La primera remontada, otro síntoma de progreso

Han tenido que transcurrir 17 partidos de liga y uno de Copa, cuatro meses de competición, para que el Zaragoza logre una victoria a través de una remontada después de comenzar con el marcador adverso.

Los jugadores del Real Zaragoza celebran la consecución del 2-1, anotado por Borja Bastón de penalti
La primera remontada, otro síntoma de progreso
Mestre/Navarro

Durante 16 partidos de liga y uno de Copa, todos los jugados en los últimos cuatro meses, el Real Zaragoza no había logrado remontar para ganar ni una sola vez. Ayer, en un duelo tenso, duro, enrevesado por las condiciones del rival, el cuadro zaragocista rompió ese hechizo maligno que lo condenaba a no ganar en lo que va de temporada si era el rival quien se adelantaba en el marcador. No es esta una cuestión menor. Al contrario, es un síntoma de confianza, de madurez, de ese progreso que Ranko Popovic viene requiriendo a su equipo después de tres semanas intensas de renovación de ideas y métodos y que, como él anticipa, va a costar aún un tiempo observar con mayor contundencia cada fin de semana.


Cuando el Girona anotó el 0-1 antes del primer cuarto de hora, en el primer desajuste grave de la defensa aragonesa, regresaron sobre La Romareda los nubarrones de la rutina anterior. Un equipo bien armado como el catalán, con una dinámica ganadora en un arranque de torneo sobresaliente, pasaba a tener la mano en el destino del choque. Un mal asunto dados los antecedentes descritos.


El Zaragoza de Víctor Muñoz solo supo remontar hasta el empate y lo hizo solo en dos ocasiones. Una, en Lugo, para equilibrar el 3-2 adverso fuera de tiempo con un 3-3 que supo a poco porque, realmente, aquel día se perdieron dos ventajas (el 0-1 y el 1-2 parciales). Y la otra, en casa ante el Betis, donde se igualó por dos veces la iniciativa en el tanteador de los sevillanos. El pasado lunes, ya con Popovic al frente del vestuario, el Zaragoza repitió por tercera vez la figura de la remontada incompleta en Albacete, empatando a dos tras haberse puesto por delante los manchegos por 2-1.


Este es un escaso bagaje, en términos de capacidad de reacción, para un equipo que aspira a estar arriba, cuyo fin último es el ascenso a Primera División. Por eso, el hecho de que el Real Zaragoza, en la tercera semana de Popovic, lograse ayer una victoria con este formato de remontada, significa mucho más que el mero hecho de sumar tres puntos cruciales –por el momento y el calibre del rival– en su pugna por estabilizarse un día futuro en el grupo de cabeza.


Darle la vuelta al partido de ayer no era tarea sencilla. El Girona, con su peculiar sistema del 5-3-2 y su fortaleza física –rayana con la dureza excesiva por momentos– solo había perdido un partido como visitante en ocho desplazamientos. Un dato que habla por sí solo de lo complicado que es destrabar a los gerundenses en cada encuentro, mucho más si, como ayer sucedió, logran adelantarse en el marcador al poco de rodar el balón.


La manera en la que se obró el triunfo de ayer en La Romareda debería marcar un antes y un después en este curso tan singular para el equipo zaragocista. Respecto del nuevo entrenador, Ranko Popovic, se trata de un tremendo refuerzo moral para él y, por extensión, para sus pupilos. Es un excelente detalle que el serbio, que ha roto los moldes que reinaban en el vestuario desde julio, pueda ser, ejercer y presumir en adelante de un talante reanimador, de un liderazgo intelectual dentro del grupo de profesionales, de una personalidad decisiva en lo referente a las reacciones grupales dentro de la caseta, tanto en la prosperidad como en la adversidad puntual.


Si el entrenador logra con el paso de los días, con hechos palpables, con cimientos tangibles y materiales, ser un líder creíble para los suyos, el Real Zaragoza habrá encontrado el camino adecuado hacia el éxito. Solo si se dispone de esa figura al frente, un equipo puede sobreponerse a los contratiempos a base de autoestima, autoconfianza y fe en las posibilidades propias. Ayer, el bloque zaragocista respondió, por primera vez en la temporada, a este patrón de casta, de orgullo, de sentido común, de calma, de seguridad en sus propias fuerzas, de paciencia hasta encontrar los resquicios que permitieran voltear un resultado y una situación peligrosamente contraria.


Por primera vez, se supo aprovechar que el contrincante perdía una pieza por expulsión a mitad de partido (Bigas, en el minuto 2 de la segunda parte). Una circunstancia de enorme calado cuando sucede y que, sin embargo, en el primer tramo liguero se dejó escapar inexplicable e injustificadamente en aquel partido ante el Sabadell en La Romareda, que se ganaba 1-0 cuando el cuadro catalán perdió por tarjeta roja a Yerai justo antes del descanso. La falta de ambición, la poca confianza en el grupo en unos momentos balbuceantes del equipo zaragocista, acabó regalando el 1-1 en tiempo añadido y puso de manifiesto las deficiencias de carácter que ayer, por el contrario, salieron a flote en positivo y con aroma de progresión favorable en el seno del equipo.


Como remarcó Popovic al término del partido, quedarse en superioridad a mitad de encuentro, cuando se está 0-1 abajo en el marcador, es un dato positivo que puede negativizarse por el aumento de responsabilidad que añade a los jugadores locales. Asoma, inexorablemente, la obligación de remontar. De venirse arriba, de hacer valer la ventaja numérica. Y eso hay que saber jugarlo y administrarlo mentalmente. Hay que tener galones, conocimiento de causa y un método a aplicar de inmediato para sacar provecho sin ansiedad.


El Real Zaragoza, por fin, a mitad de diciembre y tras cuatro meses de dudas, miedos y personalidad difusa, logró remontar para ganar un partido en tan solo 6 minutos, los que van del 55 al 61. Y, como valor añadido, lo hizo mediante un penalti. Otro momento clave para manifestar madurez. De no pelearse por tirarlo, como ocurrió en la anterior era en Palamós ante el Llagostera, donde se falló aquella pena máxima a falta de 20 minutos que servía para matar a un rival que, sin embargo, cobró vida y estuvo a punto de estropear la victoria. Ayer, el Zaragoza rompió varios de sus corsés. Una gran noticia si consolida una continuidad.