Narcisismo zombi

Narcisismo.
Narcisismo.
Pixabay

Hace poco vi una película en la que el personaje interpretado por Woody Allen afirmaba que primero practicó el judaísmo y después se convirtió al narcisismo. 

Esta confesión me sacudió, porque últimamente me obsesiona la idea de que a muchas personas les está pasando lo mismo. Educadas en una vieja religión, ahora profesan el narcisismo, sobre todo, en su versión digital. Recuerdan a los personajes de ‘La invasión de los ultracuerpos’, la novela de Jack Finney.

Veo que la egolatría está colonizando todas las formas de pensamiento y todas las ideologías, tanto la que propone no viajar en avión para salvar el planeta, como la que niega el cambio climático, por poner dos ejemplos antagónicos. Incluso el tradicionalismo radical está poseído. Así lo evidencia ‘El derecho a disentir’ de Mauricio Wiesenthal, un elegante ejercicio de narcisismo en el que el escritor, defensor del cristianismo humanista, se atribuye en exclusiva el mencionado derecho, que es lo propio de todo disidente que se precie. Si alguien de la categoría de Wiesenthal ha sucumbido, la cosa va en serio.

Esta proliferación de egos inflamados e insatisfechos se manifiesta en el autobombo que domina la sociabilidad pública y privada, así como, aún más drásticamente, en la renuncia generalizada a trabajar por el bien común, disfrazada de verborrea solidaria, o de ademanes patrióticos. Además, se da la circunstancia de que, entre la creciente masa zombi de narcisistas, es muy difícil distinguir a la auténtica víctima, merecedora de mejor trato, condición esta de la que a mí solo me consta un caso.

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