SOLIDARIDAD

La trastienda de la crisis

LaBastaría con el 1% de la inversión mundial en seguridad y defensa para acabar con la pobreza. O con que los gobiernos del mundo rico pusieran el mismo empeño que en salvar a los bancos, a cuyo rescate han dedicado diez veces más recursos que a eliminar la miseria. Así lo denuncia la exposición itinerante 'Puertas'

Bastaría con el 1% de la inversión mundial en seguridad y defensa para acabar con la pobreza. O con que los gobiernos del mundo rico pusieran el mismo empeño que en salvar a los bancos, a cuyo rescate han dedicado diez veces más recursos que a eliminar la miseria. Bastaría con distribuir con equidad los alimentos que el planeta produce (suficientes para dar de comer al doble de sus habitantes), y con no desperdiciarlos (el 15% se tira a la basura), para erradicar el hambre, que ahora alcanza al 20% de la población, 923 millones de personas.


Paralelamente, otros 1.600 millones padecen sobrepeso, víctimas de un estilo de vida que pone en peligro su salud personal -la obesidad es un factor de riesgo decisivo para desarrollar enfermedades tan mortíferas como las cardiovasculares-- y que sitúa al propio planeta al borde del colapso ecológico. En suma, una realidad escandalosa que se deja ver tras las 'Puertas' de una original exposición itinerante que, bajo ese título, hurga en las causas de la pobreza con espíritu crítico, pero sin dejar de plantear propuestas realistas para conseguir otro 'Mundo posible'.


Los pobres de "nuestro" planeta


"Vivimos en una gran mentira, y sólo la verdad nos dará la oportunidad de cambiar las cosas", dice una de las primeras personas que han visitado "Puertas. La vida que llevamos. El mundo que queremos". Y remacha: "Esta exposición debería ser de obligada visita para todas las escuelas". Aunque solo sea, como subrayan sus organizadores de la Plataforma 2015 y Más y de Cipó-Comunicación Creativa, para "abrir los ojos del público hacia el mundo real", ya que "es inútil seguir hablando de desgracias planetarias si quien escucha, en el fondo, siente que los pobres se encuentran en otro planeta".


Tras esas 'Puertas' que se abrieron en Rivas Vaciamadrid en diciembre y esta semana en Alcorcón --después serán Córdoba, Benalmádena, Toledo, Albacete, Santander--, se siente la cercanía de los pobres de este planeta y la urgencia de cambiar de rumbo. La exposición da alguna pista al ir recorriendo cuatro mundos.


Empezando por ese "mundo feliz donde creemos que vivimos", basado en los valores consumistas y especulativos que han desencadenado la actual crisis.


Siguiendo por el "mundo real en que vivimos", que tiene en la muestra un símbolo perfecto en ese frigorífico acristalado lleno de comida que se ve pero no se come, porque está reservada para el ganado que ha de surtir el mercado de carburantes automovilísticos de agrocombustibles. Éstos se han tragado ya 100 millones de toneladas de cereales, un 'lujo' terrible --por no hablar de auténtico crimen contra la Humanidad-- cuando una de cada cinco personas sigue pasando hambre.


'Blablablá' de promesas incumplidas


El tercero de esos mundos se distingue por sus "falsos remedios" a la pobreza, y por eso sus puertas son ficticias. Allí "todo se vende", el agua, la información, hasta las emisiones contaminantes. Allí todo es "moda de solidaridad y ecología", aunque ni es 'bio', ni es 'eco', ni es 'solidario' todo lo que reluce cuando las vacunas son el regalo por la compra de un producto o cuando empresas que presumen de "verdes" están denunciadas por delitos ambientales. Allí la ayuda al desarrollo está pervertida por intereses comerciales, la libre competencia oculta la inferioridad de condiciones del mundo pobre y la libertad de movimientos es para empresas y dinero pero no para las personas.


Y allí, sobre todo, abunda el 'blablablá' de las promesas incumplidas, como el 0,7% del producto interior bruto para cooperación, pendiente desde hace más de 40 años, o los más recientes Objetivos de Desarrollo del Milenio firmados en 2000 por 189 jefes de Estado. Por si hiciera falta algún símbolo más del insuficiente compromiso del mundo rico para luchar contra la pobreza, la exposición añade otro dato: el mundo gasta 190 veces más en armas que en combatir el hambre


La muestra se cierra con un 'mundo posible' que no propone recetas mágicas ni caminos únicos, pero sí la firme voluntad de "hacer algo juntos" y de apartar la doble cortina de resignación del "esto no tiene remedio" y "lo que yo haga no cuenta" ni vale para nada. El compromiso personal y colectivo es la llave de las puertas del futuro, resumidas en diez realidades alternativas que ya están en marcha en algunos lugares: soberanía alimentaria y energética, ciudadanía social, economía sostenible, consumo responsable, políticas públicas de salud y educación, medios de comunicación al servicio de la sociedad, gobiernos auténticamente democráticos --de y para todos--, multiculturalidad, empoderamiento de la mujer y políticas públicas de cooperación para "este" desarrollo.