Añoranzas de padre

Añoranzas de padre
Añoranzas de padre
Pixabay

En el terreno osado de la sabiduría de la juventud –repleta de ignorancias profundas– no me sentía demasiado alineado con el Día del Padre

Porque estaba convencido de que mi cariño inmenso no iba a estar sujeto a la prescripción de una fecha. Al fin y al cabo, la progresía –tan avanzada entonces como ahora– no merecía vivir encadenada a las argollas de los clichés.

El paso de los años, como casi siempre en esta vida, fue consolidando el poso de mis valores para brindarle el perfil que esa oportunidad merece: la de darle forma al cariño. Y el entorno de la fiesta de San José se hizo motivo de celebración y excusa de cita familiar; que fue ganando entidad conforme la vida desgastaba la fortaleza de mi padre.

Al mismo tiempo, casi por sorpresa, empecé yo mismo a adquirir protagonismo entre el abultado equipaje que nos entrega la paternidad, repleta de pasmos y novedades que siempre al final –aunque sea en el tiempo de descuento– merecen la pena. Y de lo que no me queda más que dar siempre gracias. Me fui familiarizando así con el pequeño detalle del aprecio paternal con el que mis criaturas me manifiestan su cariño; expresión de mucho más valor que el propio regalo, reflejo de la capacidad de pensar en mí.

El tiempo me hace hoy mirar atrás con añoranza. Acomodarme en el sillón de los recuerdos y actualizar vivencias con mi padre, la mayoría de ellas selladas en imágenes que me devuelven a territorios felices. Mientras tanto, los míos rememoran historias que sé que, como me ocurre a mí, perdurarán en su memoria a lo largo de los años. Para compartirlas ellos más adelante con sus futuros herederos.

La vida tiende a ofrecer senderos por los que uno tiene la opción de conducirse en una u otra dirección. Ubicarse en ellos, darles su verdadera dimensión contribuye también a enriquecernos, a alimentar el alma. Hace ya algún tiempo que mi discurrir –en el que maridan la experiencia y el sentido común– aprendió a colorear los bocetos que conforman cada homenaje el 19 de marzo: el de mi padre y el mío propio.

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