Por
  • Antonio Elipe

Einstein y la Academia de Ciencias de Zaragoza

Einstein y la Academia de Ciencias de Zaragoza
Einstein y la Academia de Ciencias de Zaragoza
Heraldo

Estimula ver que, cien años después, Zaragoza celebra todavía la corta visita que Einstein realizó a la capital aragonesa. Einstein era el científico más popular por dos motivos: acababa de ser galardonado con el Premio Nobel de Física por sus trabajos sobre el efecto fotoeléctrico; y, sobre todo, por su reciente teoría de la relatividad, que todavía era incomprensible para muchos físicos del mundo.

En un artículo publicado en HERALDO el pasado 14 de febrero, su autor, generalmente bien documentado, afirmaba que "Albert Einstein vino a Zaragoza un poco por azar en marzo de 1923". Pero el azar contó poco, como bien sabía el gran científico alemán –a quien se atribuye la sentencia "Dios no juega a los dados"–, y lo más cierto es que el suceso tuvo una causa directa, documentada y fácilmente verificable: la invitación que le cursó la Academia de Ciencias de Zaragoza.

La entonces joven Academia, fundada en 1916, estaba formada por un grupo heterogéneo de científicos, con catedráticos de la Universidad, profesores de enseñanzas medias, médicos e ingenieros. Varios académicos habían investigado en laboratorios europeos gracias a la Junta de Ampliación de Estudios presidida por nuestro Nobel Ramón y Cajal, miembro correspondiente de la Academia zaragozana. Era habitual que científicos europeos viniesen a impartir conferencias a la Academia, y en algunos casos eran nombrados académicos correspondientes. Así, entre otros, además del citado don Santiago (1916), a los que eran o serían al poco premios Nobel Sabatier (1921), Perrin (1919) y Zsigmondy (1922) o el matemático Hadamard (1921). La Academia era un grupo pequeño, pero altamente cualificado y muy bien conectado con la ciencia puntera. Estaban en la llamada ‘Edad de Plata de la Ciencia española’.

En 1923 la Academia conocía la teoría de la relatividad. A este propósito, entre sus miembros destacaron Jerónimo Vecino Varona, uno de los primeros en España en dictar conferencias sobre esta teoría, y José María Plans Freyre, quien se había mudado recientemente a Madrid. Además, el presidente de la Academia, Antonio de Gregorio Rocasolano, aplicaba en su laboratorio los resultados de Einstein sobre el efecto foto-eléctrico. Distaban mucho de ser simples curiosos. Por ello, en 1922 iniciaron gestiones para invitar al famoso Nobel, pero este había comenzado un largo viaje al Japón, por lo que de momento se interrumpió la iniciativa. Se retomó, de inmediato, en 1923, al saberse en la Academia de Zaragoza que Einstein viajaría por España en marzo de ese año. A tal efecto se convocó una sesión extraordinaria para reanudar las gestiones y se acordó "por aclamación" nombrar a Einstein académico correspondiente, como figura en el acta de dicha sesión.

De la visita de Einstein han perdurado anécdotas, como la cena con actuación de una rondalla (HERALDO ha recuperado hace poco la curiosa foto), o la estéril búsqueda de la pizarra, si no fueron dos o tres, donde escribió las fórmulas para sus conferencias, pero poco o nada se cuenta del contenido de las mismas, a pesar de que HERALDO publicó un resumen facilitado por el académico Dr. Vecino.

La visita de Einstein a nuestra ciudad en marzo de 1923 estuvo motivada
por la invitación que le cursó la Academia de Ciencias de Zaragoza

La primera tuvo lugar el 12 de marzo en el salón de actos de la Facultad de Medicina y Ciencias, en sesión extraordinaria de la Academia, con la presencia de autoridades, el cónsul de Alemania y "un público numerosísimo que llenaba por completo el local". La sesión fue presidida por el presidente Rocasolano y el profesor Vecino hizo la ‘laudatio’ del conferenciante en francés, lengua que usó Einstein. El orador hizo hincapié en que el espacio y el tiempo no eran absolutos tal como se suponía desde Aristóteles y desarrolló su famosa teoría, basada en el movimiento del observador, al no haberse podido probar la existencia del éter. Einstein insistió en que su teoría no destruía la Física de Newton, sino que ésta no era válida cuando los cuerpos se movían con velocidades altísimas como sucede con los electrones, de unos 200.000 km/s. Posteriormente puso varios ejemplos de cómo podía variar la longitud de una regla si se encuentra en movimiento, o cómo dos relojes dejan de marcar la misma hora si uno de ellos viaja a gran velocidad. Una vez finalizada la conferencia, el presidente Rocasolano le hizo entrega del título de académico correspondiente, conservado hoy en el Museo de Einstein en Israel.

La segunda conferencia fue impartida al día siguiente (ante menos público) y ese acto fue ya presidido por el rector Royo Villanova junto con el decano Calamita, de Ciencias. Un acto universitario también reseñado por ‘Heraldo de Aragón’.

Bienvenidos sean los actos que se están celebrando para conmemorar este centenario. Deben ayudar a fomentar el interés por la Ciencia, motor del desarrollo de nuestra sociedad, y no quedarse en simples pasatiempos.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión