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El corazón de la política

Angela Merkel, en el parlamento alemán, este miércoles.
Angela Merkel, en el parlamento alemán, este miércoles.
HAYOUNG JEON

En el tantas veces descorazonador mundo de la política, de vez en cuando salta un destello de humanidad. Y ello permite albergar la esperanza de que nunca habrá un robot forjado a base de inteligencia artificial decidiendo nuestro destino.

Una de esas ráfagas luminosas la protagonizó este miércoles Angela Merkel. Al dirigirse a los alemanes, la canciller sustituyó el habitual distanciamiento y la frialdad de las cifras por la cercanía y el calor humano en un llamamiento a la responsabilidad comunitaria. "Lo siento desde el fondo de mi corazón, pero cuando pagamos el precio de 590 muertos en 24 horas, en mi opinión no es aceptable". Justificó así la necesidad de endurecer las restricciones en vez de suavizarlas de cara a la Navidad para evitar que la pandemia se siga cobrando un elevado número de vidas. Y, sobre todo, para impedir que estas fechas se conviertan en una despedida definitiva de los seres queridos a quienes les debemos lo que somos.

No está en las manos de Merkel, sino en las de cada uno de los 16 jefes de Gobierno de los 'Länder' pactar nuevas limitaciones a la vida pública, y por eso se dirigió también a ellos. "Si la ciencia nos está rogando que antes de ver a la abuela o el abuelo o a otras personas mayores, reduzcamos durante una semana los contactos, deberíamos encontrar la vía de hacerlo posible".

En las últimas décadas, nunca se había puesto tan a prueba el difícil equilibrio entre la acción política y la emoción, entre las decisiones y sus consecuencias a vida o muerte. La complejidad de la situación exige más que nunca un ejercicio de responsabilidad por parte de todos: de los políticos de cada Estado, de cada 'land', de cada comunidad autónoma... y de cada uno de sus ciudadanos.

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