Por
  • Ignacio Marco-Gardoqui

No es el cuánto, es el qué

Pedro Sánchez en el Congreso.
No es el cuánto, es el qué
Europa Press

No cabe duda de que el presidente Sánchez ha hecho muchas cosas y muy meritorias. Lo digo sin atisbo de ironía. Como por ejemplo conseguir aprobar tres presupuestos consecutivos y hacerlo con amplias mayorías, algo que no sucedía desde tiempos inmemoriales y que tiene más mérito aún al hacerlo con un Gobierno de coalición altamente inestable. 

Y ha conseguido aprobar también una enorme lista de leyes. Todo eso es muy cierto. Entonces, ¿cómo es que las encuestas no reconocen su mérito? ¿Cómo es que muchos de los propios militantes y simpatizantes de su partido están de uñas con él? ¿Cómo es que sus colegas de las autonomías le esquivan con una agilidad digna de Maradona y no quieren ni verle en sus mítines?

Creo que la razón de tan singular comportamiento no está en la cantidad de cosas que ha hecho, sino en lo que ha hecho y en el coste incurrido para hacerlo. Ya de entrada, Pedro Sánchez ganó unas elecciones con pocos votos y, en lugar de pactar con el lado derecho del centro, se fue a donde había prometido no ir y abrazar a la extrema izquierda de Podemos, para formar el gobierno con menos apoyos parlamentarios de la historia democrática. Ha hecho mucho, sin duda, pero no ha hecho lo que prometió hacer y, en muchos casos, ha hecho exactamente lo contrario de lo que prometió hacer. ¿Están de acuerdo con ello sus votantes? Lo sabremos en unos meses, pero los dirigentes autonómicos se malician algo.

Y luego está el contenido de lo que ha hecho. A su Gobierno le parece un alarde de sensatez y cordura eso de dejar la redacción de los delitos en manos de los condenados por esos mismos delitos. Asegura haber desjudicializado la política, pero la renovación del Tribunal Constitucional demuestra que ha sido a cambio de politizar la Justicia, todo un desastre en el que ha colaborado con entusiasmo el PP. Está seguro de haber eliminado el ‘procés’, un ¿deseo? que los responsables de mantenerlo en pie no han tardado ni un segundo en contradecir. Además de una manera superoriginal. El próximo día 19, mientras en los salones se desarrollará la cumbre hispano-francesa con la presencia del ‘molt honorable’ Pere Aragonès, sus militantes estarán en las calles gritando en contra de los dos Estados participantes, que son, precisamente, los dos que oprimen y roban al pueblo catalán. Y también le parece que los despropósitos causados por la apresurada redacción de varias de las leyes aprobadas (el ‘sólo sí es sí’, la malversación, los nuevos impuestos, etc.) son responsabilidad de otras instancias en su elaboración y de los jueces en su aplicación. Sin embargo, no son pocos los que piensan que todo se debe a sus urgencias y a sus necesidades para seguir durmiendo sobre el colchón de la Moncloa.

Y, para terminar, está la cuestión del coste monetario. El escudo social que implantó durante la pandemia y prorrogó tras la guerra ha solucionado muchos problemas y ha tenido éxitos evidentes, como la puesta en marcha de la excepción ibérica que ha abaratado la factura eléctrica. ¿Cuánto ha costado todo ello? Reconozco que esta pregunta es completamente estúpida, pues a nadie le interesa conocer la respuesta, pero lo traigo aquí solo ‘por memoria’. Hemos sobrepasado ya el billón y medio de euros de deuda pública y vamos a agrandarla con la emisión de 70.000 millones de deuda neta en 2023. ¿Es mucho? Si no la vamos a pagar nunca, no, es muy poco. Si nos obligan a hacerlo, eso ya es otro cantar, pero de entonarlo se ocuparán los siguientes gobernantes y las próximas generaciones. Que pasen y vean. A ver si les gusta.

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