Por
  • Ángel Garcés Sanagustín

El VAR y la política

Irene Montero, ministra de Igualdad
El VAR y la política
Kiko Huesca

La implantación del ‘Video Assistant Referee’ (VAR) o videoarbitraje está terminando con mi afición por el fútbol. 

Cuando empecé a practicarlo estaba vigente un reglamento que sancionaba la mano si era voluntaria, hecho que se reflejaba en la cara del infractor. Hoy se alude al carácter antinatural de la posición del brazo, lo que obliga a los defensas a saltar con las manos pegadas a la espalda. Pura naturalidad.

Dado de que el fútbol es la cosa más importante de todas aquellas que carecen de trascendencia, pasemos a la aplicación del VAR a asuntos más relevantes, aunque tan tabernarios como el denominado deporte rey.

Muchos aficionados al fútbol sienten que la aplicación del videoarbitraje, el famoso VAR, desnaturaliza la competición

Hace unas semanas, desde la tribuna del Congreso, una diputada de Vox le dijo a Irene Montero que su único mérito era "haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias". Inmediatamente, intervino el vicepresidente de la Cámara, que ejercía de presidente, reconviniendo a la diputada y ordenando que dicha afirmación fuera retirada del Diario de Sesiones. Resulta sorprendente que, en el imperio de las redes sociales y de los medios audiovisuales, sigamos con la decimonónica ‘retirada del Diario de Sesiones’. Por otro lado, como Pablo Iglesias es profesor universitario, bien se podría estar refiriendo al estudio de su vasta obra (no he cometido ningún error tipográfico). Además, el nepotismo conyugal ha sido practicado desde Felipe González a Pablo Iglesias, pasando por José María Aznar.

Es más, en España se accede a la condición de reina consorte por ostentar la condición de cónyuge del rey. Existe una discriminación al respecto en la Constitución, ya que mientras la mujer del rey es reina consorte, el marido de la reina no pasa de consorte de la misma. Las vicepresidentas socialistas del Gobierno tienen también a sus cónyuges en los escalones intermedios de algunos organismos públicos. Frente a la imagen pública que ha caracterizado la actividad política de Carmen Romero, Ana Botella e Irene Montero, los consortes de las vicepresidentas se escudan en el anonimato.

En relación a las críticas que recibe la señora ministra de Igualdad, hay una que me molesta especialmente, por el clasismo que destila. Se le reprocha haber sido cajera, cuando probablemente sea la actividad más digna que ha realizado, dado que el único trabajo indigno es el mal hecho.

Recientemente, Javier Lambán, hombre honrado y cabal, mostró su admiración por Javier Fernández –el asturiano, no el de aquí– y sus declaraciones se interpretaron como un ataque frontal a Sánchez. Desde la sala VAR de Ferraz, fue reconvenido y, en menos tiempo que algunas decisiones arbitrales, rectificó para tranquilidad del colono de la Moncloa. El ejeano aspira a ser como Besteiro, pero no se ha percatado de que muchos militantes de su partido, y la inmensa mayoría de sus votantes, desconocen quién era el prestigioso catedrático de Lógica que presidió las Cortes constituyentes de la Segunda República.

En la vida política también parecen existir salas VAR, aunque quienes deberían utilizarlas preferentemente serían los Tribunales

Son los órganos judiciales quienes más autoridad y potestad deberían mantener para aplicar el VAR a los conflictos de dimensión jurídica. Así lo ha hecho un juzgado de primera instancia de Zaragoza cuando ha anulado el último congreso del PAR. El problema de la justicia española radica en que sus resoluciones se dictan, en ocasiones, cuando el partido ya ha terminado, siendo irrelevantes para determinar su resultado.

Más irrisorio, si cabe, es aplicar el VAR a la Historia, como hacen algunas leyes. En virtud de lo dispuesto en las mismas, ¿debería el Real Zaragoza renunciar a sus dos Copas del Generalísimo?

En el Boletín Oficial del Estado de 18 de marzo de 2021, se publicó una resolución del subsecretario para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de 10 de marzo, en la que se procedía a una corrección de errores. Había existido un desliz al identificar el nombre del adjudicatario de un puesto de trabajo vacante. Por ello, en el BOE se podía leer: "Donde dice: “Digo”, debe decir: “Diego". Toda una metáfora.

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