ganó en 1999 el Premio Planeta. Tenía 25 años y se convirtió en la escritora más joven en recibir este reconocimiento hasta entonces.

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Las obras que definen la trayectoria de Espido Freire nacen de los estímulos de su entorno y de su mundo interior. Los describe como unas “pequeñas llamitas” que pueden perderse si no hay un trabajo o una conexión. Aunque alguna vez ha tenido momentos de inspiración, cree que este es un elemento creativo “un tanto sobrevalorado” y que se puede perder rápidamente si no se atrapa. Viajando ha podido redescubrirse como persona y sorprenderse con facetas, pensamientos y emociones nuevas de ella misma que desconocía. Dice que a través de los viajes suma años de vida a su existencia; conocimientos a su ignorancia; y experiencias a su cotidianeidad.

Con el proyecto ‘¿Te inspira viajar?’, Renfe se propone hablar de aquellos viajes que nos dejan huella. Tanto de viajes largos como de cortos porque, en muchas ocasiones, son los trayectos más rutinarios los que nos llevan más lejos. Es el caso de nuestra protagonista, que recuerda en la Librería Miraguano (Madrid) sus paseos en tren hacia la universidad y el conservatorio de música como los más queridos. Iba acompañada de sus amigas y hablaban de libros y sueños. De hecho, llegó a escribir su segunda novela en esos vagones.

Con la excusa de explorar los escenarios de las novelas que más le interesan, Espido Freire organiza viajes literarios a lugares que inspiraron a autoras como Jane Austen. Los comparte con lectores tan curiosos como ella y confiesa que sólo así, acercándose al origen de su obra y poniendo en común todo lo que sabe, puede cerrar el círculo.

¿Por qué escribes? ¿Por qué escogiste esta profesión?

No es fácil responder a la pregunta de por qué escribo. Posiblemente ha habido respuestas diferentes a lo largo de mi vida. Comencé como muchas otras niñas, porque lo hacía bien, porque me alababan, porque quería imitar aquellos libros que leía, porque quería ganar un concurso y gané el primero. Pero a partir de ahí, a partir de la adolescencia, la cosa comenzó a cambiar porque adquirí conciencia de que quería crear una obra con una voz propia. Y, una vez que eso se consigue, se genera un componente activo del que es muy difícil salir y que, de hecho, es común a la mayor parte de los autores que yo conozco, tengan lectores o no tengan lectores.

¿Qué es para ti, como escritora, el éxito?

El éxito es un espejismo. Como diría William Shakespeare, es un espejito para cegar alondras. No tiene ningún tipo de relevancia. Es una forma de destacar frente a otros autores o de perdurar un poquito en mitad de todo este mar de libros que ahora nos está rodeando.

Pero, fuera de eso, la historia de la literatura nos obliga a ser muy humildes y nos obliga a recordar que cualquier giro de la moda, cualquier giro del mercado editorial puede relegarte totalmente al olvido. Y da igual cuánto hayas vendido, da igual lo querido que hayas sido porque, al fin y al cabo, la relación con los lectores tiene mucho más que ver con la comunión de almas, con el ir de uno en uno. Con haber transformado en un momento determinado un estado de ánimo o un pensamiento.

Tu nombre ha aparecido en los listados de las 100 personas más influyentes de España en más de una ocasión. ¿En qué transformas este reconocimiento?

Siempre es un orgullo el que te incluyan dentro de los listados de las personas más influyentes de España, independientemente de que sea por ser mujer, por ser escritora o por cualquier otra cuestión. Lo que ocurre es que existe un riesgo de tomarse demasiado en serio ese tipo de numeraciones.

La mayor parte de las veces tienen un componente subjetivo y por muy halagador que sea, al año siguiente habrá otro listado en el que puedes estar o no. Para mí cada una de esas menciones tiene que ver con el señalar que estoy en la dirección correcta. Que aquello que comencé hace ya 25 años y a lo que pretendía acercarme, se está llevando a cabo de una manera más o menos correcta.

¿Dónde encuentras la inspiración?

La inspiración es un elemento un tanto sobrevalorado. Siempre he creído que hay un estímulo o muchos estímulos que nos rodean o que parten de mi interior, pero que se quedan perdidos, como si fueran pequeñas llamitas, si no hay trabajo, si no hay una conexión emocional y si no se desarrolla. Creo más en el trabajo y en la tradición heredada que en una inspiración decimonónica que te atraviesa, que te enloquece. Hay momentos de esos, pero se pierden rápidamente si no se atrapan. Son mariposas muy caprichosas.

“Hasta la fecha, el lugar al que he acudido he sido yo misma. No tanto porque yo sea yo, sino porque es el eje en torno al cual proceso todo aquello que me rodea”

¿Cómo solucionas un día de poca creatividad?

Por suerte, nunca he sentido ni un bloqueo emocional ni un bloqueo literario lo suficientemente extenso o profundo como para requerir de juegos mentales, refugiarme en algún lugar diferente o tener que hacer un viaje o tener que aislarme profundamente. Sí que en algún momento de mi vida, que coincidió con una depresión, tenía algunos problemas de concentración y también de memoria. Pero escribir precisamente lo que hacía era centrarme y recuperar ese yo que se estaba perdiendo, que se estaba diluyendo.

Es un poco pretencioso decir que, hasta la fecha, el lugar al que he acudido he sido yo misma. Ha sido mi emoción, mi cerebro o aquello que he leído. Ha sido así no tanto porque yo sea yo, sino porque es el eje en torno al cual proceso todo aquello que me rodea. Por lo tanto, más que mirar fuera, intento mirar dentro.

Hace casi 25 años que fuiste la autora más joven en ganar el Premio Planeta con Melocotones helados. A punto de cumplirse esta efeméride y echando la vista atrás, ¿qué ha aprendido la novelista desde entonces?

Aunque mucha gente destaca que va a hacer casi 25 años que ganara el Premio Planeta, para mí fue más importante haber comenzado hace año y medio. Con eso ya he cumplido las bodas de plata como autora, porque el premio fue importante, fue relevante a nivel mediático pero no lo fue tanto a nivel literario.

El trabajo literario se hace a escondidas, a solas y precede la publicación, por lo tanto lo que yo había hecho en Melocotones helados se había gestado unos años antes, lo que había hecho con Irlanda se había gestado unos años antes, lo que estoy haciendo ahora verá la luz dentro de unos años.

25 años son muchos en la historia de cualquier persona y como yo comencé muy jovencita ha coincidido también con un proceso de madurez decisivo. El pasar de los veintipocos a los casi 50 que tengo ahora implica que las lecturas, la forma de comprensión del mundo y las experiencias son completamente diferentes.

Afirmas que la escritura y, a veces, la literatura pueden servir como catarsis. ¿Hay una novela o un ensayo en particular dónde hayas experimentado esta depuración?

Yo nunca he sido muy amiga ni de la autoficción ni de los elementos autobiográficos en mi obra. Sin embargo, la manera de volcar experiencias o emociones es inevitable. En algunos de los ensayos, particularmente los que tienen que ver con los trastornos de la alimentación, nacen de una experiencia personal y nacen de hecho de mi intento de que nadie pase ni sufra lo que yo pasé y sufrí siendo un adolescente en aquel momento.

Espido Freire con su última obra 'La historia de la mujer en 100 objetos'.
Espido Freire con su última obra 'La historia de la mujer en 100 objetos'.
ELENA BUENAVISTA

Dices que para crear una obra muchas veces se necesita tomar distancia, ¿en qué sentido has traducido esa lejanía para que los relatos proyecten las emociones que buscas y no se contaminen de historias anteriores?

Para escribir es muy recomendable tomar distancia. No solamente de las historias anteriores sino también de aquello que estás leyendo e, incluso, muchas veces de la emoción que despierta en ti lo que escribes. Para mí no es difícil y no resulta complicado porque se ha convertido ya en un ejercicio casi diario, me ocurre incluso cuando leo el periódico. Se ha convertido en una especie de formación profesional a través de la cual veo historias que pueden ser narradas y cómo pueden ser narradas.

¿Cuáles son tus próximos proyectos? ¿Veremos dentro de poco otro trabajo con tu firma en las librerías?

Este pasado año ha sido muy fructífero en varios aspectos. Por un lado, por el ensayo de La historia de la mujer en 100 objetos, que fue un enorme esfuerzo. Y, por otro, porque vio la luz la serie sonora Madame Thermidor. Además, estoy dirigiendo dos másteres que han ocupado gran parte del tiempo; estoy estudiando el doctorado en Historia, de forma que no solamente estoy siendo docente, sino también alumna.

El año que viene mi intención es la de dedicar menos tiempo a la creación literaria para otros y volver a la parte creativa para mí. Me gustaría que aparezcan uno o dos libros para chavales de 12-16 años y, posiblemente, una novela.

La historia de la mujer en 100 objetos es tu última obra, ¿por qué has decidido dar voz a la figura femenina a través de sus pertenencias? ¿Qué se puede esconder detrás de ellas?

No es nuevo que yo dedique un libro a figuras femeninas, pero en este caso quería hacerlo desde una perspectiva diferente: desde la historiografía de los objetos.

Nos encontramos con muchas mujeres anónimas que no dejaron una huella con un nombre, unos apellidos o una genealogía, pero sí dejaron objetos. Dejaron hábitos, prendas de ropa, inventos, recetas… Un testimonio de lo cruel y de lo dura que fue la vida en algunas ocasiones, y de lo dulce y lo lujosa que podía ser en otra.

“Viajar es uno de los elementos a los que no estoy dispuesta a renunciar”

De entre todos esos objetos que narraste, ¿con cuál te sientes más identificada o ha llamado especialmente tu atención?

Hay muchos elementos de los cien que he escogido que me gustan. Uno de ellos es el típex, que nos permite corregir errores y que fue el invento de una secretaria; otro de ellos es el pañal desechable, tan útil y que se encontró con problemas porque los inversores no lo veían rentable… no habían cambiado el pañal en su vida y, por lo tanto, era obvio que no vieran esa necesidad. También hay otro que me resulta particularmente bonito y cercano, que es la guía de viajes.

¿Qué es para ti viajar?

Para mí viajar supone que añado años de vida a mi existencia; conocimientos a mi ignorancia; y experiencias a mi cotidianeidad. Es decir, es uno de los elementos a los que no estoy dispuesta a renunciar. Lo llevo haciendo desde que era un adolescente y lo espero hacer hasta que me detenga la tumba. Descubro facetas, pensamientos y emociones diferentes de una persona que quería tener ya muy estudiada, que soy yo.

Realizas viajes literarios hacia lugares que han sido escenario de libros de autores como Jane Austen, Karen Blixen o las hermanas Brontë. ¿Estás preparando un nuevo itinerario basado en otra novelista?

Hace ya años que organizo viajes literarios con la excusa de recorrer los lugares o las novelas que a mí me han interesado más y que también creo que pueden interesar a un grupo más o menos numeroso de viajeros. A mí me encanta compartir aquello que aprendo, aquello que sé… Si no, me da la impresión de que no se cierra el círculo; y un viaje es un lugar perfecto para hacerlo.

El que más éxito ha tenido hasta ahora es el que nos permite seguir los pasos de Jane Austen. La escritora todavía ejerce una fascinación particular entre los lectores por su época, su indumentaria… El viaje continuará fijo pero, para mí, el horizonte también se estrecha si solamente hablo de lo mismo y hago los mismos viajes. Este año, mi intención sería acercarme a Emily Dickinson y a Elisabeth de Austria, la popular Sissi. Todas ellas comparten esa sensación de que, si entendemos el entorno, vamos a conocer mejor a la persona, a la obra y a los protagonistas.

Espido Freire antes de la entrevista en la Librería Miraguano.
Espido Freire antes de la entrevista en la Librería Miraguano.
ELENA BUENAVISTA

¿Hay algún medio de transporte que consideras más estimulante para escribir?

El medio en el que me siento más cómoda y en el que puedo leer, escribir y pensar es el tren. Quizás porque no conduzco y, por lo tanto, cuando viajo me despreocupo y suelo dormirme. En el tren, en cambio, tengo que estar alerta. Además, este es el medio de transporte en el que paso más tiempo.

Una historia que te marcara en un tren.

Durante muchos años, al menos dos veces al día, iba a Bilbao desde el lugar donde yo vivía, Llodio, para estudiar música en el conservatorio o para estudiar, después, en la universidad. En esos viajes escribí mi segunda novela, en esos viajes era cuando leía y, también, cuando hablaba con mis amigas. Algunas de ellas también escribían, nos contábamos qué estábamos leyendo, de qué escribíamos, nuestros sueños… Eran viajes muy cortos, de media hora, pero que al ser tan constantes se convirtieron en una especie de espacio que dábamos por hecho de lunes a sábado. Creo que ese es mi recuerdo más querido. Con el tiempo acabaron incluso haciéndome un pequeño homenaje en la estación de Abando, en Bilbao, y me permitieron que diera la salida a alguno de los trenes.

Y en el extremo más lujoso, mi viaje con el Orient Express, concretamente, la ruta entre Venecia y París. Es otro recuerdo diferente, con otro estilo, pero que también tengo absolutamente asociado a los trenes.

Algún viaje que recordarás siempre.

Hay varios viajes que me han marcado y que recordaré con cariño pero, en particular, uno que he repetido en dos ocasiones a la Patagonia chilena. Este es, desde luego, un viaje absolutamente especial. No hay ningún tipo de conexión, no hay teléfono, no hay wifi, no hay nada. Están los libros, la naturaleza, una misma, el agua, los pingüinos, el hielo y ya está.

¿El viaje es el trayecto o el destino?

El viaje para mí es la preparación del viaje, es el trayecto, es el destino y es el recuerdo.

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