Por
  • Juan Luis Saldaña

Bolsas

La cadena canadiense ha apostado por el humor para concienciar a sus clientes.
Bolsas
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Zaragoza es un desfile interminable de gente con bolsas de plástico. Es también un ecosistema de bolsas que vuelan con vida propia del que ya hemos hablado algo. Los modernos con ‘tote bag’ –esa bolsa de tela rectangular con asas– hacen lo que pueden, pero tienen todavía un largo camino que recorrer. No podemos engañarnos, el plástico manda. 

Entre las tendencias de temporada, destacan este invierno las bolsas de una conocida empresa farmacológica. Están por todas partes, con sus asas moradas. Es insondable la utilidad de una bolsa de farmacia. Las de las tiendas de frutos secos dan también una nota de color y las respetabilísimas bolsas verdes de los comercios de fruta y verdura tienen segundas vidas maravillosas. Hay una bolsa de un centro de radiodiagnóstico, plana, burguesa, nada aerodinámica y elegante como un galgo, que se ve mucho y que desafía la corriente de viento que baja por la Gran Vía y gira hacia Sagasta. Allí algunas señoras forcejean con ella mientras regresan a casa rumiando sus esguinces. Hay una bolsa extraña, mimada y curiosa que sirve para llevar un pastel trenzado que ha hecho fortuna por el centro y es, además, una bolsa exigente para usos diferentes del original. Y esa especie de capazo playero de un material imposible de la empresa que critica la ministra Belarra sirve ya para transportar una vida. Seremos señores que llevan libros en bolsas verdes que antes tuvieron borrajas. Nos queda mirar. Nos queda esperar.

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