El amanecer y el atardecer se parecen; principios y finales son muy semejantes.
El amanecer y el atardecer se parecen; principios y finales son muy semejantes.
Dune Solanot / HERALDO

Me he remontado hasta 2003 releyendo mis columnas de Año Nuevo publicadas en este periódico. 

Buscaba un reflejo retrospectivo que me aclarase cómo soy. He quedado sorprendida porque en todas ellas percibo cierto desánimo y cierta aprensión por el futuro. También compruebo que lo que más me anima en estos primeros días del año es salir de excursión sin alejarme mucho de casa. Ver un bonito amanecer rosado que parece un atardecer puede estar sugiriendo que principios y finales son muy semejantes. Tal vez cuando miramos al futuro vemos una imagen confusa donde se mezclan reflejos del pasado. El tiempo no es una línea recta. Decido que el presente es mucho mejor, más liviano, y que lo interesante es dilatar el presente disfrutando de un buen café, un libro, o un hermoso paisaje. Coincido con José Javier Rueda, que en su columna del domingo decía que “tener prisa consiste en estar con el cuerpo en un lado y con la mente en otro”, y hablaba de placeres tan simples como una porción de chocolate o un paseo cuando nieva. La prisa, en definitiva, no nos lleva a ninguna parte. Los malos momentos, sin embargo, yo quisiera pasarlos a toda velocidad, ya que no puedo hibernar y despertar con el buen tiempo. A los Reyes Magos no les pido nada. Solo recuerdo haberles escrito una vez de niña, sin mucha convicción. Si acaso, si realmente fuera capaz de escribirles otra carta, les pediría un poco de templanza, o un poco de entereza, a su elección, para saber cómo actuar en los momentos complicados que han de venir. Y no olvidaría darles las gracias.

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