Cada ser humano es uno, cada personalidad es única y cada cuerpo y cada enfermedad son distintos a los de los demás, por más que, cuando uno cuenta que le pasa algo, el resto suela darle consejos porque eso ya les ha ocurrido a ellos. 

La soledad es, también, una sensación dolorosa que cada uno, cuando la sufre involuntariamente, tiene que resolver en solitario. El problema, sospecho, es que cuando alguien se siente solo acaba entrando en un bucle del que no puede salir sin ayuda de los demás.

Estos días, hemos leído sobre la soledad entre las personas mayores, un problema agravado en las últimas décadas por las nuevas formas de vida y de entender la familia y que también comienza a afectar a gente joven. Es evidente que cada uno, a su manera y con los medios de que disponga, ha de pelear y ha de obligarse a sí mismo a salir de esa exclusión, ese saberse abandonado por el resto. Y aquí es donde yo estoy convencida de que la cultura es la perfecta aliada para salvar a cualquiera que en un momento de su vida sufra la soledad. Salir a la calle, hacer ejercicio, pero, también, acercarse a una exposición, aunque sea solo, no importa, ir al cine a descubrir nuevas historias, acudir a una conferencia y seguir aprendiendo, sin perder nunca el interés, buscar grupos con los que realizar actividades, incluso pintar, y leer, leer mucho y conocer al resto del mundo a través de libros maravillosos.

Mañana, 23 de abril, es el Día del Libro, una buena manera de acercarse hasta Independencia, pasear por las casetas, ojear libros o, simplemente, observar.