Descubre al gran Tutankamón

Cámara con tesoros
Cámara con tesoros

Corría el mes de noviembre de 1922. El mundo iba a sorprenderse entonces con uno de los hallazgos más impresionantes de la historia de la arqueología: la tumba del faraón Tutankamón. Su descubrimiento fue posible gracias al empeño y dedicación de un británico, Howard Carter, quien localizó el emplazamiento de dicho espacio funerario tras años de infatigables excavaciones. El conocido egiptólogo encontró el día 4 de ese mes la tumba del famoso faraón intacta, tal y como quedó sellada en el momento del entierro de Tutankamón, en el año 1337 antes de Cristo, cuando este solo contaba 18 años.


Un espectáculo increíble de oro y piezas impresionantes se abrió ante los atónitos ojos de Howard Carter y su equipo de arqueólogos. Una visión que ahora se ha recreado con todo lujo de detalles y en 3D para la exposición ‘Tutankamón. La tumba y sus tesoros’ que se puede ver estos días en la Casa de Campo de Madrid.


La muestra combina exactamente la recreación de tres de las cuatro cámaras de la tumba con las últimas tecnologías audiovisuales. La gran cantidad de piezas, algo más de 1.000, y su amplia escenografía hacen posible observar al detalle todos y cada uno de los objetos expuestos como si fuera la primera vez que se descubrían estos tesoros.

La exposición, que ocupa una extensión de unos 3.000 metros cuadrados, se compone de la reproducción fiel de los numerosos objetos funerarios con los que fue enterrado el más famoso faraón egipcio. Así, el visitante descubre las figuras negras de los centinelas que se erigen ante la cámara sepulcral; el chacal que vigila sobre un cofre la capilla de los vasos canopes igual que lo hiciera 3.300 años atrás...


Previamente, al espectador se le prepara de manera muy didáctica con una completa introducción multimedia que le ofrece información sobre Howard Carter, la historia de Tutankamón y la cultura egipcia. Los impulsores de esta exposición, Semmel Concerts y Artstation, la han concebido como una oportunidad para que el visitante se sienta también el descubridor de la tumba. Así, la segunda parte de la muestra exhibe de nuevo los hallazgos más importantes en todo su esplendor: cajas y cofres con réplicas de notable calidad de innumerables objetos preciosos como joyas, amuletos y figuras de oro de diversos tamaños. Asimismo, todas las piezas se presentan con explicaciones detalladas y las instalaciones interactivas entre los objetos funerarios permiten profundizar más en los temas.



Los tesoros


Entre los tesoros que se exponen ante los ojos de los espectadores destaca una reproducción asombrosamente real del sarcófago de cuarcita que permanece en la tumba, los cofres (los reales están en el Museo Egipcio de El Cairo), figuras de dioses que estaban ocultas en dichos cofres, joyas de oro de la momia, carros de guerra que estaban dispersos por la tumba y, por supuesto, una réplica perfecta de la famosa máscara de Tutankamón , cuyo original viajó por última vez en los años 80 y ahora permanece expuesto en el Museo de El Cairo.



El valor de las réplicas


Ante la pregunta de si una exposición de réplicas puede resultar igual de interesante que una con originales, el arqueólogo y egiptólogo Wilfried Seipel, uno de los responsables de esta exposición internacional, es muy claro: “En este caso, sí, porque exponer todo lo original de manera itinerante por el mundo sería una auténtica irresponsabilidad dado que se trata de muchísimos objetos y es incalculable su valor. Además, aquí lo que importa es el conjunto total, es decir, no tanto la pieza individual como el contexto, el nexo histórico, cultural y religioso. Muy pocas personas tienen la oportunidad de desplazarse hasta los lugares donde se exponen los originales y además lo más importante es preservar para el futuro estos tesoros construidos hace miles de años. De ahí que la solución radique en gran medida en la reproducción detallada y supervisada científicamente”.


Del mismo modo opina el profesor Jaromir Malek, director de Archivos del Griffith Institute, de Oxford: “Es evidente que el transporte de antigüedades de más de 3.000 años, por muy profesional que sea, conlleva riesgos, como demuestran accidentes del pasado. Por ello, esta es una buena opción. Ha sido posible reproducir todo gracias a las insuperables imágenes de Harry Burton, el fotógrafo de Carter”.


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