Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Homo neanderthalensis. La última especie europea

Para conocer al primer europeo recorrimos los 6.000 km que separan el valle del Rift, en África, del Cáucaso, las puertas de Europa. Otros 6.000 km más tarde, entramos en la trinchera del ferrocarril en la sierra de Atapuerca, Burgos. Desde Gran Dolina o Sima del Elefante, hogar del primer europeo, hoy viajaremos hasta conocer a la última especie nacida en este continente.

Reproducción de Homo heidelbergensis en el Museo de la Evolución de Burgos
evolución
LUIS QUEVEDO

HOMO HEIDELBERGENSIS

Hace 300.000 años, las suaves colinas de lo que hoy conocemos como la sierra de Atapuerca, Burgos, estaban habitadas por humanos. Los Homo heidelbergensis, una de tantas formas que la humanidad ha tomado desde que el género Homo apareciera en África hace, aproximadamente, 2,5 millones de años, eran altos –más de 1,8 m– y robustos –100 kg– y contaban con un cerebro de unos 1.100 cc. Como el género, también ellos surgieron en África y solo después colonizaron Europa.


Estos hombres y mujeres prehistóricos de la meseta eran cazadores. Cazadores de bisontes. Y, según los investigadores de Atapuerca, eran capaces de hablar –su oído interno es idéntico al nuestro– y enterraban a sus muertos, como atestigua la acumulación de restos humanos en la Sima de los Huesos.


Pero, como todas las especies de las que hemos hablado aquí, en algún momento desaparecen del registro fósil. Los Heidelbergensis de Atapuerca puede que se encontraran entre los últimos supervivientes de su grupo. Después de 300.000 años no los volvemos a encontrar, y es otra especie la que reclama sus dominios europeos.


NEANDERTALES

El neandertal –Homo neanderthalensis– dominó Europa hasta hace unos 30.000 años. Eran robustos y con un cerebro incluso más grande –mayor que el nuestro, de hecho, 1.500 cc–. Son los descendientes de los Heidelbergensis y, también, la última especie europea.


Los neandertales llegaron a extenderse por toda Eurasia, desde la Península Ibérica hasta Siberia. Tenían una cultura compleja y una tecnología sofisticada. Lejos de la imagen de brutos carnívoros, tenemos pruebas de que su existencia era muy parecida a la de los actuales cazadores-recolectores. En el Peñón, probablemente el lugar donde los últimos neandertales se extinguieron, Clive Finlayson, director del Museo de Gibraltar, ha descubierto pruebas de que su dieta se componía de cualquier casi cosa: moluscos, pequeños herbívoros, frutas… y «si tenían suerte, tal vez subían a los acantilados y cazaban una cabra o algo más, un ciervo tal vez. Pero sospecho que eso era algo excepcional».


Una de las claves sobre los neandertales que nos descubrió Finlayson es que estos no estaban necesariamente adaptados al frío, como generalmente se piensa. «Si observamos su área de distribución geográfica, vemos que los neandertales solo están en el Norte de Europa y las zonas más frías cuando el clima es tan cálido como ahora o más. Cuando las temperaturas bajan, los que allí viven mueren, se extinguen, y los que quedan son los que habitan zonas más cálidas, como aquí en Gibraltar».


Lo que sí parece claro es que el clima en Eurasia osciló mucho durante la época de los neandertales. La inestabilidad meteorológica, que forzaba la adaptación o extinción de especies animales y vegetales por toda Europa, acabó por reducir mucho el número de individuos y «los que sobrevivieron, quedaron tan aislados y fragmentados que su población ya no pudo recuperarse. Son como los pandas de hoy día, quedan tan pocos que, hagamos lo que hagamos, no hay solución».


Con el último neandertal murieron en Europa 300.000 años de cultura humana, de palabras, de enterramientos y tecnología. La última especie europea de nuestro linaje sobrevivió hasta hace unos 28.000 años en las cuevas del Peñón. Pero si la historia hubiera acabado ahí, no estarías leyendo estas líneas. La evolución no se había detenido y la humanidad se reinventaba en África.


NO PUDIERON ADAPTARSE

El problema fundamental con los neandertales es que no pudieron adaptarse suficientemente rápido o, mejor dicho, no pudieron adaptarse al hecho de que no hubiera algún tipo de estabilidad nueva a la que adaptarse. Parecía que la única opción posible era adaptarse al propio cambio y, para eso, haría falta una especie diferente. Una especie capaz de improvisar sobre la marcha y de planificar para el futuro incierto. Una especie capaz de aprovechar al máximo todos los recursos disponibles en el medio.


Y, entonces, entró en juego el Homo sapiens.


HOMO CALPENSIS

El nombre Homo neanderthalensis deriva de un topónimo. El primer cráneo se halló en una cantera situada en el valle de Neander, en Alemania, en 1856. Los trabajadores de la mina, pensando que se trataba de un oso, llevaron los huesos al naturalista Johann Carl Fuhlrott quien, viendo que algo no encajaba, los llevó al anatomista Hermann Schaaffhausen. El anuncio del descubrimiento se hizo en 1857.


Sin embargo, restos que más tarde serían identificados como neandertales se habían encontrado en Gibraltar en 1848 –y en Bélgica también–. En este caso, los descubridores no se dieron cuenta de lo que tenían entre manos a tiempo. De haber sido así, decía Fynlayson, estaríamos hablando del Homo calpensis –Calpe es el nombre latino del Peñón.