Amor eterno ante el altar

Desde una impresionante catedral hasta una pequeña ermita en el pueblo, pasando por la parroquia donde te han visto crecer... Estos podrían ser los escenarios de una ceremonia religiosa, preferentemente católica, elegida hoy por el 30% de las parejas que deciden contraer matrimonio, según los datos del Instituto Nacional de Estadística referidos a 2018.

La fe y la tradición son los motivos principales por los que los novios deciden casarse por lo canónico y vestir su boda de un carácter más solemne y protocolario. Una vez decidido el lugar donde se oficiará la ceremonia, lo primero que habrá que hacer es hablar con el párroco para que determine los plazos de la celebración e indique la documentación que es necesario aportar. A este respecto, hay que tener en cuenta que los documentos del expediente matrimonial han de tener menos de seis meses desde la fecha de expedición hasta el día de la boda.

Lo habitual es que se ponga fecha para el cursillo prematrimonial, obligatorio para que se pueda celebrar un enlace religioso. Se trata de una serie de charlas preparatorias sobre el sacramento del matrimonio, cuyo certificado debe adjuntarse junto con el expediente matrimonial.

Testigos: fiel presencia

En este tipo de celebración canónica, la presencia de la familia cobra protagonismo en el altar, lugar preferente y central de la ceremonia. Así, junto a los novios destacarán durante el enlace las figuras del padrino, normalmente el padre de la novia, y de la madrina, como madre del novio.

En la boda religiosa se necesitan dos tipos de testigos: los de la toma de dichos y los propios de la ceremonia. Los primeros, encargados de la apertura del expediente matrimonial, no pueden ser familiares. Los segundos, que sí pueden serlo, dan fe de que la boda se ha celebrado.

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