Calcetines Mingo: Innovación desde un pequeño rincón de la España rural

Con apenas 1.200 habitantes, Pradoluengo es un pueblo conocido en toda España por su vínculo con la industria textil. Calcetines Mingo es un gran ejemplo de que la innovación y la perspectiva ecológica pueden asumirse desde un pequeño rincón del mundo rural.

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Existe un pueblo, situado en la provincia de Burgos, que guarda una estrecha vinculación con mares y océanos. Aunque puede parecer curioso, en una empresa de Pradoluengo, territorio con apenas 1.200 habitantes, utilizan los plásticos reciclados del mar para crear un hilo que se utiliza, posteriormente, para fabricar calcetines.

Este gesto de innovación no es casualidad: en esta localidad junto a la Rioja Alavesa se ubica Calcetines Mingo, una empresa familiar fundada en 1914. Al frente se encuentra hoy José Manuel Mingo, cuarta generación de un emprendimiento que se ha convertido en un modo de vida, y que ha sido reconocido por Banco Santander y la Cámara de Comercio para nombrar a esta empresa familiar Pyme del Año de la provincia de Burgos en la última edición de estos galardones que otorgan ambas entidades, y con los que se reconocen el enorme esfuerzo diario que realizan estos negocios. 

"No recuerdo mi vida si no es jugando entre sacos de calcetines y boinas en la antigua fábrica de mi padre", recuerda con una sonrisa. Su infancia está vinculada a la del resto del pueblo, ya que Pradoluengo es famoso mundialmente por la fabricación de esa prenda; hoy, las decisiones basadas en la innovación desde el mundo rural han permitido que la empresa siga viva a pesar de las circunstancias.

José Manuel, cuarta generación al frente de Calcetines Mingo.
José Manuel, cuarta generación al frente de Calcetines Mingo.
Sergio González

Muestra de ello son personas como Amaya. Esta joven, trabajadora de Calcetines Mingo junto a otra veintena de empleados, decidió quedarse en su pueblo y contribuir a su tejido económico. Su padre y sus hermanos también trabajaban en la fabricación de calcetines, por lo que para ella fue un movimiento natural.

Amaya es trabajadora de Calcetines Mingo junto a otra veintena de empleados.
Amaya es trabajadora de Calcetines Mingo junto a otra veintena de empleados.
Sergio González

En contraposición a esta chica se encuentra Ángel, recién jubilado tras toda una vida dedicado a la industria textil. "Con 15 años, terminabas el colegio y te venían a buscar a casa" para incorporarse a este oficio, cuenta. Como él, un 90% de los empleados de la compañía reside en el pueblo, lo que la convierte en un claro ejemplo de actividad que ha sabido evolucionar, en el mismo territorio, a través de los tiempos.

De la tradición a la innovación

Aunque el vaciado de la España rural también ha hecho mella en Pradoluengo se estima que desde este lugar siguen saliendo el 25% de los calcetines que se fabrican en nuestro país; dicho de otro modo: uno de cada cuatro proceden de esta localidad burgalesa.

La historia de esta curiosa tradición se remonta a finales del siglo XIX, cuando la industria textil, centrada sobre todo en la fabricación de boinas y calcetines, se convirtió en el buque insignia de la localidad. Su posición geográfica y el fácil acceso a materias primas, como lana merina y tierras de batán, claves para la fabricación de las prendas, además de las fuertes corrientes del río Oropesa, que garantizaban energía para el funcionamiento de batanes, telares e hilaturas, propiciaron el desarrollo de la zona en ese sentido

Pradoluengo, un pueblo dedicado a la industria textil.
Pradoluengo, un pueblo dedicado a la industria textil.
Sergio González

Por ello, el pueblo entero funcionaba como una gran fábrica. Cada garaje, cada bajo de cada casa funcionaban como una sala de tratamiento, de tejido, de hilvanado. Entre todos, coordinaban la producción como una gran familia, hasta que la llegada de competidores extranjeros y la crisis de la industria textil hicieron que ese esplendor se apagara.

Calcetines Mingo, sin embargo, resistió a todas las embestidas. Aunque la localidad ha perdido más de la mitad de su población en los últimos 15 años, su actividad ha seguido adelante desde que, en 1914, Avelino de Miguel encendiese la primera máquina.

Cuando la empresa llegó a su bisnieto, José Manuel, estaba constituida por tan solo dos trabajadores. Y aunque este empresario ha experimentado durante su trayectoria con la fabricación de distintas prendas, hoy están centrados de nuevo en los calcetines, principalmente técnicos para todo tipo de deportes.

Como él mismo explica, la clave fue especializarse en un producto de alta calidad, fuera del interés de los grandes fabricantes asiáticos. Hoy, producen una media de un millón de pares de calcetines al año, de los que exportan más de 400.000. 

Los empleados de Calcetines Mingo.
Los empleados de Calcetines Mingo.
Sergio González

Por supuesto, otra de las grandes bazas fue la de la innovación. En la actualidad cuentan, por ejemplo, con los calcetines que ‘limpian océanos’: cada par comprado equivale a una bolsa de plástico menos en el mar. La colección, denominada FreeWaves by Funstep, está fabricada a partir de un hilo de poliéster conseguido gracias a material reciclado de los mares Cantábrico y Mediterráneo. Un claro ejemplo de progreso y sostenibilidad desde un pequeño pueblo, demostrando que desde la España rural es posible competir con empresas de grandes núcleos poblacionales.

Un reconocimiento merecido

Este tipo de decisiones innovadoras han permitido que Calcetines Mingo se mantenga en marcha, y que haya sido elegida como Pyme del Año en la provincia de Burgos en la última edición de los Premios Pyme del Año, otorgados por Banco Santander y la Cámara de Comercio para reconocer el trabajo de pequeñas y medianas empresas.

Esta iniciativa es un gran ejemplo del apoyo de la entidad financiera hacia este colectivo, que conforma el 99% del tejido empresarial español y que es el principal creador de empleo. Desde hace años, Santander impulsa multitud de medidas que apoyan en su día a día a 4 millones de pequeñas y medianas empresas, apostando por ellas como sustento de la economía, con ejemplos como programas específicos de financiación y asesoramiento, impulso de la digitalización, de la internalización, y reconocimientos como el propio Premio Pyme del Año. Una reivindicación de la enorme labor que compañías como Calcetines Mingo mantienen desde la España rural.

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