Cronostasis

La escritora estuvo en Zaragoza.
'Cronostasis'
HA

Son las nueve de la mañana. Es muy pronto para llamar a mi madre.

Paso un rato mirando el Moncayo nevado y luego salgo a la terraza para vaciar el agua de los maceteros donde se están ahogando mis pobres cactus. Cuando vuelvo a mirar el reloj, compruebo con asombro que solo han pasado cinco minutos que a mí me han parecido cuarenta. Es como si el tiempo se hubiera frenado y estuviese a punto de detenerse. A esa sensación de tiempo detenido se la llama ‘cronostasis’ y al parecer afecta más a personas deprimidas.

Tengo que reconocer que el mes de noviembre siempre me ha parecido el más deprimente del calendario. La noticia de la muerte de Almudena Grandes también influye en mi estado de ánimo. La conocí en Zaragoza hace muchos años, tal vez en 2002, cuando recibió el premio Cálamo por ‘Los aires difíciles’. Creo que sería Luis Alegre quien nos reunió en la Nicolasa a tomar unos vinos. Ella gesticulaba con sus manos, dirigiéndose a Félix Romeo, pero no recuerdo si hablaban de literatura o de política. Lo que sí me quedó en la retina fue el brillo de una sortija que refulgía en uno de sus dedos. Yo la observaba con un respeto reverencial. Me habría gustado atrapar una pequeña parte de su enorme energía. Y también recuerdo su risa.

Los instantes breves e intensos son también los que recordamos como más prolongados. El cerebro solo construye grandes recuerdos en situaciones estimulantes o extraordinarias. Puede que este día tan oscuro y ‘cronostático’, destinado al saco del olvido, gire de repente, sin más ni más, hacia un horizonte luminoso. 

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