Por
  • José Ángel Bergua Amores

Playas y gentes

Las gentes que inundan las playas en el paréntesis vacacional se reconcilian con lo que en realidad son, por debajo de cualquier idea de sí.
Las gentes que inundan las playas en el paréntesis vacacional se reconcilian con lo que en realidad son, por debajo de cualquier idea de sí.
Heraldo

Sin lugar a dudas, uno de los fenómenos más interesantes de todos los veranos es la congregación de gentes de cualquier clase, edad o condición en las playas. Estimuladas por un irrefrenable impulso de regreso a los orígenes que, más allá de los imperativos sociales, en el fondo nos constituyen, cada año por estas fechas es habitual que enormes cantidades de gentes semidesnudas se reencuentran en la playa con la tierra, el agua, el fuego y el aire. A esos cuatro elementos añaden un quinto, de naturaleza espiritual que tiene que ver con el simple y poderoso ‘estar-juntos’ o ‘estar uno-con-otro’, siendo el ‘con’ lo importante.

En el caso de las playas, el quinto elemento se manifiesta a través de un ambiente festivo, pues no otra cosa crea el amplio abanico de juegos playeros, junto con la música, quizás también el baile y las conversaciones con los vecinos, todo ello entre una densa jungla de sombrillas con vivos y muy variados colores. Desde ese grado cero de sociabilidad las gentes palpan con sus pies desnudos la energía de la tierra, sienten directamente sobre sus pieles el fuego del rey sol, se sumergen en el inmenso mar amniótico y sienten al salir de él ese frescor que proporciona el invisible y muy a menudo desapercibido aire, que solo se vuelve patente cuando se mueve. En un mundo tan barroco, sofisticado y alejado de la naturaleza, como es el nuestro, llama la atención la poderosa e irresistible atracción que ejercen los componentes más elementales de la ‘fisis’ sobre el ‘socius’.

Los antiguos siempre tuvieron muy en cuenta la importancia de los cuatro primeros elementos. En la antigua Grecia, por ejemplo, entendieron que cada uno por su cuenta o todos ellos en conjunto conformaban el auténtico ‘arjé’ u origen no solo de la realidad sino del propio pensamiento. Por su parte, los Upanisad no cesan de remitir cualquier sentido, emoción e intelección a dicho sustrato. Por lo que respecta a la gente, en Grecia está representada por Afrodita Pandemos o Harmonia (Concordia en Roma), que hace referencia al pegamento que une a unos sujetos con otros, si bien no en términos tan primarios como ocurre en el espacio sagrado de las playas. Del mismo modo, entre los judíos, la ‘sejiná’ o radiante presencia de Dios, ya desde la época babilónica, se interpreta que reside en el propio pueblo, más exactamente entre los sujetos que lo componen.

No obstante, lo que falta en estas figuraciones es el hecho de que la solidaridad orgánica que late bajo cualquier forma de sociedad tiene un vínculo con la ‘fisis’, constituida por el agua, el fuego, la tierra y el aire. Esta idea solo es actualmente defendida por las comunidades originarias, pero apenas es entendida por las instituciones políticas, tanto nacionales como internacionales, para las que la ‘soberanía’ remite a sustratos sociales bastante elaborados, como son la lengua y la cultura, casi siempre representados por la Nación, así que no han sabido hablar más que del ‘derecho de autodeterminación de los pueblos’, algo que a las comunidades originarias les trae sin cuidado.

Entender el vínculo de las gentes con la ‘fisis’ es algo que se sustrae al metafísico modo de pensar de nuestra civilización, que después de abandonar a Dios y pasearse por la Nación, la Clase y otras abstracciones modernas se ha obsesionado con el Individuo, cada vez más replegado en su Ego y entregado al narcisismo. Sin embargo, a pesar de resultar esquivo a nuestros hábitos intelectuales, ese vínculo social primario está bien presente en la vida ordinaria. No tanto cuando las gentes se dedican al trabajo, a sus obligaciones familiares o cívicas y a otras de mayor altura, sino cuando, por ejemplo, inundan las playas en el paréntesis vacacional. De este modo se reconcilian con lo que en realidad son, por debajo de cualquier idea de sí. El espectáculo que crean no solo es hermoso. Rebosa más vitalidad que todas las políticas y economías juntas.

José Ángel Bergua Amores es catedrático de Sociología

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