Dosificarse

La utilidad del arte.
Dosificarse.
Goya / Museo del Prado.

El otro día fuimos en familia al Museo del Prado. 

Optamos por El Bosco, Velázquez y Goya, aunque, después, de paso, se sumaron Rubens y otros nombres que la vanidad no me dejó consultar en las cartelas. Sí pregunté, en cambio, por el ‘Guernica’, y se me dijo, con toda la sorna que un paleto provinciano que va de listo puede provocar en una auxiliar de sala, que "esa obra no está en este museo".

La experiencia me ha hecho percibir de verdad el avance del arte pictórico. El arcaísmo de El Bosco no me chocó, pero Velázquez me dejó atónito. Muy inspiradas, la composición y la iluminación, pero qué toscas, las volutas grumosas con las que remataba los bajos de las faldas. Qué desgarbada, su mano. Puesto hoy ante sus obras, el maestro sevillano querría volver a pintarlas. Yo prefiero seguir disfrutándolas en fotografía.

Rubens mejoró la técnica, y Goya, sublime, la culminó. La devoción de este por Velázquez hubo de nacerle viendo grabados de sus cuadros, no los originales, que entonces estaban vedados a casi todo el mundo. Sí, Goya es punto y aparte. Frente a sus lienzos, se comprende que el arte tuviera que reinventarse, a fuerza de impresionismo, vanguardias, conceptualismo, abstracción o hiperrealismo.

Por lo demás, la visita dejó sus chascarrillos, como el parecido del actual rey emérito con Carlos IV, algún comentario sobre el lujo de los marcos, o lo que le intrigó a un espíritu inocente que nos acompañaba la distancia entre una teta y otra de la maja desnuda. Finalmente, decir que la próxima vez nos dosificaremos. Cuarenta minutos en el Prado son demasiados.

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