Lambán, Azcón y el grito como estrategia
Un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona revela que el tono excesivamente agudo transmite baja credibilidad y el grave genera sensaciones sombrías en el oyente. Aquí, directamente, gritamos. Y, algunos, a diario.
A falta de casi tres meses para las elecciones, los dos principales candidatos a la DGA se están golpeando políticamente a la española. De lunes a domingo y sin pausa. Da lo mismo que da igual, se trata de arañar el voto en la disputa porque a las razones las visten las siglas, pese a lo que crean. Si Lambán le da una vuelta de tuerca al campo de fútbol -¿cuándo caerán en la cuenta nuestros representantes que llevan 20 años mareando las diferencias mientras La Romareda se cae?- Azcón le recrimina con el caso Mediador porque seguro que existe algún diputado aragonés que se fue a un prostíbulo con el puño y la rosa, que para eso hay una declaración convincente. Y así seguimos, con esa sensación de que aún no han entendido dos aspectos fundamentales: la experiencia de ambos no necesita muletas populistas y corren el serio riesgo de cansar al personal, que es el que introduce la papeleta en la urna. Esos marcajes férreos y contraprogramaciones de actos suponen tal vez un esfuerzo baldío. Quizá esto discurra por otros senderos: el de la tranquilidad en la propuesta y el de la detección de la necesidad real del ciudadano. Considerar como argumento lo que ambos se juegan es, sobre todo, desatender la regla de oro de la política: el espacio público está para solucionar los problemas de los demás, no para resolver los propios.