CIENCIA

¿Por qué tenemos la nariz a esa altura? Los neandertales tienen la respuesta

Esta herencia genética pudo ayudar a que nuestros antepasados se adaptaran a climas más fríos cuando salieron de la calurosa África.

Entre neandertales y Homo sapiens existen numerosas similitudes físicas
Entre neandertales y Homo sapiens existen numerosas similitudes físicas
Neanderthal Museum

Si comparamos los rostros de la gente del norte de Europa con los de los africanos notaremos unas cuantas diferencias. Algunas obvias (el color de la piel, de los ojos...) y otras menos, como la forma de su nariz. La de los primeros suele ser una nariz alta y estrecha, mientras que la de los segundos es baja y ancha. ¿A qué se debe esta diferencia? Básicamente, se trata de una adaptación al clima. Al margen de para respirar, las fosas nasales sirven también para calentar y humedecer el aire antes de que llegue a los pulmones.

Una gran cavidad nasal (como la que lucen buena parte de los europeos) sería entonces una ventaja en climas fríos, pero no aportaría ventaja alguna en las zonas más cálidas. Esto no es novedad. Lo descubrió el antropólogo y anatomista británico Arthur Thomson hace 150 años y se confirmó en 2017 gracias a un estudio de la Universidad de Pensilvania.

Sí es novedad, sin embargo, que la nariz alta de los nórdicos podría ser una herencia de los neandertales. Así lo asegura una investigación publicada en la revista Communications Biology. "Los humanos heredamos material genético de los neandertales que afecta a la forma de nuestra nariz. El gen que hemos identificado puede haber sido heredado para ayudar a los humanos a adaptarse a climas más fríos cuando nuestros antepasados se mudaron de África", explican los autores del trabajo.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores utilizaron datos de más de 6.000 voluntarios de América Latina, de ascendencia mixta europea, nativa americana y africana. Compararon la información genética de los participantes con fotografías de sus rostros para ver cómo los diferentes rasgos faciales se relacionaban con la presencia de diferentes marcadores genéticos. Y descubrieron que muchos de los participantes tenían un gen que contribuía a esa mayor 'altura' de la nariz. Este mismo equipo ya descubrió en 2021 algo más sobre nuestro rostro: la forma de nuestros labios se la deberíamos a los denisovanos, otra especie de homínido descubierta en el sudoeste de Siberia que convivió tanto con los neandertales como con los sapiens.

La de la nariz alta no es la única herencia que nos dejaron los neandertales, según varios estudios. En el lado positivo, algunos de sus genes reforzaron nuestro sistema inmune y, con ello, la capacidad para evitar infecciones, y también es suya la genética que nos protege del colesterol 'malo'. En el lado negativo, les debemos la acumulación de grasa visceral, la artritis reumatoide, la esquizofrenia, ser más vulnerables a la covid y la propensión a las alergias.

Fabricantes de herramientas

Hace ya tiempo que quedó atrás la imagen de los neandertales como unos seres brutos, primitivos y hasta caníbales que hace poco menos de 30.000 años perdieron la carrera por la supervivencia con el Homo sapiens debido a su inferioridad intelectual. No se sabe exactamente por qué desaparecieron -se habla de la mencionada competencia de nuestros antepasados directos, de la reducción de sus fuentes de alimentación, de su menor organización social, de una acusada endogamia.-, pero sí se sabe que fabricaban herramientas, se vestían, enterraban a sus muertos, cuidaban a sus mayores y enfermos, controlaban el fuego e incluso realizaron pinturas.

También se creía que ambas especies no se habían cruzado hasta que en 2008 se pudo secuenciar el genoma de nuestros 'primos'. Desde entonces, se sabe que entre un 1,8% y un 2,6% de nuestro genoma es neandertal, lo que explica herencias como la de la nariz alta. Este hallazgo -el de la secuenciación de su ADN- le valió el Premio Nobel de Medicina el año pasado al biólogo sueco Svante Pääbo.

Físicamente, los neandertales eran más bajos que nosotros -los varones medían entre 1,64 y 1,69 metros; ellas, unos diez centímetros menos- pero mucho más fornidos, ya que pesaban unos 85 kilos. Como en el caso de las fosas nasales, esto podría obedecer a una simple cuestión de adaptación al frío, ya que les tocó vivir durante las épocas glaciales en gran parte del continente europeo. La llamada regla de Bergman establece que las poblaciones de una especie de sangre caliente que habita en regiones frías tienden a tener el cuerpo más voluminoso que las que viven en zonas más cálidas. La razón es que esta forma redondeada reduciría su superficie por unidad de volumen, lo que minimizaría la pérdida de calor. Algo similar a lo que ocurre en la actualidad con los esquimales en comparación con los tuaregs, más altos y esbeltos.

En cuanto a su rostro, se prolongaba hacia delante en forma de cuña, al contrario que la nuestra, más plana. Su cerebro era más grande (1.500 centímetros cúbicos frente a los 1.350 de la actualidad), si bien debido a su mayor peso, la proporción sigue siendo favorable a los sapiens. Comían más carne que nosotros, tenían menor capacidad olfativa y algunos no podían percibir el sabor amargo, algo presente también en los humanos modernos y extraño desde el punto de vista evolutivo porque este sabor suele estar asociado al veneno -de ahí que genere rechazo-. También se sabe que algunos tenían la piel clara y el pelo rojizo. En cuanto a su organización, vivían en grupos de unos 3.000 individuos en los que los machos solían permanecer y eran las hembras las que se trasladaban para evitar la endogamia.

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