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  • Editorial

Alianza trasatlántica

Cumbre del G7
Cumbre del G7
Agencias

Los líderes de las siete naciones más ricas del planeta se reúnen este fin de semana de forma presencial por primera vez en dos años. 

La cita de Cornualles quiere aprovechar el movimiento telúrico provocado por la pandemia de la covid y la nueva apuesta por la colaboración que llega desde Washington, con la administración Biden, para impulsar el bloque de las democracias liberales frente a los desafíos autoritarios que representan tanto China como Rusia. La alianza transatlántica se reforzará con la gira europea del nuevo presidente estadounidense. No obstante, si la UE quiere ser tomada por la Casa Blanca como un socio importante debe ser más fuerte y activa internacionalmente. 

La lucha contra el coronavirus, una respuesta homogénea frente a los desafíos que suponen Rusia o China, la coordinación de políticas para lograr cuanto antes la anhelada recuperación económica y un impulso a la lucha contra el cambio climático son los principales retos a los que la cumbre del G-7 debe dar respuesta. Puede hacerlo con éxito porque el reencuentro trasatlántico, tras la convulsa presidencia de Donald Trump, es una realidad. Así debe interpretarse que Joseph Biden haya elegido Europa como destino de la primera gran gira internacional de su mandato.

La llegada de Biden a la Casa Blanca está representando un relevante impulso a la cooperación entre las democracias de todo el mundo. Se une así a la estrategia que Europa ya venía desarrollando. De cualquier modo, este entendimiento no representa el final de todas las discrepancias en torno a los aranceles o las relaciones con Pekín y Moscú. En un contexto de reajuste de los equilibrios mundiales, la UE debe superar de una vez el trauma del ‘brexit’ y cultivar su autonomía, pero teniendo siempre como eje de actuación los valores y los principios que unen a todas las democracias liberales.

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