Plan B

Plan B
Plan B
Pixabay

Su madre, tal y como había sido instruida, se entregó a su familia, numerosa, según era costumbre. 

En la plenitud de su juventud, apenas tuvo tiempo para aficiones ni amistades, aparte de las horas destinadas a la religión y a la beneficencia. A ella, en cambio, en el colegio, con la complicidad de esa madre, que no pudo dar ejemplo, pero sí apoyo incondicional, se le enseñó que la natural predisposición de la mujer al hogar era compatible con una carrera profesional exigente. Si, además, contaba con un marido tolerante que consintiera y colaborara en dicho reto, miel sobre hojuelas.

En cuanto a dicha colaboración, se dio la favorable circunstancia de que a los varones con los que ella compartió clase social e ideario, entre los que se hallaba quien habría de ser su esposo, se les inculcó que su hombría no sufriría un menoscabo significativo por el hecho de que la esposa y madre de sus hijos trabajara fuera de casa. Bastaba con que sus emolumentos fueran inferiores, siquiera en un mínimo testimonial, a los del cabeza de familia. Y también se les dejó caer a esos chicos que participar en lo doméstico no implicaba renunciar a sus íntimas convicciones sobre el sexo débil, necesitado, en todo caso, de la viril protección.

Más seguidora que partidaria de esta doctrina, a ella le parecía que la vida le iba razonablemente bien. Sin embargo, enfrentada al menguante porvenir, hoy lamenta que, además del perfecto plan A, nadie le enseñara a imaginar y a poner en práctica una alternativa propia, un plan B que no fuera tenido por una excentricidad, ni por el remedio a un fracaso

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión