El grupo violento incendió una furgoneta con un policía dentro durante las protestas en Barcelona contra la encarcelación de Pablo Hasel.
'Animales'
EP

De las tonterías más grandes que se han podido escuchar en las últimas semanas ha sido ese velcro al que se ha pegado una parte de la izquierda queriendo insistir en que los disturbios callejeros tras la encarcelación del ‘rapero’ Pablo Hasel eran síntoma de una juventud sin futuro. Un brochazo gordo para explicar un movimiento complejo en el que desde luego no parecían formar parte los más preparados de clase, ni los más esforzados. A raíz de las imágenes que vimos durante días, yo saqué más en claro (por seguir con el trazo gordo) que la amalgama era más bien de bestias apolíticas con mucha rabia y pocas ideas. Aunque lo más grave es la criminalización a la que se somete a los jóvenes que pelean por un futuro al incluirles entre esta panda de animales. En una sociedad cada vez más individualista y donde los movimientos colectivos se parcelan al punto de que se han difuminado líneas tan importantes para entender las demandas de una sociedad como lo es ser rico o pobre, que todavía existan grupos que luchan sin violencia y con lecturas por lo que ellos consideran que es justo, parece un milagro. Que se les quiera meter, por simplificar o por intereses políticos, en una masa de violentos es una canallada.

La izquierda política y mediática debería quitarse esos clichés románticos del contenedor ardiendo, que solo arroja a los suyos a una hoguera de infamias. Es evidente que hay muchas formas de violencia y que las más peligrosas son las que no se ven ni se escuchan: los abusos de poder, laborales… Pero esa violencia silente no puede servir como rehén de intercambio para que el rojerío patrio se quede encandilado ante una barricada porque le recuerda a luchas obreras impulsadas por quienes padecían violencias silenciosas en las fábricas. La izquierda española no se puede permitir ser incapaz de interpretar quiénes son los energúmenos y quiénes los luchadores. Y también convendría empezar a saber elegir a los héroes porque, aun discutiendo que Hasel deba estar en la cárcel, no sé por qué se debe potenciar que un personaje de este calibre sea ejemplo de algo cuando su vida y obra se reducen a la demagogia, la agresividad y a la intolerancia (puñetazos a periodistas mediante) con la libertad de expresión que ahora reclama para su forma de ver el mundo.

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