La generación del ocio

La generación del ocio
La generación del ocio
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Los pensadores suelen fallar en sus predicciones más de la cuenta. La vida es un continuo imprevisto que está sujeta no solo a las acciones de los hombres, sino también a causas naturales. Nadie previó –digan lo que digan los listos– la caída del comunismo en la URSS, que la achacaban a la mala situación económica (siempre estuvo la Unión Soviética en números rojos). 

Nadie previó que la China comunista de Mao Zedong se iba a convertir, junto a los países de la península arábiga, claro, en la meca del capitalismo sin dejar de ser comunista.

Precisamente, el pensador comunista Víctor Alba (‘Ocio o placer’) oteaba un tanto fallidamente el mundo que nos venía, viéndolo como un mundo de ociosos, porque todas las necesidades humanas ya estarían cubiertas. No pudo pensar que había agentes externos que habrían de transformar tan radicalmente el futuro. Y mira por donde llegó el ocio, pero el obligado, no querido. Sobre esto del ocio, más allá de la fácil moralina que lo estigmatiza, hay opiniones en contra. Camilo José Cela en su proverbial facundia decía: "Es provechoso el ocio, hijo mío: el ocio es un amable regalo de los dioses. Yo pienso que si se pudiese almacenar el ocio, si se pudiese manufacturar y comerciar con él, como sucede con otros productos, se llegaría a prestar un gran servicio a los hombres". Y Bertrand Russell, filósofo y premio Nobel británico, aseveraba: "La última consecuencia de la civilización es su aptitud para ocupar inteligentemente los ratos de ocio".

Y ahí está el quid de la cuestión. La palabra clave es inteligentemente, no tirándose a la bartola. Parece cierto que los mayores logros del ser humano se han producido cuando ha sido libre por completo, no estando sujeto a una obligación laboral ni a un salario. Claro que eso supone ganas de estudiar, de trabajar por tu cuenta –muchas veces sin esperar nada a cambio– poniendo a funcionar tu talento al máximo.

Todo esto viene a cuento de que cada vez más ‘la nueva normalidad’ nos sorprende sin necesidad de estudios sociológicos, sino simplemente andando por la calle. La pandemia y sus secuelas han vuelto la vida del revés. Siempre ha habido señoritos holgazanes, hijos de gentes que hicieron sus fortunas trabajando de lo lindo, pero ahora se ven y se cuentan por millones en España (hay mucho dinero negro), y han abierto una gran brecha con los trabajadores de todo tipo, a los que están laminando poco a poco. Es esa generación afortunada de los años setenta entre los que abundan los cultivadores del ocio.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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