Argelia y la industria aragonesa
La crisis en las relaciones diplomáticas hispano-argelinas, desatada en junio del año pasado, está impactando en la industria aragonesa y en la del resto del país. El inesperado gesto del Gobierno de Pedro Sánchez, que impuso un giro de 180 grados en nuestra histórica política exterior hacia Rabat aceptando su soberanía sobre el Sáhara Occidental de forma unilateral, soliviantó a Argel y está resultando nefasto para las empresas hispanas que trabajan en suelo argelino. No es sencillo mantener un equilibro en las relaciones con Marruecos y con Argelia, dos países estratégicos para España y a la vez enfrentados entre sí por un antiguo contencioso heredado de la Guerra Fría, pero España no debe apoyarse exclusivamente en uno de los dos protagonistas del Magreb sino en los dos.
La decisión de Argel de suspender el Tratado de Amistad, Vecindad y Cooperación que había firmado con Madrid en 2002 se ha traducido en un bloqueo casi total a las exportaciones de nuestro país. Representantes de un buen número de compañías afectadas, que no están encontrado apoyo en el Ejecutivo, se están planteando presentar una reclamación patrimonial al Estado para ser resarcidos. El Gobierno de Sánchez debe reaccionar porque la diplomacia está para construir vínculos, no para volar puentes.
Las relaciones de España con Argelia han pasado por fases críticas con anterioridad. Ahora, Madrid debe actuar con cautela, con el ánimo de limitar los efectos de su desencuentro y con el propósito de recomponer las relaciones bilaterales. Eso es lo deseable si aspiramos a mantener el suministro de gas, a relanzar las exportaciones y a recuperar la colaboración en materia de inmigración y seguridad. La posición argelina puede sufrir flexibilizaciones en un panorama cambiante como el de la política internacional actual y España debe estar preparada para tender una mano amiga.
